miércoles, 31 de julio de 2013

La Nueva Era dentro de la Iglesia

 

Por Marino Restrepo

"Nacer en un hogar católico hoy, o para el efecto, ser cristiano, es enfrentarse con un mar de amenazas incontables, porque vivimos tiempos muy peculiares, estamos en medio de una batalla espiritual con el mal, que quiere consumir a toda la humanidad sembrando el más extremado materialismo que se haya visto en toda la historia.

 No por esto debemos propagar un Evangelio de finales de los tiempos, el cual ha sido el arma de las sectas para conquistar a los tibios e incautos. Pero sí debemos considerar que este alejamiento de Dios en que se encuentra la familia humana de hoy es digno de todo cuidado y reflexión.

 Por esta razón nos encontramos como católicos (por ser la Iglesia fundada por el mismo Jesucristo, la que contiene todas las verdades) en un estado de activa persecución, esto quiere decir que desde muy temprano en nuestra vida esta sociedad consumista e industrializada en que vivimos, nos señala nuestra fe como enemigo del placer, como un atentado contra la comodidad y las oportunidades que la vida no ofrece, como la causa de todos los conflictos armados en el mundo, como un juez muy severo de la pureza. En verdad, en gran parte lo es. Cristo mismo nos advirtió que no había venido a traer paz, sino división, pues ninguno de estos aspectos están alineados con las enseñanzas de la Iglesia, son la filosofía del mundo y como verdaderos hijos de Dios y soldados del ejército de Cristo, nosotros no somos del mundo aunque nos toca  todos vivir en él mientras cruzamos el camino del destierro rumbo a la Casa del Padre Celestial, nuestra verdadera y única casa.

Si bien es cierto que no todos los conflictos bélicos son causa de nuestra religión, si es cierto que por causa de proclamar el Evangelio, desde el principio de la Iglesia, se han vivido muchas guerras para defender la fe y sus principios. Esta es una clara señal del lenguaje que Satanás está utilizando para estos tiempos: su estrategia de la Nueva Era. Nada que ver con las tácticas que utilizó hasta los años setenta, antes de la revolución de la liberación sexual, los anticonceptivos, la legalización del aborto, la promoción del lesbianismo y homosexualismo, siendo todo esto el vivo lenguaje de su estrategia de hoy. Se asesina sin matar el cuerpo físico, pues se ha construído una sociedad a un nivel tan materialista que basta con eliminar la reputación a un individuo y queda inutilizado en la comunidad, inservible comercialmente e incapacitado para sobrevivir con los métodos que ofrece el sistema. Es una nueva forma de expresión de las fuerzas del mal, donde hay una aparente manera civilizada de actuar sin recurrir al castigo físico o eliminar el cuerpo.

 Los cultos masones han tomado mucha fuerza en esta época y es una señal de los tiempos también. No hay conocimiento muy claro entre los católicos de quienes son los masones. No se conoce mucho al enemigo más peligroso que ha tenido la Iglesia desde Herodes Agripa; es una logia satánica que centra toda su consagración y venta del alma a Satanás a cambio de poder material, salud física y con el compromiso de perseguir todo lo que venga o vaya a Cristo.Todo lo que puedo resumir sobre ellos es: "Son un culto satánico, persiguen a la Iglesia Católica y son una absoluta maldición para todo el que tiene cualquier clase de relación con ellos; además, son una vena muy robusta por donde corre la sangre de la Nueva Era en referencia".
  

La Nueva Era se infiltra sutilmente en muchas áreas de las comunidades laicas. Con mucha facilidad estas asociaciones entran en una actividad que podríamos llamar de industrialización religiosa, como la producción de artículos religiosos, etc.

 Dentro de la producción de libros, la trampa más común es el despertarles la sed informativa sobre métodos y tácticas de evangelización sin aplicar una debida advertencia a la estricta fidelidad a la Iglesia Madre, cayendo en la coquetería con las sectas protestantes. Lo más fácil a seguir es la promoción de libros protestantes en sus librerías católicas; el plato más exquisito de Satanás. A través de esta práctica se arrastran las fuerzas del mal a los débiles en la fe, llevándoselos a las comunidades cristianas separadas.

 No hay nada que apetezca más al maligno que desnudar a un católico de sus Sacramentos; es uno de los robos más letales posibles dentro de nuestra cristiandad, especialmente el robo de la Eucaristía y la maternidad celestial.

 El protestante llega con Jesús hasta la Última Cena y desde ahí salta a la Resurrección, sin pasar por ninguna estación del Calvario ni acompañar a Jesús con María, San Juan y las mujeres santas de Jerusalén a los pies de la Cruz. No quieren saber nada de la Cruz. Sólo viven con Cristo resucitado, y es al resucitado al que predican. Martín Lutero invadió las iglesias en Checoslovaquia y destruyó todos los crucifijos que encontró y destruyó todas las imágenes de los Santos, porque par él eran como una pesadilla; pues fue a la santidad y a la Cruz a las que él renunció al separarse de la Iglesia y fundar una Iglesia Protestante que ya tiene 500 años de vivir en el error, de predicar el error en el nombre de Cristo.

 Vender libros protestantes en una librería católica, es tan venenoso como vender cualquier tratado de Nueva Era sin importar el nivel de su gravedad. La razón es muy sencilla, el católico que se interesa en la teología y literatura protestante ya no le invierte el mismo tiempo a continuar penetrando su propia doctrina, a continuar estudiando los Doctores y Místicos de la Iglesia, a adquirir conocimientos para propagar la fe con fundamentos absolutamente leales a la Doctrina Social de la Iglesia. A estudiar las Escrituras, a repasar el Catecismo, el cual muchos católicos nunca lo han estudiado con cuidado. Se dispersa en estudios y curiosidades innecesarias producidas en el toldo del vecino, cuando dentro de nuestra casa poseemos todos los tesoros suficientes para repartirle a toda la humanidad.

 Un sólo horizonte hacia Cristo, estrictamente trazado sobre la perfecta obediencia a la Santa Madre Iglesia, sin curiosidades ni ambiciones de otros conocimientos que los que Dios ya no ha dado y continúa dando por intermedio de los Santos, esa debe ser la única meta del católico.

 No podemos dejarnos entorpecer por la proliferación de información protestante "cristiana" por las innumerables propuestas de sanación, liberación y métodos para mejorar todas las crisis emocionales y de carácter psicológico o económico. 

 
Por todo esto mencionado es que San Pablo nos advierte no promover las sectas dentro de la Iglesia. 

Entre grupos Carismáticos en especial, se ve con frecuencia la tendencia o la tentacion de imitar las tácticas de evangelización protestantes. Se imita el espectáculo religioso donde se manejan áreas tan sensibles como los territorios de liberación. Lo grave en muchos de estos casos es que reunen masas de gente sin preparar y sin tener conocimiento de lo que es una atadura o para el efecto, de qué exactamente van a ser liberados y porqué. Convirtiendo todas estas grandes congregaciones, algunas a nivel de estadios, en una inmensa actividad de libertad y emociones espirituales con dotes extrasensoriales que sólo duran el lapso de tiempo del espectáculo religioso, o máximo hasta el próximo día.


El llamado de la Iglesia Católica nunca ha sido crear espectáculos religiosos en los cuales se lleven masas de gentes a vivir una histeria espiritual de ninguna naturaleza. 
 
Esta ha sido la única arma de seducción de las sectas cristianas porque son agrupaciones que no tienen Tradición Sagrada ni Sacramentos que vivir y por lo tanto su ministerio descansa solamente en la alabanza y a proclamación de la Palabra, de la cual se han desarrollado los famosos ministerios de liberación de los evangelistas los cuales siempre están arrojando un demonio diferente de sus congregaciones. La irresponsabilidad de las congregaciones Católicas que efectúan grandes reuniones, es despedir esas masas de gente con la casa espiritual limpia, después de un día entero de alabanza y liberación, sin tener el mínimo conocimiento de cómo mantener la higiene espiritual, cayendo en la trampa de la que nos habla el Evangelio cuando dice que el diablo regresará a una casa limpia con siete espíritus inmundos más, cuando no está preparada el alma para mantenerse libre de la oscuridad (Lc 11, 24-26)
 vs
 La Iglesia Católica es contemplativa antes de ser eufórica. Nuestra Fe es Sacra por excelencia.
Con esto no se quiere decir que la Iglesia no debe reunirse masivamente a orar y alabar a Dios rogándole que sane y libere a su pueblo pues esto es Evangelio puro, lo que se dice en el fondo es que no llevemos al pueblo de Dios a reunirlo en actividades para las que no están preparados y donde la colecta es el más vivo interés de la congregación.

 Es muy común encontrar Sacerdotes totalmente sumergidos en las prácticas del yoga y van tan lejos que tienen un "ministerio" llamado: yoga cristiano. No podría ser más venenoso un Sacerdote o religioso que hay caído en estas prácticas. Lo primero que le sucede, es el abandono total de la Liturgia de las Horas, la indiferencia hacia los místicos y doctores de la Iglesia, la soberbia y terquedad con que defienden estas prácticas paganas. La cadena en que se conectan al sumir muchas de estas prácticas como el eneagrama, el método Silva, el reiki, el taichi, la meditación con mantras, donde astutamente se usan palabras sacadas del Padrenuestro u otras oraciones para apaciguar al católico que pueda sentirse mal al practicar ritos paganos dentro del templo de Dios. El curso que continúa es interminable, pues más adelante caen en la adivinación pasando primero por la astrología, consulta a médiums, psíquicos y el culto a los cristales como el feng shui y demás.

 La primera discusión sobre la práctica del yoga es: ¿Qué tiene de malo? Es tan solo un ejercicio físico y muy saludable. La respuesta a esto es: el yoga tiene 7 niveles y el primer nivel es el de los ejercicios físicos, pero esto no quiere decir que por el hecho de ser físicos no sean de carácter espiritual, osea de adoración a deidades falsas. El yoga procede del hinduísmo el cual dora a más de un millón de dioses. Al hacer una sesión de Hatha Yoga, que es la que practican más conmunmente los sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos que han caído en la Nueva Era, ejecutan por una hora más o menos, dependiendo de quién lo dirige y el método que está aplicando, ejercicios en los que se cambia cada treinta segundos de posición. Cada posición representa una deidad para la cual existe una escultura con esa exacta posición, osea, en cada una de esas posiciones se está adorando a una deidad pagana diferente. Al terminar la sesión completa de yoga, se ha ejecutado una oración. La pregunta es: ¿A quien se le oró? ¿Sabe,os acaso a quién estamos adorando al hacer estos "inocentes" ejercicios?
 
Nosotros no usamos mantras para comunicarnos con Dios, ni tenemos que desocupar nuestra mente para fundirnos con el Espíritu Divino, por el contrario, nuestra Iglesia enseña sobre el peligro que es desocupar nuestra mente. Lo que sí enseña es a desocuparnos a nosotros mismos del mundo y de las debilidades de la carne. A desocuparla de todo lo que viene del diablo y a llenarla constantemente del Espíritu de Dios, nunca dejándola sola a merced de las fuerzas que vagan por el aire, que es a las fuerzas que se abandonan os paganos y sus prácticas de meditación al abrirse a las fuerzas del universo, a las energías cósmicas como las llaman en su lenguaje, las cuales no son más que las fuerzas de los espíritus malos que vagan por los aires en busca de almas que están desocupadas de Dios y ocupadas de sí mismas buscando siempre "la realización personal" (Ef 6,12).

 En el Primer Mandamiento de nuestra fe Católica , Dios nos ha pedido no adorar a otro Dios más que a El y que aquel que adorare a otro dios será maldito. Es muy sencilla la razón por la que no se puede hacer yoga, ni se debe practicar absolutamente nada que tenga origen pagano, esotérico, mágico, espiritista, adivinador, astrológico. Nosotros, como católicos, adoramos un solo Dios en una Trinidad Santa y a nada ni nadie más.

 No podemos dejarnos engañar de un religioso o religiosa que haya caído en estas prácticas, o bien un sacerdote, pues no queramos caer con ellos a los infiernos, así, todas las prácticas paganas que adoptemos como católicos serían un adulterio contra Dios. Dice San Pablo en 1Cor 6,12: "Todo me es lícito más no todo me conviene".

 Nada bueno viene en camino para aquellos que son infieles a Dios. Satanás es a quien le han dado el señorío y él se encargará de destruírles sus vidas.

 Las trampas de la Nueva Era están en el mismo vientre de nuestra Iglesia. Encontramos iglesias donde el sacerdote decidió por absoluta soberbia, cambiar el orden de la Liturgia. Por ejemplo, hay iglesias especialmente en Norteamérica, donde han retirado los reclinatorios de las bancas y la gente no se puede arrodillar en ningún momento de la Santa Misa. Hay sacerdotes que han ordenado mujeres como Ministros de la Palabra, otros rehúsan servirles la Eucaristía en la boca a sus fieles y les exigen recibirla en la mano, igualmente les prohíben arrodillarse para recibir la Santa Comunión
 Hay muchísimos sacerdotes que no usan ya su clergyman o cuello sacerdotal para salir a la calle, sólo lo usan para labores estrictamente de culto o formalidad a nivel diocesano.

 La Nueva Era de Satanás corrompe las virtudes sacerdotales y los convierte en hombres profesionales cuya Iglesia es una institución social económica y política más, que genera empleo y oportunidades al hombre, a la comunidad. De ahí nacen grandes errores como la Teología de la Liberación. Los homosexuales utilizan los Seminarios como guaridas de sus vicios depravados y terminan ordenados sacerdotes trayendo a la Iglesia grandes escándalos de pedofilia y toda clase de prácticas impuras.Otros, seres humanos confundidos y soberbios que después de ser ordenados deciden que los sacerdotes se deben casar, alegando que así no habrá tantos problemas con la sexualidad del Clero, y tienen incluso movimientos que promueven estas ideas.

A presentar este cuadro oscuro de cómo el diablo contamina hasta las mismas filas de la Iglesia, en ningún momento y de ninguna manera pretendo asumir que nuestra Iglesia Católica se encuentra en este estado en su mayoría clerical pues esto no sería correcto; la Iglesia Católica es Santa y seguirá siendo Santa por siempre, sólo que estos elementos humanos mencionados, infiltrados en la Iglesia bajo la directa o indirecta influencia de Satanás, crean un gran escándalo ante las comunidades y, aunque no es un grupo numeroso, el daño que hacen sí es considerablemente grande en las almas de los fieles débiles y en las almas de aquellos que apenas si están observando la fe desde la audiencia del mundo y que podrían ser futuros potenciales cristianos si el testimonio de vida de los que estamos en la Iglesia fuera mas sólido y fiel a Dios. Además, todo lo que viene del mal, hace mucho ruido, y es escuchado desde muy lejos. Otra manifestación peligrosa dentro de la Iglesia de hoy, es el ecumenismo mal fundado. Entre las metas claras del espíritu misionero de la Iglesia está la evangelización que lleva en el Espíritu Santo su fuerza y su esencia, se espera que en todas las reuniones el Espíritu de Cristo se pueda  acercar más y mas a todos aquellos que no le conocen, pero en ningún momento se quiere que estas reuniones (ecuménicas) sean un mensaje para que los católicos abracen el espíritu de krishna, o de cualquiera otro espíritu o deidad que no sea nuestra Santísima Trinidad.

 Una presencia subliminal de la Nueva Era dentro de la Iglesia católica es su protestantización en algunas partes. Hay Iglesias de donde fueron extraídas todas las estatuas y el crucifijo mayor del altar fue cambiado por el de un Jesús resucitado, el rezo del Rosario ignorado, y también las diferentes devociones a los santos y sus novenas. Las Eucaristías parecen una maratón en lugar de ser el momento más sublime de nuestra existencia, el regalo más grande de nuestro Padre Celestial.

 Todo este golpe de la Nueva Era a la Iglesia Católica, en lo que se refiere a su gradual protestantización, comenzó con l rebelión de Martín Lutero y de Calvino, y no solo hablamos de este tipo de errores, pues son muchos, pero lo básico de esta parte de la denuncia es que no podemos coquetear con las sectas cristianas por el solo hecho de que también creen en Cristo y predican en Su nombre."Sé pecador, escribía Lutero el 10 de Agosto de 1521 a Melanchton, uno de sus primeros amigos y secuaces, y peca fuertemente, pero cree más fuertemente todavía y alégrate en Cristo, que es el vencedor del pecado, de la muerte y del mundo...a nosotros nos basta, a la divina largueza, haber obtenido al Cordero que quita los pecados del mundo-. el pecado no puede separarnos de El, aun cuando un día cometiéramos miles y miles de veces diversos adulterios y homicidios" (???????)

El protestantismo, liderado por este hereje, perturbó la paz del mundo con guerras sangrientas de muchos años y hoy continúa en guerra a la Tradición Sagrada y a un desafío acérrimo a la eliminación de la relación con la Virgen María, que es un arma fija contra el diablo. El protestantismo es una de las burlas más grandes del diablo a la Iglesia de Dios. Es una institución de sectas sin jerarquía y sin raíces, que desprecian a la Madre de Dios ya  toda la familia celestial de Ángeles y Santos. Qué curiosa es tan conveniente desnudez, no es muy difícil discernir su origen.

 Pidámosle a los seguidores de Lutero su cuerpo incorrupto o las pruebas de milagros que haya podido hacer Dios por medio de él después de su muerte. No hay un solo líder protestante por distinguido que haya sido en sus errores cristianos, que haya muerto en olor de santidad como todos los doctores de la Iglesia Católica. No se puede lograr la incorruptibilidad del cuerpo sino por medio de la santidad que sólo se logra con la Eucaristía. Nuestra Iglesia Católica está urgida de una gran reevangelización de sus propios fieles.

 Son muchas las acechanzas contra la Iglesia Católica pero ninguna de estas amenazas podrá prevalecer contra ella pues es una promesa de Dios, y Dios no miente. La Iglesia Católica es una Iglesia cuya fundación está y estará establecida en la sangre de los mártires, comenzando con la del Cordero Celestial y siempre será perseguida.
 

Nuestro deber como soldados de Cristo es enfrentarnos a estas fuerzas de la Nueva Era y denunciarlas en cada oportunidad posible, siempre con el amor y la compasión que Cristo nos enseñó y continúa enseñando por medio de la vida de los Santos que nos dejan un legado de ejemplos de vida vivida en Cristo, por Cristo y para Cristo únicamente. La Iglesia mundial atea es promovida por la masonería directamente en las Naciones Unidas y es un hecho que ya está en marcha y con un presupuesto gigantesco.

Tenemos que postrarnos a reparar ante el Santísimo Sacramento por todos los sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos de todos los niveles, que están trayendo a las iglesias tan graves errores como todas las prácticas paganas, mágicas, esotéricas que hemos mencionado. Permanezcamos de rodillas lo más frecuentemente posible, para que estas almas no se pierdan y encuentren la luz antes de morir y sobre todo, para que no continúen sembrando estas semillas del mal dentro de la Iglesia ni en ninguna otra parte.
 

¡No hay tiempo que perder!!, Así como vemos con que afán se propagan las clases de yoga y las enseñanzas de todos estos errores, la proliferación de las sectas llamadas convenientemente "cristianas", debemos ponernos nosotros la armdura de Dios e irnos a defender nuestra fe, nuestras instituciones y a cuidar toda alma que se cruza en nuestro camino, llevando a Cristo Eucarístico cada vez más vivo y más permanente en nuestro corazón.Tenemos que llevar nosotros el testimonio de vida que demuestra que Jesús sí vence el vicio y el pecado, que Jesús ha transformado totalmente nuestra vida y que es El quien verdaderamente vive en nosotros y por eso superamos todos los vicios y estamos en una verdadera lucha para mantenernos fieles a los Mandatos Divinos, a pesar de nuestra pesada humanidad pecaminosa."

FUENTE: Los Católicos y el Impacto de la Nueva Era, Marino Restrepo. Cap 3.






martes, 30 de julio de 2013

EL VÍA CRUCIS

El Vía Crucis o Camino de la Cruz, es una de las formas más expresivas, más sólidas y extendidas de la devoción del pueblo cristiano a la Pasión de Cristo.

Desde los primeros siglos los peregrinos de Jerusalén veneraban los lugares santos, especialmente el Gólgota y el Sepulcro. Según las revelaciones de Dios a Santa Brígida, luego de la muerte de Cristo, el mayor consuelo de su Madre era recorrer los lugares de aquel sagrado camino regados con la sangre de su Hijo. La imposibilidad de ir a Jerusalén o el deseo de recordar con frecuencia en su propia tierra los momentos de la Pasión, hizo nacer en la cristiandad diversas formas de representar aquellos lugares para ser recorridos en una especie de peregrinación espiritual.

Su ejercicio tiene indulgencia plenaria cuando se hace ante estaciones legítimamente erigidas. Aunque es costumbre laudable leer un texto y rezar determinadas oraciones, puede hacerse meditando mentalmente lo que propone cada estación.

Dice San Bernardo: “No hay cosa tan eficaz para curar las llagas de nuestra conciencia y purgar y perfeccionar nuestra alma como la frecuente y continua meditación de las llagas de Cristo y de su Pasión y Muerte”.

Le dijo Jesús Misericordioso a Santa Faustina Kowalska: "Son pocas las almas que contemplan Mi Pasión con verdadero sentimiento; a las almas que meditan devotamente Mi Pasión, les concedo el mayor número de gracias".

Estaciones del Vía Crucis:

1ª: Jesús condenado a muerte.

2ª: Jesús con la cruz a cuestas.

3ª: Jesús cae por primera vez.

4ª: Jesús encuentra a su Madre.

5ª: El Cireneo ayuda a llevar la cruz.

6ª: La Verónica enjuga el rostro del Señor.

7ª: Jesús cae por segunda vez.

8ª: Jesús consuela a las santas mujeres.

9ª: Jesús cae por tercera vez.

10ª: Jesús es despojado de sus vestiduras.

11ª: Jesús es crucificado.

12ª: Jesús muere en la cruz.

13ª: Jesús en los brazos de su Madre.

14ª: Jesús es sepultado.

Modo de rezar el Vía Crucis:

Recorrer física o mentalmente las estaciones meditando un momento en cada una de ellas. Si queremos mientras meditamos en cada estación, podemos rezar alguna oración, por ejemplo un Padrenuestro, Avemaría y Gloria.


EL HERMANO ESTANISLAO (1903 - 1927)

A la edad de 18 años, un joven español ingresó al noviciado de los "HERMANOS DE LAS ESCUELAS CRISTIANAS", en Bugedo. En la vida religiosa, este joven tomó los votos de religión que son: el cumplimiento de los reglamentos; avanzar en la perfección cristiana; y alcanzar el amor puro. El mes de octubre de 1926, este hermano se ofreció a Jesús por medio de María Santísima. Poco después de haber hecho esta donación heroica de sí mismo, el joven religioso se enfermó y fue obligado a descansar. Murió santamente el mes de marzo, 1927. Según el maestro de novicios, este religioso era un alma escogida de Dios; y que recibía mensajes del Cielo. Los confesores del joven, así como los teólogos, reconocieron estos hechos sobrenaturales como actos insignes. El joven se llamaba Hermano Estanislao. El director espiritual del Hermano Estanislao le había ordenado escribir todas las promesas transmitidas por NUESTRO SEÑOR. Esto sería para el bien espiritual de los que fueran devotos al VÍA CRUCIS. Las promesas son las siguientes:

PROMESAS para los devotos del Vía Crucis

1.  Yo concederé todo cuanto se Me pidiere con fe, durante el Vía Crucis.

2.  Yo prometo la vida eterna a los que, de vez en cuando, se aplican a rezar el Vía Crucis.

3.  Durante la vida, Yo les acompañaré en todo lugar y tendrán Mi ayuda especial en la hora de la muerte.

4.  Aunque tuvieran más pecados que las hojas de la hierba que crece en los campos, y más que los granos de arena en el mar, todos serán borrados por medio de esta devoción al Vía Crucis. (Nota: Esta devoción no elimina la obligación de confesar los pecados mortales. Se debe confesar antes de recibir la Santa Comunión.)

5.  Los que acostumbran rezar el Vía Crucis frecuentemente, gozarán de una gloria extraordinaria en el Cielo.

6.  Después de la muerte, si estos devotos llegasen al Purgatorio, Yo los libraré de ese lugar de expiación, el primer martes o viernes después de morir.

7.  Yo bendeciré a estas almas cada vez que rezan el Vía Crucis; y mi bendición les acompañará en todas partes de la tierra. Después de la muerte, gozarán de esta bendición en el Cielo, por toda la eternidad.

8.  A la hora de la muerte, no permitiré que sean sujetos a la tentación del demonio. Al espíritu maligno le despojaré de todo poder sobre estas almas. Así podrán reposar tranquilamente en Mis Brazos.

9.  Si lo rezan con verdadero amor, serán altamente premiados. Es decir, convertiré a cada una de estas almas en Copón viviente, donde Me complaceré en derramar Mi Gracia.

10. Fijaré la mirada de Mis Ojos sobre aquellas almas que rezan el Vía Crucis con frecuencia y Mis Manos estarán siempre abiertas para protegerlas.

11. Así como Yo fui clavado en la Cruz, igualmente estaré siempre muy unido a los que Me honran, con el rezo frecuente del Vía Crucis.

12. Los devotos del Vía Crucis nunca se separarán de Mí porque Yo les daré la gracia de jamás cometer un pecado mortal.

13. En la hora de la muerte, Yo les consolaré con Mi presencia, e iremos juntos al Cielo. La muerte será dulce para todos los que Me han honrado durante la vida con el rezo del Vía Crucis.

14. Para estos devotos del Vía Crucis, Mi Alma será un escudo de protección que siempre les prestará el auxilio cuando recurran a Mí.


Concluimos que es muy beneficioso para nosotros y para nuestros hermanos, rezar el Vía Crucis no solo en tiempo de Cuaresma sino en todo tiempo.

(Aquí puede ver o descargar el Vía Crucis en presentaciones de PowerPoint)

(Puede escuchar o descargar el Vía Crucis en audio, haciendo clic aquí)


El Via Crucis

o Camino de la Cruz 

Oración para el comienzo 

Señor mío Jesucristo, que me invitas a tomar la Cruz y seguirte, caminando Tú delante para darme ejemplo, ilumina mi alma con la luz de tu gracia para que pueda meditar fructuosamente tus pasos dolorosos y aprenda a seguirte con decisión y coraje.

Madre de los Dolores, inspíranos los sentimientos de amor con que acompañaste en este camino de amargura a tu divino Hijo. Amén. 


Primera estación:
“Jesús condenado a muerte”
 


Está el injusto juez sentado en el tribunal, y a sus pies el Hijo de Dios, juez de vivos y muertos, las manos atadas como un delincuente, oyendo serenamente su sentencia de condenación. ¡Jesús mío querido! ¡Tú, autor de la vida, condenado a muerte! ¡Tú, inocencia y santidad, condenado a una muerte humillante, como el último malhechor! Qué amor tan grande el tuyo y qué ingratitud tan grande la mía, pues te condeno de nuevo cada día. Y ¿por qué? ¡Por seguir una mala inclinación, un interés mezquino o el temor a lo que digan los otros!

Perdóname, Jesús mío, y por ese tribunal injusto que soportaste, no permitas que caiga un día sobre mí la sentencia de muerte eterna, que merecían mis pecados. 

 



Segunda estación:
“Sale Jesús con la cruz a cuestas”
 


¡Y quieres, inocente Jesús mío, llevar Tú mismo, como otro Isaac, el instrumento del suplicio! ¡Estás exhausto de fuerzas! ¡Tus espaldas y hombros están doloridos y rasgados por los azotes! ¡La cruz es larga y pesada! Y cuánto no acrecientan todavía su peso mis iniquidades y las de todo el mundo... Sin embargo, la aceptas, y besándola la abrazas y llevas decididamente por mi amor.

Y yo, pecador, ¿aborreceré la ligera cruz que Dios me envía? ¿Pretenderé yo ir al cielo por los deleites y comodidades, yendo allá el inocentísimo Jesús por el dramático camino de la cruz?

Reconozco mi engaño, Salvador mío; envíame penas y tribulaciones, que resuelto estoy a sufrirlas con resignación y alegría, por amor de un Dios que tanto padeció por mí. 

 



Tercera estación:
“Jesús cae la primera vez”
 


No es extraño, Jesús mío, que sucumbas rendido al enorme peso de la cruz. Lo que me estremece es ver la inhumanidad con que te tratan. Hasta los mismos animales inspiran más compasión. Pero cae el Rey de los cielos y la tierra, quien sostiene el universo, y tus verdugos no se conmueven. Hay una malicia e insensibilidad que no parece humana, parece diabólica...

¿Y qué hacías, en qué pensabas entonces, Señor?. En ti pensaba, pecador, por ti sufría con paciencia lo que tú habías merecido. Para librarte de tus pecados he querido pasar estos momentos de dolor e ignominia. ¿No estás todavía satisfecho? ¿Quieres aún que continúe este camino que ya se me ha hecho tan largo? Aquí me tienes.

¡No, Jesús mío, no!; antes morir que volver a ofenderte. 

 



Cuarta estación:
“Jesús encuentra a su Madre”
 


¿Qué sentiste, Madre de dolores, al ver aquél espectáculo? Se ha dado sentencia de muerte sobre tu Hijo, los amigos lo han dejado solo y lo siguen a distancia, una multitud que se pliega a las burlas, injurias y blasfemias. Tu Hijo entre dos malhechores y la guardia romana. Cuando adolescente, perdido, lo buscaste con angustia, pero lo encontraste sano y salvo en el Templo. Ahora te lo llevan al sacrificio como a un cordero. ¡Qué distinto será! ¿Lo conoces, Madre? ¿Es ése tu Hijo, tu fiel reflejo, el más hermoso de los hijos de los hombres? ¿Es éste el esplendor de la gloria del Padre, la admiración de los ángeles? ¡Cómo ha cambiado todo! Ya no están los reyes ni los pastores ni los ángeles que celebraron su venida con himnos de alabanza. Ahora hay sudor y sangre en su rostro que no puedo secar y esa corona de espinas que no puedo quitarle...

¡María, mujer afligida entre todas las mujeres! ¡María, la del corazón y del amor inmaculado, tu dolor es tan grande como tu amor! ¡Qué serena fortaleza te da la unión a Dios! ¡Oh Jesús! ¡Oh María! Perdonad al verdadero causante de tanta aflicción y nunca me dejéis en el camino de mi cruz. 

 



Quinta estación:
“Jesús ayudado por el Cireneo”
 


Temiendo los judíos no se le muriese Jesús antes de llegar al Calvario, no por aliviarle, sino por el deseo que tenían de crucificarle, buscan quien le ayude a llevar la cruz, y no le encuentran. Había entonces en Jerusalén tantos millares de hombres, y sólo Simón Cireneo acepta este favor, y aun por fuerza.

¿Y así te desamparan, Jesús mío? ¿No fueron cinco mil los hombres que alimentaste con cinco panes en el desierto? ¿No son innumerables los ciegos, paralíticos y enfermos que sanaste? ¡Y nadie quiere llevar tu cruz! ¡Ni siquiera tus apóstoles, ni Pedro! ¡Y ella, no obstante, nos predica la amplitud de tu misericordia, la longitud de tu poder y la profundidad de tu sabiduría infinita! ¡Qué misterio incomprensible! Muchos admiran tus prodigios y tu doctrina, mas pocos gustan de padecer contigo.

Teman, pues, los que eluden la cruz, oyendo a Cristo que dice: “El que no carga la cruz y viene en pos de Mí, no puede ser mi discípulo.” 

 



Sexta estación:
“Verónica enjuga el rostro de Jesús”


 ¡Qué temple el de esta mujer! Aquel rostro, reflejo de un alma santísima y de la misma plenitud de la divinidad, está marcado por el cansancio, cubierto de polvo, sudor y sangre. Pero ella, en un arranque de nobleza, desafiando los peligros, se quita el pañuelo y le enjuga el rostro.

¡Cómo confunde esta mujer fuerte la cobardía de tantos cristianos que por respeto humano no se atreven a obrar bien! ¡Dichosa Verónica! Dios te premia ese gesto de grandeza de alma dejando su rostro estampado en el lienzo.

¿Quiero yo que Dios restaure mi alma con la imagen de su Hijo? Me venceré a mí mismo, despreciaré el respeto humano e imitaré el ejemplo de la Verónica. Quiero ser otro Cristo donde el Padre se complazca. 

 



Séptima estación:
“Jesús cae la segunda vez”
 


Cae el Señor segunda vez bajo la cruz; nuevas injurias y golpes, nueva crueldad de parte de los judíos; nuevos dolores y tormentos, nuevos rasgos de amor de parte de Jesús. Parece que el infierno desahoga contra Él todo su furor. Mas ¿qué hará el Señor? ¿Dejará la empresa comenzada? ¿Hará como nosotros, que a una ligera contradicción abandonamos el camino de la virtud? No. Bien podrán decirle: Si eres Hijo de Dios baja de la cruz, deja la cruz; por lo mismo que lo es, allí permanecerá, a ella se aferrará hasta morir.

¿Cuándo, Señor, imitaré tu heroica constancia? No siendo coronado sino el que combatiendo legítimamente persevere hasta el fin, ¿de qué me servirá abrazar la virtud y llevar la cruz solamente algunos días? Cueste, pues, lo que costare, quiero, con tu divina gracia, amarte y servirte hasta morir. 

 



Octava estación:
“Jesús consuela a las santas mujeres”
 


¡Qué amor tan ardiente! Los que sufren, piensan y hablan de sus penas. Pero Tú, olvidando tus agudos dolores, te acuerdas de nosotros. Hijas de Jerusalén, dice a las mujeres que compadecidas lo seguían llorando, no lloréis por Mí; llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos.

Pero ¿puede haber motivo más digno de llanto que la pasión y muerte de nuestro Redentor? Sí, hay cosa más digna de lágrimas, y de lágrimas eternas, y es el pecado. Pues el pecado es la única causa de la pasión y muerte tan ignominiosa; él es el origen y el colmo de todos los males; mal terrible, el único mal. ¡Y no obstante yo peco con tanta facilidad! ¡Y recaigo tan a menudo en el pecado! ¡Y paso tranquilo días, meses, años y hasta la vida entera, si no en el pecado, al menos en la tibieza y en la mediocridad! 

 



Novena estación:
“Jesús cae la tercera vez”
 


¿Qué es esto, Jesús mío? ¡En Ti fueron hechas todas las cosas, eres el recapitulador del universo, vencedor del poder del infierno y de la muerte, y te vemos nuevamente caído en tierra!

¿Y qué, hijo mío? ¿No has pecado más de dos o tres veces? ¿No recaes a diario, no eres inconstante en mi seguimiento? Hoy haces generosos propósitos y mañana ya están olvidados; ahora me entregas el corazón y un instante después te dejas ganar por los placeres de la carne, las frivolidades del mundo o los reclamos de tu amor propio. La historia de Pedro se repite en cada uno de los hombres. Por eso he caído por segunda y tercera vez, para expiar tus continuas recaídas. Caigo para que te levantes pronto del pecado, para que salgas de la tibieza, para que no te expongas de nuevo al peligro, para que no vayas a caer en el fuego inextinguible del infierno.

Gracias, Dios mío, por tu inefable bondad; y por esta tan dolorosa caída, dame fuerza, te lo suplico, para que me levante por fin de mi vida de pecado, y camine firme y constante en tu santo servicio. 

 



Décima estación:
“Jesús despojado de sus vestiduras”
 


Cuando te tratan una herida, por cuidado que tenga la más delicada madre, ¡qué dolor no sientes al curarte y vendarte! ¿Cuál sería el tormento de Jesús al quitarle las vestiduras y manipular ese cuerpo agobiado por el cansancio, herido por la flagelación y la fatiga del camino? Más aún, ¡te quitan los vestidos, Señor, y te exponen desnudo en medio de una multitud! ¿En qué pensabas, Jesús mío, frente a tantos agravios juntos?

En ti pensaba; en tus pecados de impureza y los de todo el mundo. En tantas faltas que desde la adolescencia comienzan a degradar a los hombres y los hacen ciegos e incapaces de los bienes del cielo. Sé cuánto te cuesta deshacerte de aquel mal hábito, privarte de aquel placer, separarte de aquella mala amistad. Todo esto te quería decir con aquellos profundos dolores que me afectaron el cuerpo y el alma.

¡Señor, qué inmensa caridad la tuya y qué grande insensibilidad la mía! Nunca más, Señor, renovar estos dolores con mis pecados. 

 



Undécima estación:
“Jesús clavado en la cruz”
 


¿Quién de nosotros tendría valor para sufrir que le atravesasen pies y manos con gruesos clavos? ¿Quién tendría ánimo para ver así atormentado incluso a su mayor enemigo? Pues este tormento padece Jesús por nuestro amor. Ya le tienden sobre la cruz, ya le clavan aquellas manos omnipotentes que tantas veces se habían levantado para sanar y bendecir, ya brota su preciosa sangre. Así, al golpeteo del martillo se va consumando el sacrificio del manso cordero que quita los pecados del mundo.

Ahí está también su Madre. Lo que Tú, Redentor mío, sufres visible e interiormente, Ella lo padece en su interior, pues siempre guardó tus cosas en su corazón.

Que no deje, Señor, de contemplarte, y de contemplar a tu Madre, y siempre recuerde que yo también he estado presente y he tenido mucho que ver en este doble sacrificio. 

 



Duodécima estación:
“Jesús muere en la cruz”


Contempla ahora a nuestro Cristo puesto en la cruz y seguirás oyendo y viendo cosas admirables. La cruz se convierte ahora en una cátedra, un púlpito de las más profundas enseñanzas y ejemplos.

Cuando todos esperaban insultos o quejidos, escuchan de sus labios: Perdónalos porque no saben lo que hacen. Lo ha dicho por los verdugos romanos, por los paganos, por los judíos entregadores  y todos los de su raza, por ti y por mí. Desde entonces tiene eficacia el perdón del sacerdote. Ahora el Señor se dirige a aquel hombre que estaba crucificado junto a Él, despreciado de la sociedad, a quien nadie valoraba ni acompañaba, para responder no tanto al pedido de sus palabras como a la sed de su corazón: Hoy estarás conmigo en el Paraíso. ¿Quién podrá desesperar si el ladrón confía? Pero ahí está su Madre y el único Apóstol fiel.Ahí tienes a tu hijo, ahí tienes a tu Madre.  En la prueba y el dolor descubrirás la necesidad de María; Ella estará siempre al pie de tu cruz.

¡Cuántas gracias han brotado de este monte! A través de ellas hemos llegado a la fuente misma: el sacrificio de Cristo. En este nuevo Templo de la humanidad puedes ver a la Víctima inmaculada  en el instante mismo del sacrificio de su alma y de su cuerpo: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?; Tengo sed. Ahora escucha al Sacerdote: Todo está consumado; Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.

Jesús mío, que nunca olvide este momento y te busque siempre en las fuentes del perdón y de la Eucaristía. 

 



Decimotercera estación:
“El descendimiento del Señor”
 


Tu Hijo ha muerto, Madre mía, mis pecados son los verdugos que le hicieron sufrir y le dieron muerte tan cruel. Sí, yo lo dejé solo en el huerto, yo lo condené en tres tribunales, yo lo he flagelado, yo he sido el peso de esa cruz y la agudeza de los clavos. Ese cuerpo tan hermoso, obra del Espíritu Santo que llevaste en tu seno, ahora lo recibes tan cambiado. Soy yo también quien atravesó tu corazón con una espada de dolor. ¿Dónde iré? ¿Dónde me ocultaré?

He pecado, Madre mía, como Pedro y como Judas. Pero he aprendido que siempre hay perdón si nos acercamos a tu Hijo. Una palabra suya bastará para sanarme. Sé además que Tú eres mi Madre y yo soy tu hijo. Jesús acaba de traspasar en mí los derechos que tenía a tu amor. Recíbeme, entonces, con el amor con que recibiste a tu Hijo hasta los últimos momentos de su vida. Me amparo, pues, en tus brazos con la más viva confianza. No me desprecies, refugio maternal de pecadores arrepentidos, y ampárame ahora y en la hora de mi muerte. 

 



Decimocuarta estación:
“Jesús puesto en el sepulcro”
 


José de Arimatea y Nicodemo, ungiendo el cuerpo con aromas, le ponen en un sepulcro nuevo, sellándolo con una losa de piedra.

¡Cuántos sentimientos se mezclan también ahora en el corazón de esa Madre admirable! Por un lado, los últimos recuerdos de la injusticia de los tribunales y los padecimientos de la cruz; por otro, el dolor de ya no verlo ni tocarlo. Pero es aún más fuerte en su alma el consuelo del valor infinito de este sacrificio. En la cruz ya se han visto los primeros brotes de una primavera inagotable que se extenderá por todos los siglos. Sabe Ella también que pronto el Señor ha de resucitar como primicia para todos los mortales. Aunque los demás duden, para Ella es una certeza del corazón, sostenida por la palabra misma de su Hijo. Feliz de Ti que has creído. Esa tumba es para Ti un nuevo seno materno, semejante al tuyo, de donde esperas que nazca como en los días de Belén, pero ahora con cuerpo glorioso.

¡Sepulcro afortunado, que encierras el cuerpo del Hijo de Dios y el corazón de su Madre, guarda también con esos tesoros mi pobre corazón! Sea éste para ti el sepulcro donde descanses; sean los puros afectos de mi alma los lienzos que te envuelvan y los aromas que te consuelen. Muera yo a las fascinaciones y vanidades del mundo para que, viviendo según el espíritu de tu Hijo, espere confiado la resurrección gloriosa y la vida eterna.