viernes, 14 de febrero de 2014

1486 (82) Diálogo entre Dios misericordioso y el alma desesperada

1486 (82) Diario de Sta Faustina Kowalska.

- Jesús: Oh alma sumergida en las tinieblas, no te desesperes, todavía no todo está perdido, habla con tu Dios que es el Amor y la Misericordia Misma. Pero, desgraciadamente, el alma permanece sorda ante la llamada de Dios y se sumerge en las tinieblas aún mayores.

- Jesús vuelve a llamar:  Alma, escucha la voz de tu Padre misericordioso.
En el alma se despierta la respuesta: Para mi ya no hay misericordia. Y cae en las tinieblas aún mas densas, en una especie de desesperación que le da la anticipada sensación del infierno y la hace completamente incapaz de acercarse a Dios.

Jesús habla al alma por tercera vez, pero el alma está sorda y ciego, empieza a afirmarse en la dureza y la desesperación. Entonces empiezan en cierto modo a esforzarse las entrañas de la misericordia de Dios y sin ninguna cooperación de parte del alma, Dios le da su gracia definitiva. Si la desprecia, Dios la deja ya en el estado en que ella quiere permanecer por la eternidad. Esta gracia sale del Corazón misericordioso de Jesús y alcanza al alma con su luz y el alma empieza a comprender (83) el esfuerzo de Dios, pero la conversión depende de ella. Ella sabe que esta gracia es la ultima para ella y si muestra un solo destello de buena voluntad aunque sea el mas pequeño, la misericordia de Dios realizará el resto.

-[Jesús]: Aquí actúa la omnipotencia de Mi misericordia, feliz el alma que aproveche esta gracia.

- Jesús: Con cuánta alegría se llena Mi Corazón cuando vuelves a Mí. Te veo muy débil, por lo tanto te tomo en Mis propios brazos y te llevo a casa de Mi Padre.

- El alma como si se despertara: ¿Es posible que haya todavía misericordia para mí?  Pregunta llena de temor.

- Jesús: Precisamente tú, niña Mía, tienes el derecho exclusivo a Mi misericordia.  Permite a Mi misericordia actuar en ti, en tu pobre alma; deja entrar en tu alma los rayos de la gracia, ellos introducirá luz, calor y vida.

- El alma: Sin embargo me invade el miedo tan sólo al recordar mis pecados y este terrible temor me empuja a dudar en Tu bondad.

- Jesús: Has de saber, oh alma, que todos tus pecados no han herido tan dolorosamente Mi corazón como tu actual desconfianza. Después de tantos esfuerzos de Mi (84) amor y Mi misericordia no te fías de Mi bondad.

- El alma: Oh Señor, sálvame Tú Mismo, porque estoy pereciendo; sé mi Salvador. Oh Señor, no soy capaz de decir otra cosa, mi pobre corazón esta desgarrado, pero Tu, Señor…

Jesús no permite al alma terminar estas palabras, la levante del suelo, del abismo de la miseria y en un solo instante la introduce a la morada de su propio Corazón, y todos los pecados desaparecen [374] en un abrir y cerrar de ojos, destruidos por el ardor del amor.

- Jesús: He aquí, oh alma, todos los tesoros de Mi Corazón, toma de él todo lo que necesites.

- El alma: Oh Señor, me siento inundada por Tu gracia, siento que una vida nueva ha entrado en mi y, ante todo, siento Tu amor en mi corazón, eso me basta. Oh Señor, por toda la eternidad glorificaré la omnipotencia de Tu misericordia; animada por Tu bondad. Te expresaré todo el dolor de mi corazón.

- Jesús: Di todo, niña, sin ningún reparo, porque te escucha el Corazón que te ama, el Corazón de tu mejor amigo.

- Oh Señor, ahora veo toda mi ingratitud y Tu bondad. Tú me perseguías con Tu gracia y yo frustraba todos Tus esfuerzos; veo que he merecido (85) el fondo mismo del infierno por haber malgastado Tus gracias.

Jesús interrumpe las palabras del alma y [dice]: No te abismes en tu miseria, eres demasiado débil para hablar; mira mas bien Mi Corazón lleno de bondad, absorbe Mis sentimientos y procura la dulzura y la humildad. Sé misericordiosa con los demás como Yo soy misericordioso contigo y cuando adviertas que tus fuerzas de debilitan, ven a la Fuente de la Misericordia y fortalece tu alma, y no pararás en el camino.

- El alma: Ya ahora comprendo Tu misericordia que me protege como una nube luminosa y me conduce a casa de mi Padre, salvándome del terrible infierno que he merecido no una sino mil veces. Oh Señor, la eternidad no me bastará para glorificar dignamente Tu misericordia insondable, Tu compasión por mi.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario