miércoles, 12 de febrero de 2014

El amor, centro del verdadero matrimonio cristiano


TESTIMONIO:

Me ha llegado por correo electrónico, a través de un amigo de toda confianza, una publicidad de las que circulan libremente por internet relativa a la última modalidad de ofrecimiento de la prostitución: 'novias de contrato, el sexo más inteligente'.

En el folleto se hace una descripción exhaustiva de las bondades del pseudo-contrato: sin vínculos, total disponibilidad, y toda una serie de pormenores que por su carácter altamente autoexplicativos voy a omitir, todos ellos en la dirección de presentar esta modalidad de prostitución como el perfecto sustitutivo de la relación de pareja, sin compromisos, sin problemas, sin exigencias, sin dificultades y que se puede romper en cualquier momento.

¿Para qué tener casarse, con todos sus inconvenientes, si el matrimonio puede ser sustituido por la relación sexual sin ninguna atadura?

A los ojos de nuestra sociedad hedonista, y tal y como lo describe el folleto, parece la solución ideal. Cogemos la relación de pareja y estudiamos la manera de despojarla de todos sus inconvenientes, sus responsabilidades y sus cargas, sus problemas del día a día. Después de esta operación de cirugía moral avanzada, ¿con qué nos hemos quedado? Con nada, es decir, con un remedo de relación de pareja en la que no existe el amor, el verdadero amor; todo lo más, en la forma de un sustitutivo vacío meramente carnal.

Evidentemente los problemas no son inherentes a la relación de pareja, del mismo modo que el pecado no es inherente a la condición humana tal y como Dios la concibió. En todo matrimonio es normal la existencia de contrariedades que son fruto de la convivencia, el egoismo, la falta de amor, las dificultades económicas o de salud, las relaciones de terceras personas, etc.

Pero si nos fijamos sólo en las contrariedades, nos estaremos olvidando de lo primordial: el amor. Y es éste, el amor, el que da sentido a todo, a la relación matrimonial, a la existencia de los hijos que componen la familia, a la convivencia mutua en felicidad, a la superación de las trabas que se van presentando.

La relación matrimonial, despojada de las dificultades y problemas propios de la convivencia, se ha convertido, por arte del interés humano, en un servicio a cambio de dinero, un intercambio de prestaciones al más puro estilo comercial. Se publicita la frialdad de la prestación sexual como una gran ventaja frente al matrimonio, cuando en realidad representa la aridez del desierto, en el que es imposible la vida, frente a la fecundidad del vergel.

Si hay algo que agradecer a este tipo de publicidad, como en general a toda la actividad del demonio en nuestra sociedad, es que nos permite ver con mayor claridad dónde está la luz verdadera y el sentido de las palabras que hemos recibido de Cristo.

Si queremos despojar a la relación matrimonial del compromiso vitalicio exigido por el Señor, estaremos comenzado la tarea de cirujano de espurgar del matrimonio lo que no nos conviene. Y ya sabemos que el final de dicha tarea es quedarnos con una relación sin sentido, sin vida, sin amor.

Igual ocurre con el resto de dificultades: si no las asumimos en Cristo, si no las llevamos a la cruz del Señor y las crucificamos en ella, junto a nosotros mismos, no estaremos en disposición de alcanzar el verdadero amor.

Si queremos construir una relación matrimonial en la que desechemos lo que nos molesta, al final nos quedaremos con una burbuja de aire en la que no habrá nada que merezca la pena, ni siquiera la relación sexual vacía y hastiante que promete este folleto.
Yendo aún más allá:¿podríamos concebir cualquier relación humana sin dificultades?. La relación de unos amigos, compañeros de trabajo, vecinos, sin ninguna traba ni problema, ¿llevaría aparejado el verdadero amor al prójimo que nos predica Cristo? Sería una buena ocasión para la reflexión personal.


Por Ricardo Ruvalcaba - 

1. El matrimonio es para amar. Y amar es una decisión, no un sentimiento. Amar es donación. La medida del amor es la capacidad de sacrificio. La medida del amor es amar sin medida. Quien no sabe morir, no sabe amar. No olvides: amar ya es recompensa en sí. Amar es buscar el bien del otro: cuanto más grande el bien, mayor el amor. Los hijos son la plenitud del amor matrimonial.

2. El amor verdadero no caduca. Se mantiene fresco y dura hasta la muerte, a pesar de que toda convivencia a la larga traiga problemas. El amor, ama hoy y mañana. El capricho, sólo ama hoy. Los matrimonios son como los jarrones de museo: entre más años y heridas tengan, más valen, siempre y cuando permanezcan íntegros. Soportar las heridas y la lima del tiempo, y mantenerse en una sola pieza es lo que más valor les da. El amor hace maravillas.

3. Toda fidelidad matrimonial debe pasar por la prueba más exigente: la de la duración. La fidelidad es constancia. En la vida hay que elegir entre lo fácil o lo correcto. Es fácil ser coherente algunos días. Correcto ser coherente toda la vida. Es fácil ser coherente en la hora de alegría, correcto serlo en la hora de la tribulación. La coherencia que dura a lo largo de toda la vida se llama fidelidad. Correcto es amar en la dificultad porque es cuando más lo necesitan.

4. Séneca afirmó: “Si quieres ser amado, ama”. El verdadero amor busca en el otro no algo para disfrutar, sino alguien a quien hacer feliz. La felicidad de tu pareja debe ser tu propia felicidad. No te has casado con un cuerpo, te has casado con una persona, que será feliz amando y siendo amada. No te casas para ser feliz. Te casas para hacer feliz a tu pareja.

5. El matrimonio, no es “martirmonio.” De ti depende que la vida conyugal no sea como una fortaleza sitiada, en la que, según el dicho, “los que están fuera, desearían entrar, pero los que están dentro, quisieran salir”.

6. El amor matrimonial es como una fogata, se apaga si no la alimentas. Cada recuerdo es un alimento del amor. Piensa mucho y bien de tu pareja. Fíjate en sus virtudes y perdona sus defectos. Que el amor sea tu uniforme. Amar es hacer que el amado exista para siempre. Amar es decir: “Tú, gracias a mí, no morirás”.

7. Para perseverar en el amor hasta la muerte, vive las tres “Des”: Dios. Diálogo. Detalles.

a. Dios: “Familia que reza unida, permanece unida”.

b. Diálogo, para evitar que los problemas crezcan.

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