Mensaje del 2 de octubre de 2014 en Medjugorje, Bosnia-Herzegovina
“Queridos hijos, con amor materno les ruego: ámense los unos a los otros. Que en sus corazones esté siempre, como mi Hijo lo ha querido desde el principio: en el primer lugar, el amor hacia el Padre Celestial y hacia su prójimo, por encima de todo lo terrenal. Queridos hijos míos, ¿acaso no reconocen los signos de los tiempos? ¿Acaso no se dan cuenta que todo eso que está en torno a ustedes —lo que está sucediendo—, es porque no hay amor? Comprendan que la salvación está en los verdaderos valores. Acepten el poder del Padre Celestial, ámenlo y respétenlo. Encamínense y sigan los pasos de mi Hijo. Ustedes, hijos míos, apóstoles míos queridos, siempre se reúnen de nuevo en torno a mí, porque están sedientos. Están sedientos de paz, de amor y de felicidad. Beban de mis manos. Mis manos les ofrecen a mi Hijo, que es manantial de agua pura. El reavivará su fe y purificará sus corazones, porque mi Hijo ama los corazones puros y los corazones puros aman a mi Hijo. Solo los corazones puros son humildes y tienen una fe pura. Pido de ustedes esos corazones. Hijos míos, mi Hijo me dijo que yo era la Madre de todo el mundo. A ustedes, que me aceptan como tal, les pido que me ayuden con su vida, oración y sacrificio, para que todos mis hijos me acepten como Madre, para que yo los pueda conducir al manantial de agua pura. Les doy las gracias. Queridos hijos míos, mientras sus pastores, con sus manos benditas, les ofrecen el Cuerpo de mi Hijo, den gracias siempre en su corazón a mi Hijo por su Sacrificio y por los pastores que lo dan a ustedes siempre de nuevo.”
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