Según los evangélicos en general, «la salvación personal se consigue por gracia, mediante la fe en Cristo Jesús».
La Iglesia Católica tiene una visión un poco diferente acerca de la salvación.
Voluntad salvífica de Dios
Antes que nada subraya la voluntad salvífica universal de Dios, que consiste en dos aspectos:
- Dios ama a todos los hombres.
¿Cómo no voy a tener lástima de Nínive, la gran ciudad donde hay más de ciento veinte mil personas, que no saben distinguir el bien y el mal, y gran cantidad de animales? (Jon 4,11).
Él permitió a las generaciones pasadas que cada nación siguiera su propio camino; aunque nunca ha dejado de manifestarse ni de derramar sus beneficios. Desde el cielo manda la lluvia y las cosechas a su tiempo, dando el alimento y llenando de alegría los corazones (Hech 14,16-17).
- Dios quiere que todos los hombres se salven.
Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen a conocer la verdad (1 Tim 2,4).
La fe en Cristo es condición para salvarse solamente para los que tienen la oportunidad de conocer suficientemente a Cristo, no para los demás que no tienen esta oportunidad y que son la mayoría de los hombres.
En este sentido, la visión que tienen los evangélicos acerca de la salvación es muy reducida, llena de fanatismo, no teniendo en cuenta otras partes de la Biblia y la situación real de la humanidad, que no tiene la oportunidad de un conocimiento adecuado de Cristo. Basta pensar en Japón, la India y todos los países comunistas, donde el ejercicio de cualquier religión está prohibido. Toda esta gente que de hecho no conoce y no cree en Cristo ¿está destinada a condenarse? Todos los indios de México y América que vivieron y murieron antes de la llegada de los misioneros, ¿se habrán condenado, por no creer en Cristo? Claro que no.
La Biblia afirma que en cada hombre Dios ha puesto algo de sabiduría, para poderlo encontrar y amar, aunque se trate de una búsqueda difícil.
Si bien no se puede ver a Dios, podemos sin embargo, desde que él hizo el mundo, contemplarlo a través de sus obras y entender por ellas que él es eterno, poderoso, y que él es Dios (Rom 1,20).
Cuando los paganos que no tienen Ley, cumplen naturalmente con lo que manda la Ley, se están dando a sí mismos una Ley; pues muestran con su actitud que tienen la Ley en su corazón. Lo demuestra también la conciencia que habla en ellos, cuando se condenan o se aprueban entre sí mismos (Rom 2,14-15).
Les dejó que buscaran por sí mismos a Dios, para ver si lo descubrían aunque fuera a tientas y lo encontraran, porque no está lejos de cada uno de nosotros (Hech 17,27-28b).
Así que la Iglesia Católica, teniendo un conocimiento más profundo de la Biblia, tiene una visión más amplia de la Salvación, abierta a todos los hombres de todos los tiempos, a condición de que actúen según su conciencia. La fe en Cristo es condición para salvarse en la medida en que uno tenga la oportunidad de conocerlo en una forma adecuada. Si uno no tiene esta oportunidad, puede salvarse tratando de vivir según su conciencia.
Fe y obediencia
Acerca de la salvación personal, existe otra divergencia entre la manera de ver las cosas de muchos grupos evangélicos y la doctrina católica. Para ellos es suficiente la fe en Cristo; para nosotros no basta la fe en Cristo para salvarse. Se necesita una vida en conformidad con la enseñanza de Cristo.
No basta con que me digan: Señor, Señor, para entrar en el Reino de los cielos, sino que hay que hacer la voluntad de mi Padre que está en el cielo (Mt 7, 21).
En realidad, creer en Cristo significa aceptar su mensaje y vivirlo, sin añadir o quitar nada. No basta decir: «Yo creo en Cristo», para salvarse. Es necesario conocer su voluntad y aceptarla así como es.
Jesús dijo: El que come mi carne y bebe mi sangre, tendrá vida eterna y yo lo resucitaré el último día (Jn 6,54).
¿Cómo es posible que muchos piensan salvarse, sin aceptar esta orden de Jesús? En efecto, repetir la Cena del Señor es una orden.
Hagan esto en memoria mía (Lc 22,19).
Lo mismo por lo que se refiere al perdón de los pecados. «¿Cómo es posible que un hombre perdone los pecados?», repiten ellos. Bueno, pregúntenselo a Jesús. El que creó el cielo y la tierra ¿tiene el poder de encargar a unos hombres para que perdonen los pecados en su nombre?
Reciban el Espíritu Santo. A quienes ustedes perdonen los pecados, queden perdonados, y a quienes ustedes no libren de sus pecados, queden atados (Jn 20,22-23).
Esto quiere decir creer de veras en Cristo: aceptar TODO su mensaje y tratar de vivirlo. De otra manera se trata de una fe vacía, que no lleva a la salvación. Decir: «Yo creo en Cristo y ya» es un error, una vana ilusión, que no lleva a la salvación. Hay que aceptar y obedecer a Cristo, para salvarse. No hay que escoger una que otra enseñanza, según el propio gusto, sino que hay que aceptar todo lo que dice Jesús. Esto es creer de veras en Cristo.
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