De Cristopher Fleming para Tradición Digital
En mis discusiones con neo-católicos, que
son más frecuentes de lo que desearía, me encuentro con una realidad
terrible. La mayoría de “católicos” de hoy en día profesan una religión
distinta de la mía. Sí, una religión distinta. Suena chocante, y lo es,
pero es la conclusión a la que he llegado tras varios años de
perplejidad.
Antes no podía entender como personas que
se declaraban católicas podían justificar cosas que hace tan sólo 60
años todos los católicos hubieran considerado un sacrilegio. Los
ejemplos son evidentes: la comunión de pie y en la mano, los sacerdotes y
religiosos vestidos (o mejor dicho, disfrazados) como laicos, las guitarras y la música de la farándula en los templos, los llamados ministros extraordinarios de la comunión (que de “extraordinarios” tienen sólo el nombre, porque ahí están día tras día), la Santa Misa convertida en un circo, supuestamente para atraer a los niños, y un largo etcétera.
Pero, como cabe esperar, la división no
es meramente en lo exterior, en los signos. Los signos son el reflejo de
algo más profundo, de una realidad interior. Por eso, debajo de su
liturgia mundana y protestantizada los neo-católicos tienen una fe
mundana y protestantizada. Lo he comprobado una y otra vez con mis
interlocutores neo-católicos. Al tocar cuestiones de fe lo normal es que
no estamos de acuerdo en muchas cosas. Igual puedo estar un 80% de
acuerdo con un neo-católico en materia doctrinal, pero todo lo que no es
un 100% significa que no hay unidad de fe. No me refiero a temas
opinables, como el limbo de los niños o revelaciones privadas, sino a
cuestiones que la Iglesia ha aclarado de manera definitiva y por tanto
infalible. Si la fe católica fuera como un Seat Ibiza, y, por ejemplo,
la doctrina sobre el reinado social de Jesucristo fuera el aire
acondicionado opcional, un “extra” más, daría igual si algunos católicos
no creyeran en esa doctrina. Sin embargo, para el católico no hay
doctrina “opcional”. La fe católica es un paquete completo; son
lentejas, las tomas o las dejas. La razón es que todo lo que enseña la Iglesia de manera infalible es Revelación Divina, y dudar de un sólo punto de la Revelación Divina es dudar de Dios.
Ofrezco una lista (sin orden especial) de
cosas que me han dicho personas que no sólo se consideran católicas,
sino que gozan de absoluta aprobación dentro de sus grupos y
“movimientos”, por lo que debo pensar que pertenecen a la ortodoxia del
neo-catolicismo, si es que se puede hablar de ortodoxia en una religión
con una doctrina tan imprecisa e incoherente.
- “Los dogmas han evolucionado con el tiempo y con la mentalidad de las gentes, por lo que no hay que tomárselos demasiado en serio.” – Un cura de barrio.
- “Lo importante no es la doctrina ni la liturgia, sino amarse unos a otros.” – Una catequista de parroquia.
- “Un país confesionalmente católico atenta contra la libertad de sus ciudadanos.” – Un catequista kiko.
- “Criticar otras religiones es ser un talibán. Todas las religiones merecen respeto.” – Un párroco.
- “Tener todos los hijos que Dios te manda es una irresponsabilidad.” – Un jesuita.
- “El rezo del Rosario es una devoción anticuada. Eso es para viejas.” – El mismo jesuita. (Sí, es una joya.)
- “No tiene mucho sentido estar de rodillas en silencio ante una Hostia.” – Un kiko.
- “Negarse sistemáticamente a usar métodos anticonceptivos es contraproducente, porque daña el matrimonio.” – Un cura en el confesionario hace 6 años.
- “En el matrimonio debe haber equilibrio de poder entre los esposos. Hoy no se puede decir que debe mandar el marido.” – Catequistas que dan cursillos de preparación al matrimonio.
- “Hacer la proposición de luchar contra tus vicios y ser cada vez mejor es propio de soberbios. Yo seré mejor cuando Dios me dé la gracia.” – Un kiko que imparte catequesis de confirmación.
Lo que quiero subrayar es que las
personas que dijeron estas burradas no son católicos indiferentes que no
practican su fe, sino personas comprometidas con la Iglesia; sacerdotes
que lógicamente han estudiado teología y saben perfectamente lo que
dicen; fieles que van a Misa todos los domingos, e incluso a diario.
Podría dar los nombres y apellidos de estas personas, pero naturalmente
no lo haré.
Cada una de las aseveraciones que he
citado (y podía haber citado muchas más) es un error de bulto, cuando no
directamente una herejía. Pero lo asombroso para mí es que ninguna de
estas personas tiene problemas con sus superiores o en sus grupos
eclesiales. Sólo yo tengo problemas por decir lo que pienso, por
defender lo que es doctrina de la Iglesia Católica desde hace siglos. Para ellos soy yo el hereje.
Yo soy el loco, el que siembra división, el soberbio. Me han llamado de
todo, desde facha hasta fariseo, pasando por integrista, fanático,
radical, etc. Me dicen; “¿cómo vas a tener tú razón contra el resto de
la Iglesia?” Es verdad que ellos son mayoría, que los tiempos han
cambiado.
El problema para los neo-católicos es que
la verdad no se decide por encuestas, ni por modas. La verdad es la
verdad aunque no se la crea nadie. Pensemos en la historia de Elías, el
profeta que creía que toda Israel había caído en la idolatría.
Y vino a él palabra del Señor, el
cual le dijo: ¿Qué haces aquí, Elias? El respondió: He sentido un vivo
celo por el Señor Dios de los ejércitos; porque los hijos de Israel han
dejado tu pacto… y han matado a espada a tus profetas; y sólo yo he
quedado…” (1 Reyes 19:1-18).
Elías se consuela porque Dios le revela
que todavía quedan 7000 israelitas que se han abstenido de prácticas
idólatras. En el siglo IX, cuando vivió Elías, ¿qué porcentaje
supondría 7000 del total de israelitas? No lo sé, pero creo que sería
una minoría bastante pequeña, lo que llamamos un remanente.
Además, si los neo-católicos van a usar el argumento de los números, se
desdicen ellos mismos, ya que hoy en día en España no va a la Misa
dominical más de un 7% de la población total.
La razón por la que no hay manera de
ponerse de acuerdo con los neo-cats, ni en materia doctrina, ni en
materia litúrgica, es que tienen otra religión. Tenemos que verlos como
si fueran protestantes o cismáticos ortodoxos. No son católicos, en el
mismo sentido que lo somos nosotros, porque no tienen la misma fe que
nosotros. Ahora lo entiendo, y por fin he salido de mi perplejidad. ¿Y
qué hacemos los católicos (los de verdad) por los que no tienen la dicha
de ser católicos? Rezamos por su conversión, para que conozcan la
Verdad y se salven. Eso precisamente es lo que hay que hacer por los
neo-católicos.
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