Nada
de lo hecho por Nuestro Señor resulta ser indiferente o prescindible,
menor o sin importancia. Absolutamente todo lo registrado en los Cuatro
Evangelios forma parte de aquellas cosas que Dios ha querido que
llegaran hasta nosotros y que fueran, además de sabidas, guardadas por
aquellos que se llaman discípulos de Cristo.
El
episodio del Lavatorio de los Pies de los Apóstoles, durante la Última
Cena, constituye, como se ve en el Evangelio de San Juan, una Acción
Profética. Inmediatamente después de esa acción se sigue un discurso que
consta, como si dijéramos, de tres partes; y esto es así siempre en San
Juan, que utiliza un sistema narrativo que incluye signos y discursos.
Es
indudable que el lavatorio de los pies, como toda acción profética,
pretende transmitir un significado. Acerca de cuál es el sentido
principal en este gesto, según los distintos criterios de los
comentaristas, se ofrecen varias posibilidades.
a) Sentido moralizante: un ejemplo de humildad abnegada.
b) La purificación de los discípulos en virtud de la palabra de Jesús.
c) Un simbolismo sacramental: alusión a la Eucaristía o al bautismo o a ambos a la vez.
d) Simbolismo de la muerte y resurrección de Cristo.
“Y mientras cenaban, cuando el diablo había ya puesto en el corazón de Judas, el Iscariote, hijo de Simón, el entregarlo,…”
“Tres
veces se alude a la traición de Judas a lo largo del lavatorio. Una al
principio (13, 2), otra al medio (13, 11) y otra al final (13, 18).
La luz va a brillar más en contraste con las tinieblas. Cuanto más densa es la tiniebla, más resalta el triunfo de la luz.
Judas-judíos-Judea
son un campo semántico de indiscutible certidumbre y esto nos es otra
cosa que constatar un hecho. Ese campo semántico y los individuos que en
él se integran son instrumentos del enemigo en aquella coyuntura. Son
más que eso: SON EL ENEMIGO.
Judas
se ha hecho servidor del dinero, el dios a quien adoraban las
estructuras mercantiles del templo. Pertenece totalmente a la codicia de
este mundo que no puede recibir a Jesús.”
“Judas
entrega a Jesús. En realidad, todos le entregan. Satanás le entrega a
Jesús a Judas. Judas se lo entrega a los sacerdotes (13, 2); éstos lo
entregan a Pilatos (18, 30); Pilato a los verdugos (19, 16). San Juan,
en cambio, nos hace ver que es Jesús el que se ha entregado antes. Este
dato es importante y a tener muy en cuenta en atención a la PROFUNDA
SIGNIFICACIÓN del Acto Profético que Jesús lleva a cabo; que eso es el
Lavatorio de los Pies.”
“Sabiendo que su Padre todo se lo había dado a Él en las manos, que había venido de Dios y que a Dios volvía…”
Como
puede verse el estilo es solemne y se ve la plena conciencia de Jesús
que sabe de dónde viene y a dónde va. No es un juguete a merced de un
destino ciego. Está seguro de su itinerario y del sentido de su Muerte
Redentora.
Esas
manos en las que reposa todo el poder del Padre, se van a ocupar en el
humilde ministerio de lavar los pies. Esas mismas Manos que serán más
tarde perforadas por unos clavos.
“Se
levantó de la mesa, se quitó el manto, y se ciñó un lienzo. Luego,
habiendo echado agua en lebrillo, se puso a lavar los pies de sus
discípulos y a enjugarlos con el lienzo con que estaba ceñido.”
Leamos con especial atención el texto que sigue:
“Cuidadosamente
escoge sus verbos el evangelista. Se quitó el manto. Utiliza el mismo
verbo griego -tiqevnai- que usó para hablar de cómo Jesús depone su
vida. No es un verbo griego que se utilice para quitarse uno los
vestidos. Cuando se los vuelva a poner se utiliza el verbo lambavnein
que es el mismo que se usa en 10, 17-18 para recobrar la vida. Jesús se
quita la vida y la recobra, lo mismo que depone el manto y se lo vuelve a
poner. En este tipo de acciones proféticas como las de Jeremías o
Ezequiel, los elementos usados adquieren una dimensión simbólica. El
lavatorio de pies significa la muerte y resurrección de Jesús. Antes de
que los soldados le despojen de los vestidos, Jesús se ha despojado de
ellos voluntariamente. Nadie le quita la vida, Él la da (10, 17). La
sucesión de verbos es semejante a la del relato de la Eucaristía.”
Correspondiendo
a la doble acción de deponer y tomar el manto, está la acción de
levantarse de la mesa y volver a sentarse. ¿Simboliza el momento de
volverse a sentar junto al Padre, después de haberse puesto a los pies
de los hombres para redimirles? En todo caso, no carece de significado,
como hemos dicho al principio de este artículo.
“Al llegar a Simón Pedro, éste le dijo:
-Señor, ¿Tú lavarme los pies a mí?
Jesús contestó:
-Lo que hago no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde.”
El
diálogo con Pedro va a ser la clave para el significado PRINCIPAL del
pasaje. Vemos a Pedro impulsivo, como siempre, y notamos la habilidad de
Juan para mezclar la psicología con la simbología. El modo impulsivo de
Pedro en el relato Joánico coincide con lo que sabemos de él por los
otros tres evangelios.
“La
respuesta del Señor a Pedro nos introduce en un significado misterioso
de la acción de Jesús, que sólo podrá ser comprendido más tarde, cuando
el Espíritu Santo los lleve a la verdad completa y les recuerde todo lo
que el Señor les había dicho. Evidentemente que tiene que tratarse de
algo más profundo que una mera lección de humildad y servicialidad que
hubiera podido ser entendida por los discípulos en aquel mismo momento.
Son continuas las alusiones de San Juan a un momento interpretativo
situado en el futuro en un contexto post-pascual.”
“Le dijo Pedro:
-No me lavarás los pies jamás.
Le respondió Jesús:
-Si no te lavo, no tienes parte conmigo.”
Esta
frase de Jesús es la clave para comprender el significado teológico del
lavatorio. Hace posible que los discípulos reciban la herencia
(literalmente: “tener parte con”). La humillación de Jesús es causa de salvación para quienes se dejan lavar, se dejan salvar por Él.
“Pedro
rechaza la oferta de Jesús no sólo porque le resulte inadmisible ver a
Jesús a sus pies, sino porque rechaza la Cruz. Esta frase estaría en
paralelo con la de San Marcos 8, 32, cuando Pedro rechaza la primera
predicción de la Pasión. Como entonces, también ahora el Señor se
muestra firme con Pedro, y le dice que si no acepta la salvación que
viene de la Cruz, no puede tener parte en la herencia.”
¡Vaya si aquí hay un profundo significado teológico que supera largamente una mera referencia moralizante a la HUMILDAD!
“Le dijo Simón Pedro:
-Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.”
Parece
un malentendido. Pedro no ha comprendido lo que Jesús quería decirle.
Si el lavado permite compartir la herencia, Pedro parece pensar que
cuanto más se deje lavar, más herencia tendrá. La simpleza de Pedro
permite que Jesús, tomando de nuevo la palabra, explique el significado
profundo de lo que ha realizado. No me parece posible que, pese a la
gravedad de la hora de inminente angustia y sufrimientos, Nuestro Señor
no se haya al menos sonreído de esta reacción de Pedro, de su simpleza y
cortedad de entendederas.
Sonriendo, como creemos, o no,
“Jesús le dijo:
- Quien está bañado no necesita lavarse. Está todo limpio. Y vosotros estáis limpios, aunque no todos.
Es que sabía quién le iba a entregar, por eso dijo: “No estáis todos limpios”.
Aunque
Judas se haya bañado y le hayan lavado los pies, no está limpio. Es él
mismo quien se ha excluido de recibir en sí el efecto del lavatorio.
“Cuando acabó de lavarles los pies, tomó su manto, volvió a ocupar su puesto y les dijo:
-¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros?”
“Termina
la acción profética con el doble gesto de Jesús que vuelve a tomar el
manto (la vida) y vuelve a ocupar su puesto (de donde salió para su
propia humillación). Jesús toma la palabra. El discurso que pronuncia da
una segunda interpretación a la acción profética, una explicación que
los apóstoles son capaces de comprender en el acto.
Y aquí sí plenamente está la referencia de su humillación, pero de una humillación redentora.”
Y aquí sí plenamente está la referencia de su humillación, pero de una humillación redentora.”
Sin
la primera interpretación caeríamos en un simple moralismo, en el que
Jesús se limitaría a ser solamente ejemplo de virtudes; en este caso de
la humildad que nosotros podríamos imitar sin más. Y no es así. Para
poder lavar los pies a los demás, primero debemos dejarnos lavar de
nuestro orgullo, nuestra autosuficiencia. Pero sin la segunda
interpretación, el lavatorio podría quedarse en un simple rito que no
nos cambia interiormente.
“Vosotros
me llamáis “Maestro” y “Señor”, y con razón, pues lo soy. Pues si yo,
el Señor y el Maestro os he lavado los pies, también vosotros debéis
lavaros los pies unos a otros.”
“Porque os dejo un ejemplo para que hagáis igual que yo he hecho con vosotros.”
Jesús
realizó este tipo de acciones proféticas muchas veces durante el
transcurso de su vida entre los hombres. Luego, no podemos limitarnos
únicamente a un moralismo estrecho, aunque obviamente es cierto que el
cristiano debe imitar las acciones de Jesús, el estilo de vida de Jesús,
desde el espíritu en el que Jesús actuó.
Esta
acción con la cual Nuestro Señor no crea un nuevo Sacramento (se trata
de un Sacramental), sin embargo tiene una enorme profundidad teológica;
una misteriosa significación que es asequible al conocimiento humano
como hemos visto a lo largo de este ya largo escrito.Humildad es, en realidad, ponerse de rodillas ante la Verdad, y enseñar que fuera de la misma nadie se salva;
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