miércoles, 14 de diciembre de 2016

Contestando a las declaraciones de Mons. Marcelo Semerano sobre la comunion a los divorciados vueltos a casar.

La noticia que me hace empezar de esta guisa es, ni más ni menos, la de la abominable intervención de monseñor Marcello Semeraro, Obispo de la diócesis italiana de Albano y secretario del Consejo de Cardenales del Papa, que ha presentado en la Pontificia Universidad de Comillas, una conferencia para hablar sobre la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia. 

Como suelo hacer en algunos de mis escritos, voy a dar mi propia opinión en color rojo sobre el artículo, rebatiendo las palabras de monseñor Marcello, que a mi entender, distan mucho de la verdad y de la ley de Dios muy bien descrita en el decálogo, y que hasta un niño de primera comunión entendería. Su conferencia se centró en explicar “el discernimiento que deben llevar a cabo las personas divorciadas de un primer matrimonio católico y vueltas a casar civilmente de cara a la participación de la Eucaristía”. Vamos a ver, me pregunto si monseñor Semeraro tiene nociones de catecismo Astete, ya no hablo de documentos más elevados, sino de un simple compendio de lo más elemental que un cristiano debe conocer. El sexto mandamiento de la ley de Dios dice: “No cometerás actos impuros” y si uno tiene relaciones sexuales con alguien que no es su marido o su mujer, está cometiendo un pecado mortal contra la pureza, y por tanto, al ser mortal, no hay posibilidad de recibir la comunión EN NINGÚN CASO.  
Sigue diciendo Semeraro: 
“…distinguir los católicos casados de nuevo civilmente de los que están conviviendo con su pareja sin matrimonio civil”. Monseñor Semeraro olvida que, vivir en pareja, o lo que hoy llamamos “pareja de hecho” y vivir casado por lo civil, es exactamente lo mismo a los ojos de Dios: PECADO. 
El punto 298 de la Amoris Laetitita habla de una segunda unión consolidada en el tiempo, conocimiento de la irregularidad de su situación y gran dificultad para volver atrás sin sentir en conciencia que se cae en nuevas culpas. ¡Cuánta mentira, Dios Santo! Habla este punto de una “unión consolidada en el tiempo”……y yo pregunto ¿Quién garantiza que una unión no bendecida por el sacramento del matrimonio vaya a perdurar por siempre? ¿Quién es el que pone la mano en el fuego para decir que si me separé de un matrimonio canónico para unirme en unión civil, voy a ser luego fiel hasta la muerte, si he fallado en la oportunidad de un sacramento que me otorgaba gracia para confirmarme en esa fidelidad? ¿Dónde queda la indisolubilidad del matrimonio católico? ¿A dónde apuntan estas palabras? ¿A confiar más en la unión civil que en la gracia sacramental? ¡Tremendo!
Al casarse civilmente han dado un paso adelante y no pueden volver atrás. ¿Paso adelante casarse civilmente? ¿Qué pensará Dios de ese “paso adelante”? ¿Por qué motivos no pueden volver atrás? ¿Dónde queda el “vete y no peques más”? ¿Cristo pide imposibles al pecador? Su situación es distinta a las parejas que conviven puesto que no han dado ese paso adelante”. Su situación es idéntica a los ojos de Dios, es una situación de pecado mortal, y lo único que la hace diferente es que  a nivel legal y de cara a la sociedad, son personas casadas, pero esa “legalidad” lo es solamente para el mundo, nunca para Dios, y repito, eso no garantiza en nada que ese matrimonio civil vaya a perdurar permanentemente. 
El obispo matizó que, al dar ese paso adelante, consolidar un matrimonio civil, con nuevos hijos, con probada fidelidad, entrega generosa, compromiso cristiano, piden  ayuda y orientación en su situación”. Más de lo mismo. ¿Probada fidelidad, si han faltado a la fidelidad del sacramento que es la gracia que Dios da a los contrayentes para poder ser fieles? ¿Consolidación de un matrimonio civil porque hay hijos de por medio? ¿Y los hijos, si los hubo, del matrimonio canónico? ¿Esos no merecen que sus padres sean fieles? ¿Sólo lo merecen los de la unión civil? ¿”Entrega generosa y compromiso cristiano”? No sé yo de qué generosidad estamos hablando si han sido unos egoístas al dejar a su verdadero cónyuge para unirse con otro que no lo es, y no sé de que tipo de compromiso cristiano pueden hablar, cuando el compromiso que se dieron en el altar al recibir un sacramento, lo han roto. Palabras y más palabras, falsedades y mentiras envueltas de falsa misericordia.
Continúa Semararo: “si, tras un reflexionado discernimiento y con ayuda de la dirección espiritual,  se llega a la conclusión que algunas de estas personas pueden comulgar ¿deben vivir como hermano y hermana o pueden seguir manteniendo relaciones conyugales? Marcello Semeraro explicó que en este punto, Amoris Laetitia da un paso sobre la Familiaris Consortio,  la exhortación apostólica que escribió san Juan Pablo II sobre la unidad familiar.  “¿Qué significaría que vivan como hermano y hermana personas que tienen hijos? Está enmendándole la plana a la Encíclica Familiaris Consortio, en la que explícitamente se dice eso, que ellos, deben vivir como hermano y hermana. ¿No se dan casos entre verdaderos matrimonios canónicos en los que por diversas y graves circunstancias, como enfermedad, precariedad grave u otras circunstancias serias, los esposos se abstienen  de tener relaciones, y eso no afecta en absoluto a esos hijos que tiene el matrimonio? ¿Acaso los hijos sustentan su equilibrio en base a que sus progenitores tengan relaciones sexuales, o en que en el hogar haya un clima de respeto y en ser tratados con amor y consecuentemente reciban una buena educación?  
“El paso que da adelante Amoris Laetitia con respecto a Familiares Consortio es que puedan expresar su afecto en su situación, y aquí es donde entraría el acompañamiento y la guía del director espiritual”, afirmó el secretario del Consejo de Cardenales. Osea, que estamos ya en el meollo de la cuestión: Según Semeraro, “PUEDEN EXPRESAR SU AFECTO EN SU SITUACIÓN”, o lo que es lo mismo, se les permite incurrir en pecado mortal. Entonces, según discernimiento de un “director espiritual” se les permitiría o no recibir la Eucaristía. Yo espero que haya muchos directores espirituales de verdad, que usen de la “objeción de conciencia” para no tener que lidiar con estas mentiras y abominaciones de discernir si uno en pecado mortal puede o no comulgar. Porque la duda no existe: materia grave, pleno conocimiento y plena advertencia. Eso es pecado mortal y por tanto, no hay duda sobre ello: No se puede recibir a Cristo en la Eucaristía en estos casos y punto.
Y añadió: No es una relación hermano y hermana, sino conyugal. Son personas que tienen hijos y tienen entre ellos una responsabilidad en su relación. Gaudium et spes (la constitución pastoral que escribió el beato Pablo VI sobre la alegría y la esperanza) dice que aquellos matrimonios que se abstienen de tener relaciones conyugales ponen en peligro su relación, pudiendo cometer infidelidades”. Otras mentiras más. Vamos por partes. Dice que no es una relación entre hermano y hermana, sino conyugal. ¿En base a qué dice eso monseñor? ¿En base a que tienen hijos? Pues por esa regla de tres, cualquier hombre o mujer que viva promiscuamente, y tenga hijos de relaciones distintas, podría vivir en cada una de ellas una “relación conyugal”, pues en sus propias palabras, tienen entre ellos una responsabilidad en su relación por tener hijos en común ¿no es eso lo que se desprende de sus palabras? 
En cuanto a lo que dice en referencia a la Gaudium et spes, es muy torticera la frase que monseñor expresa. La encíclica  está hablando de matrimonios verdaderos, matrimonios canónicos, y se hace referencia a los casos en que por desidia u otras razones, se dejan de tener relaciones dentro del propio matrimonio, lo cual podría derivar en adulterio, precisamente el pecado que cometen aquellas personas por quienes ahora están abogando pidiendo ser admitidos al sacramento de la Eucaristía. ¿Ven ustedes el engaño? ¿Ven ustedes cómo están tratando de torcer la verdad para que libremente se pueda profanar a Dios dando la comunión a los adúlteros? 
Durante su conferencia, monseñor Marcello Semeraro recordó que fue san Juan Pablo II quien impulsó el discernimiento, en el punto 84 de la Familiaris Consortio (la unión familiar) titulado “divorciados y casados de nuevo”. En éste, el papa Wojtyla pide a toda la comunidad cristiana que “ayude a los divorciados, procurando con solícita caridad que no se consideren separados de la Iglesia, pudiendo y aun debiendo, en cuanto bautizados, participar en su vida”. Hay que recordar a monseñor que precisamente eso lo dijo san Juan Pablo II. Pero parece que ahora, con Amoris Laetitia hemos traspasado la raya, y ya no solamente hay que ser caritativos con estas personas, ahora, hay que permitirles como bautizados, no solo lo que decía el Papa Wotjtyla, participar de la escucha de la palabra de Dios. Ahora, según Amoris Laetitia, ellos deben poder comulgar si lo estiman oportuno. Una descontextualización muy perversa, por cierto. 
Después de afirmar todas estas barbaridades, utiliza el “double mind” tan típico  y dice: “La Iglesia, no obstante, fundándose en la Sagrada Escritura, reafirma su praxis de no admitir a la comunión eucarística a los divorciados que se casan otra vez. Son ellos los que no pueden ser admitidos, dado que su estado de vida contradice objetivamente la unión de amor entre Cristo y la Iglesia, significada y actualizada en la Eucaristía. Hay además otro motivo pastoral: si se admitieran estas personas a la Eucaristía, los fieles serían inducidos a error y confusión acerca de la doctrina de la Iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio”. Monseñor entra en contradicción. No hay forma humana de entender toda esta sarta de engaños. ¿Cuándo, según monseñor, cuándo, según Amoris Laetitia, se puede y cuándo no, dar la comunión a un divorciado conviviendo maritalmente con una persona que no es su cónyuge? ¿No es suficientemente claro que no se puede y que así lo sabemos desde siempre? ¿Qué interés tienen estos divorciados y vueltos a casar de recibir a Cristo en la Eucaristía, si lo que profesan con su vida es contrario a los preceptos de ese mismo Señor a quien pretenden recibir? ¿ No dijo Cristo que quien mire a una mujer en su interior deseándola ya adulteró con ella? ¿No muere San Juan Bautista por denunciar el adulterio de Herodes con Herodías, esposa de su hermano? ¿No mueren San Juan Fisher y Santo Tomás Moro por la misma situación de otro monarca, Enrique VIII? ¿Qué pueden alegar contra estos hechos estos malos ministros que quieren hacer caer a eterna condenación a aquellas almas que no quieren cambiar de conducta y acallan su mala conciencia refrendándose en estos falsos pastores? ¿Qué obscuros deseos les mueven para querer que otros coman y beban su propia condenación?
Recuerdo muy bien, cuando en mis inicios en la defensa de la vida, estudiando cómo se logró introducir el aborto en España, lo primero que se buscó fue la manera de hacer sentir pena por la mujer en distintos casos, como el de la violación, o el de la malformación del feto, o los problemas psíquicos derivados de tener un embarazo indeseado. Estos eran los “primeros tres supuestos”, y la gente se los tragó. Fue la primera ley, LA LEY COLADERO, la ley a la que cualquiera se podía acoger, pues era fácil engañar y decir que por causa del embarazo y dificultades en la vida, el bebé que venía en camino traía nuevos problemas psíquicos a la madre. Basándose en mentiras, edificaron una “verdad” y sacaron la ley inicua del aborto no penalizado. Ahora tenemos una de las leyes más permisivas del mundo, y se esgrime ya como derecho, lo que antes era penalizable.
En este sentido, creo que hemos llegado a un punto muy similar en la Iglesia con Amoris Laetitia. Ellos han creado una “pastoral coladero”, es decir, una pastoral permisiva “en ciertos casos”, como en los inicios de la ley del aborto, a la cual se podrán acoger, según criterios diversos y según “acompañamientos y direcciones espirituales laxas” aquellos que lo deseen, y lograrán comulgar todos los divorciados vueltos a casar que así lo quieran. Habrán conseguido lo mismo que se logró con el aborto en su momento; convertir en derecho lo que siempre fue, es y será en la Iglesia un sacrilegio: comulgar en pecado mortal.
Finalmente en esta presentación también intervinieron el arzobispo de Madrid, monseñor Carlos Osoro, el cardenal Lluís Martínez Sistach; el rector de la Universidad Pontificia de Comillas, el padre jesuita Julio Martínez y el profesor de teología pastoral de Comillas Pablo Guerrero.
Guerrero afirmó que ” la novedad de Amoris Laetitia es que no cambia nada en temas de doctrina pero cambia todo, porque una cosa es el depósito de la fe y otra como se adapta. Esta exhortación apostólica del Papa es fruto de dos sínodos de obispos. ¿Cómo es que algunos ponen todavía en tela de juicio que la Amoris Laetitia no es un documento pontificio, del magisterio de la Iglesia?”

Nos han tratado de marcar unos cuantos goles, sí señor, y de los que enfurecen de alegría a los hinchas. Pero, amigos, todos estos goles han sido marcados a fuerza de engaños, a fuerza de zancadillas al contrario, a fuerza de taparles los ojos a los linieres para que no saquen las tarjetas que tienen que sacar cuando hay alguna falta, o penalti. Gracias a Dios, hay personajes de prestigio que tras revisar despacito y con “moviola” todos los aspectos y los puntos de Amoris Laetitia, han levantado la voz alertando de las dobles interpretaciones que se pueden hacer de dicha exhortación y de lo peligroso que puede resultar este hecho. La callada por respuesta ha sido su pan, como era de esperar.

Montserrat Sanmartí
  

2 comentarios:

  1. Muy señor mio la ley de Dios no es la ley estricta que a veces hacemos los humanos como hacían en tiempos de Jesús los escribas y fariseos. La ley de Dios es para nosotros el mensaje de Salvación de Jesús tal y como aparece en los Evangelios canónicos.
    Seguir a Jesús muy señor mío no es segur una ley canónica , es seguir a una persona y hacer vida el Evangelio.
    Desde un espíritu cristiano es muy difiícil entender sus criticas y sus palabras vacías de fraternidad cristiana y respeto y amor a un hermano en la fe.

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  2. Pero aún cuando nosotros mismos o un ángel del cielo os anunciará un evangelio distinto del que os hemos anunciado, ¡sea anatema! (Gal.1,8)

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