Mensaje
Domino: Adauge Nobis Fidem
Sobre la Situación Ante el COVID-19
“Señor: ¡Auméntanos la Fe!” (Lc. 17, 5)
Prot. No. E03/2020
Ante la situación que estamos comenzando en México en referencia a las personas infectadas por el “Coronavirus”, algunas personas me han pedido expresar mi opinión, ante las medidas que algunas iglesias y Grupos Eclesiales han venido tomando, de las cuales, el Pueblo de Dios se siente profundamente decepcionado, molesto e indignado.
Me gustaría poder considerar:
1 Hoy más que nunca, debemos de suplicar al Señor Jesús, aquella incesante plegaria de los Apóstoles: “Señor: ¡Auméntanos la Fe!” (Lc. 17, 5).Cierto es, que no podemos menos que ejercer los cuidados que la prudencia nos considere pertinentes, pero tampoco podemos dar paso a la generación de un pánico colectivo, que en nada ayuda a remediar la situación y lo único que logramos es una desesperación personal, familiar y social. Ya la Historia nos enseña que la Fe en la Misericordia de Dios actúa de manera inequívoca aun sobre las epidemias y las catástrofes.
No podemos menos que recordar el celo de San Carlos Borromeo, Cardenal Arzobispo de Milán, Italia, por citar un ejemplo, que en 1576 azoto la Epidemia de la Peste, y este Modelo de Pastor, no importando el riesgo de su propia vida, salió a las calles de la Ciudad, y junto a sus Sacerdotes, Administraban los Últimos Auxilios a los infectados y moribundos. Así mismo, suplicando a Dios, descalzo en signo de penitencia, tomo en sus manos la Reliquia de la Santa Cruz del Señor, y en Procesión por la Ciudad, Dios concedió la Gracia del Fin de la Epidemia.
Y podemos decir que tal vez eran otros tiempos, pero no podemos condicionar nuestra Fe a los tiempos, sino pedir al Señor que crezca esa fe en nosotros cada día, en medio de las pruebas. La fe de los antepasados y su confianza, alcanzaron de Dios las Gracias necesarias. Y en este Tiempo de grandes calamidades, parece que la Fe se extingue y el terror invade los corazones de una gran parte de nosotros.
2 Algunas iglesias, han tomado medidas de “prudencia”, que entre nosotros, los Sacerdotes, como entre los Fieles a la Tradición Tridentina de la Iglesia, han generado descontento. Una de ellas, la más radical, la recepción de la Sagrada Comunión en la Mano. Es necesario decir, que en la Historia de la Sociedad y de la Iglesia, no ha tenido la necesidad de hacer semejante sacrilegio. Y digo Sacrilegio, porque la Sagrada Eucaristía es lo más Sagrado que la Iglesia posee: a Jesucristo mismo vivo y resucitado en las especies Sacramentales del Pan y el Vino. El Cuerpo, la Preciosa Sangre, el Alma y la Divinidad de Jesucristo como alimento de Vida Eterna.
Es necesario comprender la diferencia entre el Sacerdocio Ministerial y el Sacerdocio Bautismal. Decir que la Sagrada Comunión es un error darse en la mano, no es de ninguna manera afirmar que se rebaja a los fieles, la Iglesia siempre ha enseñado que el Sacerdote es el Padre que alimenta a los Fieles con el Cuerpo del Señor. El mismo Papa Pablo VI enseña en la Memoriale Domini sobre la Comunión en la Boca: “Significa la reverencia de los fieles cristianos hacia la Eucaristía”. Santo Tomás de Aquino mismo lo dice: “Corresponde al Sacerdote la administración del Cuerpo de Cristo por tres razones: Primera, porque, como acabamos de decir, consagra IN PERSONA CHRISTI. Ahora bien, de la misma manera que fue el mismo Cristo quien consagró su Cuerpo en la Cena, así fue él mismo quien se lo dio a comer a los otros. Por lo que corresponde al Sacerdote no solamente la Consagración del Cuerpo de Cristo, sino también su distribución. Segunda, porque el sacerdote es intermediario entre Dios y el Pueblo (Hb. 5, 1). Por lo que, de la misma manera que le corresponde a él ofrecer a Dios los Dones del pueblo, así a él le corresponde también entregar al pueblo los dones Santos de Dios. Tercera, porque por respeto a este Sacramento ninguna cosa lo toca que no sea Consagrada… por eso, a nadie le está permitido tocarle, fuera de un caso de extrema necesidad”. Ya también el Papa Juan Pablo II, de Santa Memoria lo confirmaba en la Exhortación Dominicae Cenae: “Tocar las Sagradas Especies y distribuirlas con sus propias manos, es un privilegio de los Ordenados” (11).
Por tanto, el no permitir a los Fieles Laicos el recibir la Sagrada Comunión en las manos, no es absolutamente rebajarles al nivel de sectarios. Por el Sacramento del Bautismo, son consagrados, ciertamente, Pueblo Sacerdotal, más no con la dignidad del Sacerdocio Ministerial, mediante el cual, las manos del Sacerdote son Ungidas con el Crisma, y solo a él, le es delegado por Gracia Divina, la responsabilidad de Consagrar las Especies Sacramentales.
Es más fácil, ciertamente, que cualquier tipo de infección se transmita en el contacto de las manos por una mala higiene, pues las manos entran en contacto con objetos de uso público, como las manijas de las puertas, barandales de escaleras, en los medios de transporte.
Con la Debida Reverencia que merecen los Pastores de las Iglesias, ya sea en Comunión con la Iglesia de Roma o no, “esto constituye un verdadero abuso de autoridad” (Mons. Atanasius Schneider), consecuencia de una corriente abismalmente alejada de la recta Fe de la Iglesia. Obligación en nosotros los Ministros, es cuidar debidamente la Reserva Eucarística junto al alma de los Fieles que nos han sido encomendados. Ya muy inmersa esta la Santa Iglesia en una creciente desacralización, como para generar aún más pánico con medidas irrespetuosas hacia el mismo Señor de la Casa.
Conclusión:
Hijos, es necesario guardar la calma. Confiar en Dios y hacer lo posible que nos dicte la prudencia sanitaria, una correcta higiene y comunicación con el médico de mayor confianza. Los cuidados humanos no están separados de la fe que profesamos. Estamos viviendo ahora el tiempo de Gracia de Cuaresma, una gran oportunidad para que nuestra Penitencia y Obras Buenas se redoblen para suplicar a Dios nos alcance su Gracia para salir delante de las posibles eventualidades que puedan suceder, sin dejarnos llevar presas del miedo y desasociego.
Por mí parte, consciente de la responsabilidad como Sacerdote Fiel a la Tradición Tridentina, he de seguir administrando los Santos Sacramentos, especialmente la Santa Unción de los Enfermos y la Sagrada Comunión como siempre la Santa Iglesia ha enseñado a saber: de Rodillas y en la Boca. El Señor mismo que sano a los Enfermos y resucito a los muertos, ha de velar por aquellos que abandonados en Fe, Caridad y Confianza en sus brazos cumplen como Siervos Fieles sus obligaciones. Y si así lo dispone caigamos en la enfermedad, el mismo nos dará la salud para seguir trabajando por su Santísimo Nombre y la Salvación de las Almas.
No dejemos al Señor abandonado en los Sagrarios de Nuestros Templos. Oremos por Nuestra Querida Nación Mexicana y especialmente por los Obispos tanto en Comunión con Roma, como aquellos que no lo están, para que el Señor inflame en ellos y nosotros el Don de la Fe y de la Confianza. Les bendigo a cada uno y a sus familias.
Pbro. Mauricio Parra
Iglesia Católica Conservacionista de Rito Tridentino
Cd. de México. 29 de Febrero de 2020
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