viernes, 29 de marzo de 2013

HUMILDAD y ACCIÓN PROFÉTICA


Nada de lo hecho por Nuestro Señor resulta ser indiferente o prescindible, menor o sin importancia. Absolutamente todo lo registrado en los Cuatro Evangelios forma parte de aquellas cosas que Dios ha querido que llegaran hasta nosotros y que fueran, además de sabidas, guardadas por aquellos que se llaman discípulos de Cristo.
El episodio del Lavatorio de los Pies de los Apóstoles, durante la Última Cena, constituye, como se ve en el Evangelio de San Juan, una Acción Profética. Inmediatamente después de esa acción se sigue un discurso que consta, como si dijéramos, de tres partes; y esto es así siempre en San Juan, que utiliza un sistema narrativo que incluye signos y discursos.
Es indudable que el lavatorio de los pies, como toda acción profética, pretende transmitir un significado. Acerca de cuál es el sentido principal en este gesto, según los distintos criterios de los comentaristas, se ofrecen varias posibilidades.
a)    Sentido moralizante: un ejemplo de humildad abnegada.
b)    La purificación de los discípulos en virtud de la palabra de Jesús.
c)    Un simbolismo sacramental: alusión a la Eucaristía o al bautismo o a ambos a la vez.
d)    Simbolismo de la muerte y resurrección de Cristo.

“Y mientras cenaban, cuando el diablo había ya puesto en el corazón de Judas, el Iscariote, hijo de Simón, el entregarlo,…”
“Tres veces se alude a la traición de Judas a lo largo del lavatorio. Una al principio (13, 2), otra al medio (13, 11) y otra al final (13, 18).
La luz va a brillar más en contraste con las tinieblas. Cuanto más densa es la tiniebla, más resalta el triunfo de la luz.
Judas-judíos-Judea son un campo semántico de indiscutible certidumbre y esto nos es otra cosa que constatar un hecho. Ese campo semántico y los individuos que en él se integran son instrumentos del enemigo en aquella coyuntura. Son más que eso: SON EL ENEMIGO.
Judas se ha hecho servidor del dinero, el dios a quien adoraban las estructuras mercantiles del templo. Pertenece totalmente a la codicia de este mundo que no puede recibir a Jesús.”
“Judas entrega a Jesús. En realidad, todos le entregan. Satanás le entrega a Jesús a Judas. Judas se lo entrega a los sacerdotes (13, 2); éstos lo entregan a Pilatos (18, 30); Pilato a los verdugos (19, 16). San Juan, en cambio, nos hace ver que es Jesús el que se ha entregado antes. Este dato es importante y a tener muy en cuenta en atención a la PROFUNDA SIGNIFICACIÓN del Acto Profético que Jesús lleva a cabo; que eso es el Lavatorio de los Pies.”
“Sabiendo que su Padre todo se lo había dado a Él en las manos, que había venido de Dios y que a Dios volvía…”
Como puede verse el estilo es solemne y se ve la plena conciencia de Jesús que sabe de dónde viene y a dónde va. No es un juguete a merced de un destino ciego. Está seguro de su itinerario y del sentido de su Muerte Redentora.
Esas manos en las que reposa todo el poder del Padre, se van a ocupar en el humilde ministerio de lavar los pies. Esas mismas Manos que serán más tarde perforadas por unos clavos.
“Se levantó de la mesa, se quitó el manto, y se ciñó un lienzo. Luego, habiendo echado agua en lebrillo, se puso a lavar los pies de sus discípulos y a enjugarlos con el lienzo con que estaba ceñido.”
Leamos con especial atención el texto que sigue:
“Cuidadosamente escoge sus verbos el evangelista. Se quitó el manto. Utiliza el mismo verbo griego -tiqevnai- que usó para hablar de cómo Jesús depone su vida. No es un verbo griego que se utilice para quitarse uno los vestidos. Cuando se los vuelva a poner se utiliza el verbo lambavnein que es el mismo que se usa en 10, 17-18 para recobrar la vida. Jesús se quita la vida y la recobra, lo mismo que depone el manto y se lo vuelve a poner. En este tipo de acciones proféticas como las de Jeremías o Ezequiel, los elementos usados adquieren una dimensión simbólica. El lavatorio de pies significa la muerte y resurrección de Jesús. Antes de que los soldados le despojen de los vestidos, Jesús se ha despojado de ellos voluntariamente. Nadie le quita la vida, Él la da (10, 17). La sucesión de verbos es semejante a la del relato de la Eucaristía.”
Correspondiendo a la doble acción de deponer y tomar el manto, está la acción de levantarse de la mesa y volver a sentarse. ¿Simboliza el momento de volverse a sentar junto al Padre, después de haberse puesto a los pies de los hombres para redimirles? En todo caso, no carece de significado, como hemos dicho al principio de este artículo.
“Al llegar a Simón Pedro, éste le dijo:
-Señor, ¿Tú lavarme los pies a mí?
Jesús contestó:
-Lo que hago no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde.”
El diálogo con Pedro va a ser la clave para el significado PRINCIPAL del pasaje. Vemos a Pedro impulsivo, como siempre, y notamos la habilidad de Juan para mezclar la psicología con la simbología. El modo impulsivo de Pedro en el relato Joánico coincide con lo que sabemos de él por los otros tres evangelios.
“La respuesta del Señor a Pedro nos introduce en un significado misterioso de la acción de Jesús, que sólo podrá ser comprendido más tarde, cuando el Espíritu Santo los lleve a la verdad completa y les recuerde todo lo que el Señor les había dicho. Evidentemente que tiene que tratarse de algo más profundo que una mera lección de humildad y servicialidad que hubiera podido ser entendida por los discípulos en aquel mismo momento. Son continuas las alusiones de San Juan a un momento interpretativo situado en el futuro en un contexto post-pascual.”
“Le dijo Pedro:
-No me lavarás los pies jamás.
Le respondió Jesús:
-Si no te lavo, no tienes parte conmigo.”
Esta frase de Jesús es la clave para comprender el significado teológico del lavatorio. Hace posible que los discípulos reciban la herencia (literalmente: “tener parte con”). La humillación de Jesús es causa de salvación para quienes se dejan lavar, se dejan salvar por Él.
“Pedro rechaza la oferta de Jesús no sólo porque le resulte inadmisible ver a Jesús a sus pies, sino porque rechaza la Cruz. Esta frase estaría en paralelo con la de San Marcos 8, 32, cuando Pedro rechaza la primera predicción de la Pasión. Como entonces, también ahora el Señor se muestra firme con Pedro, y le dice que si no acepta la salvación que viene de la Cruz, no puede tener parte en la herencia.”
¡Vaya si aquí hay un profundo significado teológico que supera largamente una mera referencia moralizante a la HUMILDAD!

“Le dijo Simón Pedro:
-Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.”
Parece un malentendido. Pedro no ha comprendido lo que Jesús quería decirle. Si el lavado permite compartir la herencia, Pedro parece pensar que cuanto más se deje lavar, más herencia tendrá. La simpleza de Pedro permite que Jesús, tomando de nuevo la palabra, explique el significado profundo de lo que ha realizado. No me parece posible que, pese a la gravedad de la hora de inminente angustia y sufrimientos, Nuestro Señor no se haya al menos sonreído de esta reacción de Pedro, de su simpleza y cortedad de entendederas.
Sonriendo, como creemos, o no,
“Jesús le dijo:
- Quien está bañado no necesita lavarse. Está todo limpio. Y vosotros estáis limpios, aunque no todos.
Es que sabía quién le iba a entregar, por eso dijo: “No estáis todos limpios”.
Aunque Judas se haya bañado y le hayan lavado los pies, no está limpio. Es él mismo quien se ha excluido de recibir en sí el efecto del lavatorio.
“Cuando acabó de lavarles los pies, tomó su manto, volvió a ocupar su puesto y les dijo:
-¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros?”
“Termina la acción profética con el doble gesto de Jesús que vuelve a tomar el manto (la vida) y vuelve a ocupar su puesto (de donde salió para su propia humillación). Jesús toma la palabra. El discurso que pronuncia da una segunda interpretación a la acción profética, una explicación que los apóstoles son capaces de comprender en el acto.
Y aquí sí plenamente está la referencia de su humillación, pero de una humillación redentora.”
Sin la primera interpretación caeríamos en un simple moralismo, en el que Jesús se limitaría a ser solamente ejemplo de virtudes; en este caso de la humildad que nosotros podríamos imitar sin más. Y no es así. Para poder lavar los pies a los demás, primero debemos dejarnos lavar de nuestro orgullo, nuestra autosuficiencia. Pero sin la segunda interpretación, el lavatorio podría quedarse en un simple rito que no nos cambia interiormente.
“Vosotros me llamáis “Maestro” y “Señor”, y con razón, pues lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros.”
“Porque os dejo un ejemplo para que hagáis igual que yo he hecho con vosotros.”
Jesús realizó este tipo de acciones proféticas muchas veces durante el transcurso de su vida entre los hombres. Luego, no podemos limitarnos únicamente a un moralismo estrecho, aunque obviamente es cierto que el cristiano debe imitar las acciones de Jesús, el estilo de vida de Jesús, desde el espíritu en el que Jesús actuó.
Esta acción con la cual Nuestro Señor no crea un nuevo Sacramento (se trata de un Sacramental), sin embargo tiene una enorme profundidad teológica; una misteriosa significación que es asequible al conocimiento humano como hemos visto a lo largo de este ya largo escrito.

 Humildad es, en realidad, ponerse de rodillas ante la Verdad, y enseñar que fuera de la misma nadie se salva;

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