jueves, 27 de febrero de 2014
Testimonio de Marino Restrepo
lunes, 24 de febrero de 2014
Bandas de rock involucradas en el Satanismo
Robert Plant usó una pluma de ave encerrada en un círculo, que significa pacto demoníaco, el círculo protege el compromiso; John Bonham escogió tres círculos que representan la trinidad esotérica: aire, tierra y fuego; John Paul Jones uso un trébol que simboliza la trinidad satánica y, Jimi Page, diseñó el suyo que puede leerse como Zoso, el cual es un hechizo de la música
Otra banda que se sirvió de la temática satánica dentro de la historia del rock fue la banda de heavy metal, Iron Maiden, la cual encabezaría la conocida nueva ola del heavy metal Británico, conocida como NWOBHM, con el disco titulado "The Number of the Beast" en (1982), el cual incluía el tema del mismo título, un corte que se convertiría en su canción más emblemática, y que hacía referencia a la famosa marca de la bestia. Un año más tarde, el grupo de hard rock y glam metal, Motley Crüe se serviría también delpentagrama invertido (un símbolo tradicionalmente satánico), en la portada de su álbum de 1983 "Shout at the Devil" ("Grítale al diablo").
domingo, 23 de febrero de 2014
Guía para rezar el Santo Rosario
SANTO ROSARIO
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1. Hacer el signo de la cruz y rezar elsímbolo de los apóstoles o el acto de contrición 2. Rezar el Padrenuestro 3. Rezar 3 Avemarías y Gloria. 4. Anunciar el primer misterio. Rezar el Padrenuestro. 5. Rezar 10 Avemarías, Gloria yJaculatoria. 6. Anunciar el segundo misterio. Rezar elPadrenuestro. 7. Rezar 10 Avemarías, Gloria yJaculatoria. 8. Anunciar el tercer misterio. Rezar elPadrenuestro. 9. Rezar 10 Avemarías, Gloria yJaculatoria. 10. Anunciar el cuarto misterio. Rezar elPadrenuestro. 11. Rezar 10 Avemarías, Gloria yJaculatoria. 12. Anunciar el quinto misterio. Rezar elPadrenuestro. 13. Rezar 10 Avemarías, Gloria yJaculatoria. 14. Rezar la Salve. |
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MISTERIOS GOZOSOS (lunes y sábado) MISTERIOS DOLOROSOS(martes y viernes) | MISTERIOS GLORIOSOS(miércoles y domingo) MISTERIOS LUMINOSOS (jueves)[ | |
viernes, 21 de febrero de 2014
Rosario a la Preciosísima Sangre de Jesucristo en audio
Maligno sobre todo en estas epocas de tanto paganismo y esoterismo y confusión, Dios los bendiga, este rosario se lo dictó Nuestro Señor al vidente Bernabé Nwoye y tiene imprimatur, el Señor ha pedido que se rece inmediatamente después del Rosario a la Santísima Virgen.
miércoles, 19 de febrero de 2014
Natividad de la Virgen María, visiones de la beata Ana Catalina Emmerick
VÍSPERA DE LA NATIVIDAD DE NUESTRA SEÑORA
¡Qué alegría tan grande hay en toda la naturaleza!… Oigo cantar a los pajaritos, veo a los corderitos y cabritos saltar de alegría, y a las palomas rondar en bandadas de un lado a otro con inusitado alborozo, allí donde estuvo antes la casa de Ana.
Ahora no existe nada: el lugar es todo desierto. Tuve una visión de peregrinos de muy antiguos tiempos que, recogidos sus vestidos, con turbantes en las cabezas y largos bastones de viaje, atravesaban esta comarca para dirigirse al monte Carmelo. Ellos también notaron esta alegría extraordinaria de la naturaleza. Cuando manifestaron su extrañeza y preguntaron a las personas con las cuales se hospedaron, la razón de tal suceso, les respondieron que tales contentos y manifestaciones de alegría se notan todas las vísperas, desde el nacimiento de María y que allí había estado la casa de Ana. Hablaron entonces de un varón santo, de tiempos antiguos, que había observado esta renovación de la naturaleza, que fue la causa de que se celebrase entonces la fiesta del nacimiento de María en la Iglesia Católica.
Doscientos cincuenta años después del tránsito de María al cielo vi a un piadoso peregrino atravesar la Tierra Santa y visitar y anotar todos los lugares por donde había estado Jesús en su peregrinación sobre la tierra, para venerarlos y recordarlos. Este hombre gozó de una inspiración sobrenatural que le guiaba. En algunos lugares se detenía varios días, probando especial dulzura y contento, y recibía revelaciones mientras estaba en oración y meditación piadosas. Había tenido siempre la impresión de que cerca del 8 de septiembre había una grande alegría en la naturaleza en Tierra Santa y oía en ese tiempo armoniosos cantos de pájaros.
Finalmente obtuvo, después de mucho pedir en oración, la revelación de que esa era la fecha del nacimiento de María. Tuvo esta revelación en el camino al monte Sinaí y el aviso de que allí había una capilla murada dedicada a María, en una gruta del profeta Elías. Se le dijo que debía decir estas cosas a los solitarios que habitaban en las faldas del monte Sinaí, adonde le he visto llegar. Donde ahora están los monjes, había ya ermitaños que vivían aislados: el lugar era entonces tan agreste del lado del valle, como ahora, necesitándose un aparato para poder subir. Observé que, según sus indicaciones, se celebró allí la festividad del nacimiento de María el 8 de septiembre del año y que luego pasó esta fiesta a la Iglesia universal.
Vi también que los ermitaños, juntos con el peregrino, escudriñaron la gruta de Elías buscando la capilla amurallada de María. No era cosa fácil encontrarla, pues había muchas grutas de antiguos ermitaños y de los esenios, entre jardines y huertas agrestes, donde aún crecían hermosas frutas. El vidente dijo que trajeran a un judío, y la gruta de la cual el judío fuera arrojado afuera, sería la señal de que ésa era la de Elías. Le fue dicho esto en una revelación.
Tuvo luego la visión de cómo buscaron a un viejo judío y lo llevaron a la gruta del monte, y como éste era siempre arrojado afuera de una gruta, que tenía una puerta angosta amurallada, a pesar de que él se esforzaba por entrar. Por este prodigio reconocieron la gruta de Elías, dentro de la cual encontraron una segunda cueva amurallada, que había sido la capilla donde el profeta había orado a la futura Madre del Salvador.
Allí dentro hallaron huesos sagrados de profetas y de antiguos padres, como también biombos tejidos y utensilios que habían servido antiguamente para el servicio divino. El lugar donde estuvo la zarza se llama, según el lenguaje de la región, “Sombra de Dios”, y es visitado por los peregrinos, que se descansan antes. La capilla de Elías estaba hecha con hermosas piedras de colores y floreadas. Hay en las cercanías una montaña de arena rojiza, en la falda de la cual se cosechan hermosas frutas.
ORACIONES PARA LA FIESTA DEL NACIMIENTO DE MARÍA
Vi muchas cosas relacionadas con Santa Brígida y tuve conocimiento de varias comunicaciones hechas a esta santa sobre la Concepción Inmaculada y la Natividad de María. Recuerdo que la Virgen Santísima le dijo que cuando las mujeres embarazadas santifican la víspera del día de su Nacimiento, ayunando y recitando con devoción nueve veces el Ave María, en honor de los nueve meses que Ella había pasado en el seno de su madre, y cuando renuevan con frecuencia este ejercicio de piedad en el curso de su preñez y la víspera de su alumbramiento, acercándose con piedad a los sacramentos, lleva Ella esas oraciones ante Dios y les obtiene un parto feliz, aunque las condiciones se presenten difíciles.
En cuanto a mí, se me acercó la Virgen y me dijo, entre otras cosas, que quien en el día de hoy, (festividad del Nacimiento de La Virgen) por la tarde, recite con devoción nueve veces el Ave María en honor de su permanencia de nueve meses en el seno de su madre (Santa Ana) y de su nacimiento, y continúe durante nueve días este ejercicio de piedad, da a los ángeles cada día nueve flores destinadas a formar un ramillete que Ella recibe en el cielo y presenta a la Santísima Trinidad, con el fin de obtener una gracia para la persona que ha dicho esas mismas oraciones.
Más tarde me sentí transportada a la altura, entre el cielo y la tierra. Debajo estaba la tierra, oscura y esfumada. En el cielo, entre los coros de los ángeles y santos, vi a la Santísima Virgen ante el trono de Dios. Pude ver construir para Ella, con las oraciones y las devociones de los fieles del mundo dos puertas o tronos de honor que crecían hasta formar iglesias, palacios y ciudades enteras. Me admiró que estos edificios estuvieran hechos totalmente de plantas, flores y guirnaldas, expresando, las diversas especies, la naturaleza y el mérito de las oraciones, dichas por los individuos o por las comunidades. Vi que para conducirlo hasta el cielo los ángeles y santos tomaban todo esto de entre las manos de quienes decían tales oraciones.
NATIVIDAD DE LA VIRGEN SANTÍSIMA
Con varios días de anticipación había anunciado Ana a Joaquín que se acercaba su alumbramiento. Con este motivo envió ella mensajeros a Séforis, a su hermana menor Marha; al valle de de Zabulón, a la viuda Enue, hermana de Isabel; y a Betsaida, a su sobrina María Salomé, llamándolas a su lado. Vi a Joaquín, la víspera del alumbramiento de Ana, que enviaba numerosos siervos a los prados donde estaban sus rebaños, yendo él mismo al más cercano.
La he visto penetrada de luz en medio de su aposento, lleno de resplandores, donde aparecía también, en lo alto, la escala de Jacob. Las mujeres, llenas de asombro y de júbilo, estaban como arrobadas, y creo que vieron la aparición. Después de la oración de bienvenida se sirvió a las mujeres una pequeña comida de frutas y agua mezclada con bálsamo. Comieron y bebieron de pie, y fueron a dormir algunas horas para reposar del viaje. Ana permaneció levantada, y oró. Hacia la media noche, despertó a sus parientas para orar juntas, siguiéndola éstas detrás de una cortina cerca del lecho. Ana abrió las puertas de una alacena embutida en el muro, donde se hallaban varias reliquias dentro de una caja. Vi luces encendidas a cada lado; pero no sé si eran lámparas. Al pie de este pequeño altar había un escabel tapizado.
El relicario contenía algunos cabellos de Sara, a quien Ana profesaba veneración; huesos de José, que Moisés había traído de Egipto; algo de Tobías, quizás un trozo de vestido, y el pequeño vaso brillante en forma de pera donde había bebido Abraham al recibir la bendición del ángel y que Joaquín había recibido junto con la bendición. Ahora sé que esta bendición constaba de pan y vino y era como un alimento sacramental. Ana se arrodilló delante de la alacena. A cada lado de ella estaba una de las dos mujeres, y la tercera, detrás. Recitó un cántico: creo que se trataba de la zarza ardiente de Moisés.
Las mujeres tomaron a la niña, la despojaron de la faja, la lavaron y, fajándola de nuevo, la llevaron en seguida junto a su madre, cuyo lecho estaba dispuesto de tal manera que se podía fijar contra él una pequeña canasta calada, donde tenía la niña un sitio separado al lado de su madre. Las mujeres llamaron entonces a Joaquín, el cual se acercó al lecho de Ana, y arrodillándose, derramó abundantes lágrimas de alegría sobre la niña. La alzó en sus brazos y entonó un cántico de alabanzas, como Zacarías en el nacimiento del Bautista. Habló en el cántico del santo germen, que colocado por Dios en Abraham se había perpetuado en el pueblo de Dios y en la Alianza, cuyo sello era la circuncisión y que con esta niña llegaba a su más alto florecimiento. Oí decir en el cántico que aquellas palabras del profeta: “Un vástago brotará de la raíz de Jessé”, cumplíase en este momento perfectamente. Dijo también, con mucho fervor y humildad, que después de esto moriría contento.
Noté que María Helí, la hija mayor de Ana, llegó bastante tarde para ver a la niña. A pesar de ser madre ella misma, desde varios años atrás, no había asistido al nacimiento de María quizás porque, según las leyes judías, una hija no debía hallarse al lado de su madre en tales circunstancias. Al día siguiente vi a los servidores, a las criadas y a mucha gente del país reunidos en torno de la casa. Se les hacía entrar sucesivamente, y la niña María fue mostrada a todos por las mujeres que la atendían. Otros vecinos acudían porque durante la noche había aparecido una luz encima de la casa, y porque el alumbramiento de Ana, después de tantos años de esterilidad, era considerado como una especial gracia del cielo.
LA NATIVIDAD DE MARÍA EN EL ORBE
En el instante en que la pequeña María se hallaba en los brazos de Santa Ana, la vi en el cielo presentada ante la Santísima Trinidad y saludada con júbilo por todos los coros celestiales. Entendí que le fueron manifestados de modo sobrenatural todas sus alegrías, sus dolores y su futuro destino. María recibió el conocimiento de los más profundos misterios, guardando, sin embargo, su inocencia y candor de niña. Nosotros no podemos comprender la ciencia que le fue dada, porque la nuestra tiene su origen en el árbol fatal del Paraíso terrenal. Ella conoció todo esto como el niño conoce el seno de la madre donde debe buscar su alimento.
Cuando terminó la contemplación en la cual vi a la niña María en el cielo, instruida por la gracia divina, por primera vez pude verla llorar. Vi anunciado el nacimiento de María en el Limbo a los santos Patriarcas en el mismo momento penetrados de alegría inexplicable, porque se había cumplido la promesa hecha en el Paraíso. Supe también que hubo un progreso en el estado de gracia de los Patriarcas: su morada se hacía más clara, más amplia y adquirían mayor influencia sobre las cosas que acontecían en el mundo. Era como si todos sus trabajos, todas sus penitencias de su vida, todos sus combates, sus oraciones y sus ansias hubiesen llegado, por decirlo así, a su completa madurez produciendo frutos de paz y de gracia.
Observé un gran movimiento de alegría en toda la naturaleza al nacimiento de María; en los animales, y en el corazón de los hombres de bien; y oí armoniosos cantos por doquiera. Los pecadores se sintieron como angustiados y experimentaron pena y aflicción. Vi que en Nazaret y en las regiones de la Tierra Prometida varios poseídos del demonio se agitaban en medio de convulsiones violentas. Corrían de un lado a otro con grandes clamores; los demonios bramaban por boca de ellos clamando: “¡Hay que salir!… ¡Hay que salir!…”. He visto en Jerusalén al piadoso sacerdote Simeón, que habitaba cerca del templo, en el momento del nacimiento de María, sobresaltado por los clamores desaforados de locos y posesos, encerrados en un edificio contiguo a la montaña del templo, sobre el cual tenía Simeón derechos de vigilancia.
Lo vi dirigirse a media noche a la plaza, delante de la casa de los posesos. Un hombre que allí habitaba le preguntó la causa de aquellos gritos, que interrumpían el sueño de todo el mundo. Uno de los posesos clamó con más fuerza para que lo dejaran salir. Abrió Simeón la puerta y el poseso gritó, precipitándose afuera, por boca de Satanás: “Hay que salir… Debemos salir… Ha nacido una Virgen… ¡Son tantos los ángeles que nos atormentan sobre la tierra, que debemos partir, pues ya no podemos poseer un sólo hombre más…!”. Vi a Simeón orando con mucho fervor. El desgraciado poseso fue arrojado violentamente sobre la plaza, de un lado a otro; y vi que el demonio salía por fin de su boca.
Quedé muy contenta de haber visto al anciano Simeón. Vi también a la profetisa Ana y a Noemí, hermana de la madre de Lázaro, que habitaba en el templo y fue más tarde la maestra de la niña María. Fueron despertadas y se enteraron, por medio de visiones, de que había nacido una criatura de predilección. Se reunieron y se comunicaron unas a otras las cosas que acababan de saber. Creo que ellas conocían ya a Santa Ana.
ANUNCIO DEL NACIMIENTO DE MARÍA VIRGEN
En el país de los Reyes Magos mujeres videntes tuvieron visiones del nacimiento de la Santísima Virgen. Ellas decían a los sacerdotes que había nacido una Virgen, para saludar a la cual habían bajado muchos espíritus del cielo; que otros espíritus malignos se lamentaban de ello. También los Reyes Magos, que observaban los astros, vieron figuras y representaciones del acontecimiento. En Egipto, la misma noche del nacimiento de María, fue arrojado del templo un ídolo y echado a las aguas del mar. Otro ídolo cayó de su pedestal y se deshizo en pedazos. Llegaron más tarde a casa de Ana varios parientes de Joaquín que acudían desde el valle de Zabulón y algunos siervos que habían estado lejos. A todos les fue mostrada la niña María.
En casa se preparó una comida para los visitantes. Más tarde concurrieron muchas gentes para ver a la niña María, de modo que fue sacada de su cuna y puesta en sitio elevado, como sobre un caballete, en la parte anterior de la casa. Estaba sobre lienzos colorados y blancos por encima, fajada con lienzos colorados y blancos transparentes hasta debajo de los bracitos. Sus cabellos eran rubios y rizados. He visto después a María Cleofás, la hija de María Helí y de Cleofás, nieta de Ana, de algunos años de edad, jugar con María y besarla. Era María Cleofás una niña fuerte y robusta, tenía un vestidito sin mangas, con bordes colorados y adornos de rojas manzanas bordadas. En los brazos descubiertos llevaba coronitas blancas que parecían de seda, lana o plumas. La niña María tenía también un velo transparente alrededor del cuello.
Visiones y Profecías de Santa Brígida: Sobre la Vida de la Virgen María.
LAS PROFECÍAS Y VISIONES DE SANTA BRÍGIDA DE SUECIA - SOBRE LA VÍRGEN Y SU VIDA
Aquí les traigo los capítulos del 41 al 46 en el que se habla sobre la vida de la Virgen, desde su Nacimiento hasta su Asunción en cuerpo y alma.
La Virgen María revela a santa Brígida cuánto su nacimiento llenó de alegría a los ángeles en el cielo, de júbilo a los justos sobre la tierra y de espanto a los demonios en el infierno.
Capítulo 41
Cuando mi madre me dió a luz, dice la Virgen, no estuvo oculto a los demonios mi nacimiento, y pensaron de esta suerte: Ha nacido una niña en la cual se advierte que ha de haber algo admirable; ¿qué haremos? Si le echásemos todas las redes de nuestra malicia, las destrozará como si fueran de estopa, y si investigásemos su interior, está guarecida con poderoso auxilio. No hay en ella una mancha como la punta de una aguja, donde haya el menor pecado, por consiguiente, es de temer que su pureza nos atormente, que su gracia disminuya nuestra fortaleza, y que su constancia nos holle debajo de sus pies.
Los amigos de Dios, que por tan largo tiempo habían estado esperando, decían por inspiración del Señor: ¿Por qué seguimos afligidos? Más bien debemos alegrarnos, porque ya nació la luz con que se alumbrarán nuestras tinieblas y se cumplirá nuestro deseo. Alegrábanse también los ángeles, aunque su gozo era siempre en la presencia de Dios y decían: ¿Nació en la tierra una criatura muy deseada y del especial amor de Dios, con la que se reformará la verdadera paz y se restaurarán nuestras ruinas?
En verdad te digo, hija mía, que mi nacimiento fué el principio de los verdaderos gozos, porque entonces brotó la vara de que salió aquella flor que deseaban reyes y profetas. Así que mi alma iluminada pudo entender algo acerca de mi Creador, le tuve un amor indecible y lo deseaba con todo mi corazón. Fuí también conservada por la gracia, de suerte que ni en mi tierna edad consentí el menor pecado, porque siempre perseveraban conmigo el amor de Dios y el cuidado de los padres, la educación honesta y el trato de los buenos, y el fervor de conocer a Dios.
Notable revelación que hace la Virgen María a santa Brígida sobre su Purificación, y el acerbo dolor que causaron en su alma las palabras de Simeón.
Capítulo 42
Has de saber, hija mía, dice la Virgen a la Santa, que yo no necesitaba de Purificación como las demás mujeres, porque me dejó pura y limpia mi Hijo que nació de mí, ni yo tampoco adquirí la menor mancha, porque sin ninguna impureza engendré a mi purísimo Hijo. No obstante, para que se cumpliesen la ley y las profecías, quise vivir en todo sujeta a la ley, y ni aun vivía con arreglo a la posición de mis padres, sino que hablaba humildemente con los humildes, y no quise ser preferida en nada, sino que amaba todo lo que era conforme con la humildad.
Tal día como hoy se aumentó mi dolor, pues, aunque por inspiración divina sabía que mi Hijo había de padecer; sin embargo, con las palabras que dijo Simeón, anunciándome que una espada atravesaría mi alma y que mi Hijo sería puesto en señal de contradicción, se atormentó más mi corazón con este dolor; y aunque se mitigaba por el consuelo que recibía del espíritu de Dios, nunca se apartó de mi corazón hasta que en cuerpo y alma subí al cielo.
Has de saber también que desde ese día tuve seis clases de dolores. El primero fué por la meditación que hacía sobre esto que se me había anunciado, y así, siempre que miraba a mi Hijo, siempre que lo envolvía en los pañales y veía sus manos y pies, quedaba absorta mi alma en un nuevo dolor, porque pensaba cómo había de ser crucificado.
El segundo dolor se refirió al oído; porque siempre que oía las afrentas que le hacían a mi Hijo, y las calumnias y asechanzas que le preparaban, padecía mi alma tal dolor, que apenas podía mantenerme, aunque por virtud de Dios este dolor guardó moderación y decoro, a fin de que no se me notase abatimiento ni flaqueza de alma. El tercer dolor residía en la vista, pues así que vi que a mi Hijo lo azotaban atado a una columna y que lo clavaron en la cruz, caí exánime en tierra, y al volver en mí permanecí afligida y sufriendo con tanta paciencia, que ni mis enemigos ni nadie veían en mí más que una seria dignidad.
Consistió en el tacto mi cuarto dolor, porque yo con otras personas bajamos de la cruz a mi Hijo, lo envolví en un lienzo y lo puse en el sepulcro; y entonces aumentóse mi dolor de tal manera, que mis manos y pies apenas tenían fuerza para sostenerse. ¡Con cuánto gusto me hubiera entonces sepultado con mi Hijo! Padecía yo, en quinto lugar, por el vehemente deseo de unirme con mi Hijo, después que éste subió al cielo, porque aumentaba mi dolor la larga demora que en el mundo tuve después de su Ascensión.
Padecía el sexto dolor con las tribulaciones de los Apóstoles y amigos de Dios, cuyo dolor era también mío, y me hallaba siempre temerosa y afligida: temerosa, de que sucumbieran a las tentaciones y trabajos; y afligida, porque en todas partes padecían contradicción las palabras de mi Hijo. Mas aunque la gracia de Dios perseveraba siempre conmigo, y mi voluntad estaba conforme con la del Señor, no obstante, mi dolor era continuo y mezclado de consuelos, hasta que en cuerpo y alma subí al cielo al lado de mi Hijo.
Hija mía, no se aparte de tu alma este dolor, porque si no hubiera tribulaciones, poquísimos entrarían en el reino de los cielos.
Cuenta la Virgen María a santa Brígida de un modo muy tierno la infancia y la vida oculta de Jesús. Es revelación muy propia para excitar en el alma el dulce amor del Salvador.
Capítulo 43
Te he hablado de mis dolores, le dice la Virgen a la Santa, pero no fué el menor que tuve cuando llevaba a mi Hijo huyendo para Egipto, cuando supe la matanza de los Inocentes, y el ángel nos anunció que Herodes perseguía a mi Hijo; pues aunque sabía lo que acerca de El estaba escrito, con todo, a causa del mucho amor que le tenía, padecía yo dolor y suma angustia.
Mas ahora podrás preguntarme qué hizo mi Hijo en todo aquel tiempo de su vida antes de su Pasión. A esto te respondo que, según dice el Evangelio, estaba sometido a sus padres, y se condujo como los demás niños hasta que llegó a la mayor edad, aunque en su juventud no dejó de haber maravillas. Pero como en el Evangelio están puestas las señales de su Divinidad y Humanidad, las cuales pueden edificarte a ti y a los demás, no te es necesario saber cómo las criaturas sirvieron a su Creador; cómo enmudecieron los ídolos, y muchísimos cayeron por tierra a su llegada a Egipto; cómo los magos anunciaron que mi Hijo sería la señal de grandes acontecimientos futuros; cómo también le sirvieron los ángeles, y cómo ni aun la menor inmundicia hubo nunca en su cuerpo ni en sus cabellos.
Cuando llegó a mayor edad, estaba continuamente orando, y obedeciéndonos a nosotros; nos acompañaba a las fiestas que había en Jerusalén y a otros parajes, donde su presencia y trato causaba tanto agrado y admiración, que muchos afligidos decían: Vamos a ver al Hijo de María, para quedar consolados.
Cuando creció en edad y en sabiduría, de la que desde un principio estaba lleno, se ocupaba en trabajos manuales, siempre decorosos, y separadamente nos decía palabras de consuelo y sobre la divinidad, de tal manera que de continuo estábamos llenos de indecible gozo. Y cuando estábamos llenos de temores por la pobreza y los trabajos, nunca nos hizo oro ni plata, sino que nos exhortaba a la paciencia, y de un modo admirable nos libramos de los envidiosos. Tuvimos todo lo necesario, unas veces por compasión de las almas caritativas, y otras por nuestro trabajo, de suerte que nos alcanzaba para nuestra sola sustentación, y no para lo superfluo, porque ninguna otra cosa buscábamos más que servir a Dios.
Más adelante, con los amigos que llegaban, hablaba también en casa familiarmente sobre la ley, sus significaciones y figuras, y aun en público disputaba con los sabios, de manera que se admiraban y decían: El hijo de José enseña a los maestros; algún espíritu superior habla por sus labios. Como en cierto tiempo estuviese yo pensando acerca de su Pasión y me viese muy triste, me dijo: ¿No crees, Madre, que yo estoy en el Padre y el Padre en mí? ¿Padeciste acaso lesión cuando entré en tus entrañas o sufriste dolores cuando salí? ¿Por qué te afliges? La voluntad de mi Padre es que yo padezca la muerte, y mi voluntad es la misma de mi Padre. No puede padecer lo que del Padre tengo, pero padecerá la carne que tomé de ti, para que sea redimida la carne de los demás y se salven las almas.
Era tan obediente que, cuando por casualidad le decía José: Haz esto o aquello, lo hacía al punto, porque ocultaba de tal manera el poder de su divinidad, que solamente podíamos saberlo yo y a veces José, porque con mucha frecuencia veíamos una admirable luz que lo rodeaba, oíamos las voces de los ángeles que cantaban junto a él, y vimos también que espíritus inmundos que no pudieron ser echados por exorcistas aprobados en nuestra ley, salieron con sólo ver a mi Hijo.
Cuida, hija, de tener todo esto siempre en tu memoria, y da muchas gracias a Dios porque por tu medio ha querido dar a conocer su infancia a otros.
Visitación de nuestra Señora a santa Isabel. Vida admirable y virtuosísima de la Virgen María y de san José en Nazaret, con grandes elogios que de este santo Patriarca hace la Virgen.
Capítulo 44
Cuando me anunció el ángel, dice la Virgen a la Santa, que nacería de mí el Hijo de Dios, al punto que hube consentido, sentí en mí una cosa sobrenatural y admirable, y en seguida fuí a ver a mi parienta Isabel, para aliviarla porque estaba encinta, y para hablarle de lo que me había anunciado el ángel. Y como esta me saliese al encuentro junto a la fuente, y nos diésemos mutuos abrazos, llenóse de regocijo el niño en su vientre y daba saltos de una manera admirable y visible. Yo también sentí en mi corazón muy extraña alegría, de modo que mi lengua habló impensadas palabras acerca de Dios, y mi alma apenas podía comprender de júbilo.
Como se admirase Isabel del fervor del Espíritu que en mí hablaba, y no me admirara yo menos de la gracia de Dios que veía en ella, permanecimos en pie por algún tiempo bendiciendo al Señor. En seguida comencé a pensar cómo y con cuánta devoción debería yo conducirme después de una gracia tan grande como el Señor me había hecho; qué habría de responder, si me preguntaran cómo había concebido; quién fuese el padre del niño que había de nacer; o si acaso José, por instigaciones del demonio sospechara mal de mí.
Estaba yo pensando de esa manera, cuando se me presentó un ángel muy parecido al que antes había visto, y me dijo: Dios nuestro Señor, que es Eterno, está contigo y en ti. No temas, pues El te dirá lo que has de hablar, dirigirá tus pasos adondequiera que vayas, y con poder y sabiduría acabará contigo su obra. Mas José, a quien estaba yo encomendada, después que supo que estaba yo encinta, llenóse de admiración, y considerándose indigno de vivir conmigo, estaba angustiado sin saber qué hacer, pero el ángel le dijo mientras dormía: No te apartes de la Virgen que se te ha encomendado, pues es muy cierto de que concibió por el Espíritu de Dios, y parirá un Hijo que será el Salvador del mundo. Sírvele, pues, con fidelidad, y sé el custodio y testigo de su pudor. Desde aquel día me sirvió José, como a su señora, y yo también me humillaba a hacer por él hasta lo más pequeño.
Estaba yo después, en continua oración, pocas veces quería ver ni ser vista, y en rarísima ocasión salía, a no ser en las principales fiestas, y también asistía a las vigilias y lecciones que leían nuestros sacerdotes; tenía distribuido el tiempo para las labores de mano, y fuí moderada en los ayunos, según lo podía llevar mi naturaleza, en el servicio del Señor. Todo lo que nos quedaba, además de los comestibles, lo dimos a los pobres, y estábamos contentos con lo que teníamos.
José me sirvió de tal suerte, que jamás se oyó en sus labios una palabra frívola ni una murmuración, ni el menor arranque de ira; pues fué pacientísimo en la pobreza, solícito en el trabajo cuando era menester, mansísimo con los que le reconvenían, obedientísimo en obsequio mío, prontísimo defensor contra los que dudaban de mi virginidad y fidelísimo testigo de las maravillas de Dios. Hallábase también tan muerto para el mundo y la carne, que nada deseaba sino las cosas del cielo, y creía tanto las promesas de Dios, que continuamente decía: ¡Ojalá viva yo y vea cumplirse la voluntad de Dios! Rarísima vez se presentó en las juntas y reuniones de los hombres, porque todo su empeño lo cifró en obedecer la voluntad de Dios, y por esto ahora es grande su gloria.
Asunción de la Virgen María en cuerpo y alma a los cielos, y alabanza que la Señora hace de san Jerónimo.
Capítulo 45
Dícele a la Santa la Madre de Dios: ¿Qué te ha dicho ese que presume de sabio, acerca de que la carta de mi amigo san Jerónimo que habla de mi Asunción, no debe leerse en la Iglesia de Dios, porque le parece que en ella dudó el Santo acerca de mi Asunción, porque dijo que no sabía si yo había subido al cielo en cuerpo o no, ni quiénes me llevaron? Yo, la Madre de Dios, le respondo a ese maestro, que san Jerónimo no dudó de mi Asunción; mas, puesto que Dios no reveló claramente esta verdad, no quiso san Jerónimo definir de un modo explícito lo que Dios no había revelado.
Pero acuérdate, hija mía, de lo que antes te dije, que san Jerónimo era compasivo con las viudas, espejo de los verdaderos monjes, y vindicador y defensor de la verdad, y que alcanzó para ti aquella oración con que me saludaste. Mas ahora añado que san Jerónimo fué como medio manejable, por el cual hablaba el Espíritu Santo, y una llama inflamada con aquel fuego que vino sobre mí y sobre los apóstoles en el día de Pentecostés. Felices, pues, los que oyen y siguen estas sus doctrinas.
Admirable vida de la Virgen María después de la Ascensión de su divino Hijo. Háblase también de la Asunción de esta Señora en cuerpo y alma.
Capítulo 46
Acuérdate, hija mía, dice la Virgen a la Santa, que hace varios años elogié a san Jerónimo acerca de mi Asunción; pero ahora voy a referirte esta misma Asunción.
Después de la Ascensión de mi Hijo viví yo bastantes años en el mundo, y quísolo Dios así, para que viendo mi paciencia y mis costumbres, se convirtieran al Señor muchas almas, y cobrasen fuerza los apóstoles de Dios y otros escogidos. También la natural disposición de mi cuerpo exigía que viviera yo más tiempo, para que se aumentase mi corona; pues todo el tiempo que viví después de la Ascensión de mi Hijo, visité los lugares en que él padeció y mostró sus maravillas.
Su Pasión estaba tan fija en mi corazón, que ya comiese, ya trabajase, la tenía siempre fresca en mi memoria, y hallábanse mis sentidos tan apartados de las cosas del mundo, que de continuo estaba inflamada con nuevos deseos, y alternativamente me afligía la espada de mis dolores. Mas no obstante, moderaba mis alegrías y mis penas sin omitir nada perteneciente a Dios, y vivía entre los hombres sin atender ni tomar nada de lo que generalmente gusta, sino una escasa comida.
Respecto a que mi Asunción no fué sabida de muchos ni predicada por varios, lo quiso Dios, que es mi Hijo, para que antes se fijase en los corazones de los hombres la creencia de su Ascensión, porque éstos eran difíciles y duros para creer su Ascensión, y mucho más lo hubieran sido, si desde los primeros tiempos de la fe se les hubiese predicado mi Asunción.
Fuente:www.verdadescristianas.blogcindario.com