jueves, 14 de junio de 2012
Boletín de Junio Nueva Era.
Nueva Era vs Cristianismo
¿Que diferencia existe entre el sentido del dolor y sufrimiento Cristianos, y la manera como lo concibe la Nueva Era?.
Todo ser humano que pretenda curar o despertar la autosanación física, emocional o espiritual de otro ser humano con técnicas manuales aprendidas de otro ser humano (con imposición de manos) para captar o percibir disfunciones o fenómenos energéticos o bioenergéticos (otra vez la ciencia mezclada con lo energético, cuántico y místico) y que además también utilice visualizaciones mentales con simbologías y canalizaciones energéticas, está cayendo en trampas del demonio.
Ni siquiera los supuestos maestros, gurús, canales y avatares que enseñan y ejercen estas técnicas saben que están siendo utilizados para ayudar a las fuerzas del mal y así ocasionar destrucción en la santidad de los seres humanos. (2ª de Corintios 11:14).
La nueva era o era de acuario, ha disuelto el concepto de la santidad de Dios, creyendo que el ambiente espiritual de la santidad de Dios fue impuesto por un mperialismo religioso, creando un ambiente místico-espiritual pseudosagrado.
La Nueva era cree que el cristianismo se quedó en la era de Piscis, una era inerte de religiosidad y falta de iniciación espiritual, desechando por tanto “el agua viva y eterna”, la palabra de Dios.
La Nueva Era implica una creencia fundamental en la perfectibilidad de la persona humana mediante una amplia variedad de técnicas y terapias (en contraposición con la idea cristiana de cooperación con la gracia divina). Existe una coincidencia de fondo con la idea de Nietzsche de que el cristianismo ha impedido la manifestación plena de la humanidad genuina. En este contexto, la perfección significa alcanzar la propia realización según un orden de valores que nosotros mismos creamos y que alcanzamos por nuestras propias fuerzas: de ahí que podamos hablar de un yo auto-creador.
Resulta útil distinguir entre el esoterismo, o búsqueda de conocimiento, y la magia, u ocultismo: esta última es un medio para obtener poder. Algunos grupos son a la vez esotéricos y ocultistas. En el centro del ocultismo hay una voluntad de poder basada en el sueño de volverse divino. Las técnicas de expansión de la mente tienen por objeto revelar a las personas su poder divino. Utilizando ese poder, preparan el camino para la Era de la Iluminación. Esta exaltación de la humanidad, cuya forma extrema es el satanismo, subvierte la correcta relación entre el Creador y la criatura.
Satán se convierte en el símbolo de una rebelión contra las convenciones y las reglas, símbolo que con frecuencia adopta formas agresivas, egoístas y violentas. Algunos grupos evangélicos han manifestado su preocupación por la presencia subliminal de lo que consideran simbolismo satánico en algunas variedades de música rock, que ejercen una profunda influencia en los jóvenes. En cualquier caso, dista mucho del mensaje de paz y armonía que se encuentra en el Nuevo Testamento y con frecuencia es una de las consecuencias de la exaltación de la humanidad cuando implica la negación
de un Dios trascendente.
Pero no se trata solamente de algo que afecte a los jóvenes. Los temas básicos de la cultura esotérica también están presentes en los ámbitos de la política, la educación y la legislación. Esto se aplica especialmente a la ecología. Su
fuerte acentuación del biocentrismo niega la visión antropológica de la Biblia, según la cual el hombre es el centro del mundo por ser cualitativamente superior a las demás formas de vida natural. El ecologismo desempeña hoy un papel destacado en la legislación y en la educación, a pesar de que de este modo infravalora al ser humano. La misma matriz cultural esotérica puede hallarse en la teoría ideológica subyacente a la política de control de la natalidad y los experimentos de ingeniería genética, que parecen expresar el sueño humano de re-crearse a sí mismos. Se espera lograr este sueño descifrando el código genético, alterando las reglas naturales de la sexualidad y desafiando los límites de la muerte.
En lo que podría llamarse un relato típico de la Nueva Era, las personas nacen con una chispa divina, en un sentido que recuerda el gnosticismo antiguo. Esta chispa las vincula a la unidad del Todo, por lo que son esencialmente divinas, si bien participan de la divinidad cósmica según distintos niveles de conciencia.
Somos co-creadores y creamos nuestra propia realidad. Muchos autores de la Nueva Era sostienen que somos nosotros quienes elegimos las circunstancias de nuestras vidas (incluso nuestra propia enfermedad y nuestra propia salud).
En esta visión, cada individuo es considerado fuente creadora del universo. Pero necesitamos hacer un viaje para comprender plenamente dónde encajamos dentro de la unidad del cosmos. El viaje es la psicoterapia y el reconocimiento
de la conciencia universal, la salvación. No existe el pecado; sólo hay conocimiento imperfecto. La identidad de cada
ser humano se diluye en el ser universal y en el proceso de sucesivas encarnaciones. Los hombres están sometidos al influjo determinante de las estrellas, pero pueden abrirse a la divinidad que vive en su interior, en una búsqueda continua (mediante las técnicas apropiadas) de una armonía cada vez mayor entre el yo y la energía cósmica divina. No se necesita Revelación o Salvación alguna que lleguen a las personas desde fuera de ellas mismas, sino sencillamente experimentar la salvación escondida en el propio interior (auto-salvación), dominando las técnicas psicofísicas que conducen a la iluminación definitiva.
Algunas etapas del camino hasta la auto-redención son preparatorias (la meditación, la armonía corporal, la liberación de energías de auto-sanación). Son el punto de partida para procesos de espiritualización, perfección e iluminación que ayudan a las personas a adquirir mayor autocontrol y una concentración psíquica en la « transformación » del yo individual en «conciencia cósmica ». El destino de la persona humana es una serie de encarnaciones sucesivas del alma en cuerpos distintos. Esto se entiende no como el ciclo de samsara, en el sentido de purificación como castigo, sino como
una ascensión gradual hacia el desarrollo perfecto del propio potencial.
La psicología se utiliza para explicar la expansión de la mente como experiencia « mística ». El yoga, el zen, la meditación trascendental y los ejercicios tántricos conducen a una experiencia de plenitud del yo o iluminación. Se cree que las «experiencias cumbre » (volver a vivir el propio nacimiento, viajar hasta las puertas de la muerte, el biofeedback, la danza e incluso las drogas, cualquier cosa que pueda provocar un estado de conciencia alterado) conducen a la unidad y a la iluminación. Como sólo hay una Mente, algunas personas pueden ser canales, cauces para los seres superiores
Cada parte de este único ser universal está en contacto con todas las demás partes. El enfoque clásico de la Nueva Era es la psicología transpersonal, cuyos conceptos básicos son la Mente Universal, el Yo Superior, el inconsciente colectivo y personal y el ego individual. El Ser Superior es nuestra identidad real, un puente entre Dios como Mente divina y la humanidad. El desarrollo espiritual consiste en el contacto con el Ser Superior, que supera todas las formas de dualismo entre el sujeto y el objeto, la vida y la muerte, la psique y el soma, el yo y los aspectos fragmentarios de ese mismo yo. Nuestra personalidad limitada es como una sombra o un sueño creados por el yo real. El Ser Superior contiene los recuerdos de las reencarnaciones anteriores. (Jesucristo, portador del agua de la Vida, Una Reflexión Cristiana de la Nueva Era, documento pastoral).
La Nueva Era dada su tendencia a favorecer el confort del cuerpo, a estimular de manera light y torcida el espíritu y a no exigirnos una vida fincada en el esfuerzo, amor y sacrificio, rechaza en consecuencia implícita y explícitamente cualquier
tipo de sufrimiento humano pues rompe con el "equilibrio" y con la "armonía" personal y ambiental. Niega que el dolor, el cual parece repugnante a sus ojos, pueda tener algún sentido o valor trascendente, es más, afirma que no existe, que solo está en nuestra mente y que por ende, podemos retirarlo de nuestro organismo, sentimientos y emociones, con tan solo concentrarnos mentalmente en disiparlo. Cito a continuación un ejemplo extraído de una página de Nueva Eristas:
"Estas son consecuencias directas de TODA adicción, beneficiosa o destructiva. Esta misma dinámica opera a nivel individual en nuestras relaciones personales. Estamos "programados" a reaccionar ante el dolor. ¡Decimos que queremos ser felices, pero la felicidad nos aburre! Si entendemos que, consciente o inconscientemente, cada persona es responsable de todo lo que experimenta en su vida, entonces es fácil ver que atraemos a nuestras vidas el dolor porque nos excita y motiva. Esta realización nos deja con dos alternativas: aprender a recibir igual estímulo de la felicidad, o aprender a asimilar la motivación hacia cambios que nos ofrece el dolor lo más rápido posible para no perpetuarlo. La primera alternativa es un proceso largo y lento de evolución emotiva. Tengo la firme convicción que gradualmente todo individuo aprende a ir rechazando el dolor para crecer con motivaciones positivas, no negativas.
Eso nos deja con la segunda alternativa: aprender a no perpetuar el dolor en nuestras vidas. ¡Ojo! No estoy hablando de aprender a ELIMINAR el dolor, sino a NO PERPETUARLO. ¡Lo interesante del caso es que si permitimos que el dolor en
nuestras vidas sea CONSTANTE, también eso impide nuestra evolución personal y emotiva Lo difícil en nuestros enfrentamientos con el dolor es que estamos acostumbrados a sufrir. Crecemos en sociedades en las que se reconoce y exalta el sacrificio y el dolor. Yo no encuentro fácil entender la lógica de esas enseñanzas, pero las aceptamos por hábito, y seguimos sufriendo por hábito. Peor aún, en los momentos en que experimentamos felicidad nos invaden sentimientos de culpabilidad: ¿Cómo puedo yo estar feliz cuando hay otros que sufren tanto?!!! Resultado: la felicidad nos dura muy poco porque sentimos que no la merecemos".
Bueno acá tenemos un claro ejemplo del rechazo al dolor en la Nueva Era y de como atacan el sentido cristiano del sufrimiento y lo hacen parecer aberrante y obsoleto, inútil, enfermizo, cuando no lo es. Para las religiones orientales, la
enfermedad, causa del dolor, es, una "ruptura del equilibrio energético" que puede, por lo tanto, restablecerse a través de diversas técnicas algunas de éstas vía "alteración de la conciencia" (meditación trascendental, yoga, drogas alucinógenas etc.) apertura de los llamados "chakras" (centros de energía en el cuerpo) e incisiones físicas en los "canales" o "meridianos" de energía (acupuntura). Pero lo que subyace en el fondo de estos métodos alternativos, como en otros muchos, es la búsqueda afanosa del new agers por rehuir al terror que le produce el dolor. (Jaime Duarte Martínez, Nueva Era vs Buena Nueva pp. 120)
¿Se nos anima a rechazar o a aceptar el sufrimiento y la muerte?
Algunos autores de la Nueva Era ven el sufrimiento como algo impuesto sobre el yo, como un mal karma o, al menos, como un fallo del dominio de nuestros propios recursos. Otros se centran en los métodos para alcanzar el éxito y la
riqueza (e.j. Deepak Chopra, José Silva et al.). En la Nueva Era, la reencarnación se ve con frecuencia como un elemento necesario para el crecimiento espiritual, una etapa de la evolución espiritual progresiva que comenzó antes de que naciéramos y continuará después de que muramos. En nuestra vida presente, la experiencia de la muerte de otras personas provoca una crisis saludable.
Tanto la unidad cósmica como la reencarnación son irreconciliables con la creencia cristiana de que la persona humana es un ser único, que vive una sola vida de la que es plenamente responsable: este modo de entender la persona pone en cuestión tanto la responsabilidad personal como la libertad. Los cristianos saben que «en la cruz de Cristo no sólo se ha cumplido la redención mediante el sufrimiento, sino que el mismo sufrimiento humano ha quedado redimido. Cristo –sin culpa alguna propia– cargó sobre sí “el mal total del pecado”. La experiencia de este mal determinó la medida incomparable de sufrimiento de Cristo que se convirtió en el precio de la redención... El Redentor ha sufrido en vez del hombre y por el hombre. Todo hombre tiene su participación en la redención. Cada uno está llamado también a participar en ese sufrimiento mediante el cual se ha llevado a cabo la redención. Está llamado a participar en ese sufrimiento por medio del cual todo sufrimiento humano ha sido también redimido. Llevando a efecto la redención mediante el sufrimiento, Cristo ha elevado juntamente el sufrimiento humano a nivel de redención. Consiguientemente, todo hombre, en su sufrimiento, puede hacerse también partícipe del sufrimiento redentor de Cristo» 82 (Jesucristo, Portador del agua de la vida...)
Teresa Osório Gonçalves: Los seguidores de la Nueva Era no aceptan el sufrimiento ni la muerte. La redención viene para ellos a través de técnicas de expansión de la conciencia, de renacimiento, de viajes a las puertas de la muerte, se obtiene también con cualquier método que ayude a relajarse para aumentar las energías vitales.
En cambio para los cristianos, el sufrimiento vivido en unión con Jesús Crucificado, que en la Cruz reveló su amor por los hombres, es fuente de salvación. También la muerte es un acontecimiento único: no es el acceso a una nueva reencarnación a la que seguirán otras, sino el paso obligado para entrar en la vida eterna.
Porsupuesto que no es facil hacerle frente al sufrimiento!, claro, es comprensible que como seres humanos finitos, débiles y tremendamente frágiles pretendamos evitarlo, no nos gusta que nos lastimen, que nos rechacen, sin embargo, Cristo hizo algo que nos new agers no quieren aceptar y marca un sendero muy distinto y radical respecto a la forma en que como creyentes, debemos enfocar el dolor y el sufrimiento el hecho de que el Hijo de Dios se entregara voluntariamente en la Cruz por amor a cada uno de nosotros, para borrar nuestros pecados y alcanzarnos así la salvación, nos invita (más aún, nos exige) imitarlo y crucificarnos con El, es decir, Jesús nos enseña que para poder llegar al cielo, es indispensable cargar también con nuestra propia cruz, dejar nuestros egoísmos, banalidades y comodidaes y entregarnos a los demás con el mismo amor con que Él nos amó primero. Pero atención, no es sufrir por sufrir (eso es masoquismo) sino saber que cada acto de amor, de renuncia de sí para salir al encuentro y ayuda del otro nos hace mejores y es grato a Dios. Mas lo anterior implica que no estamos solos en nuestras preocupaciones, problemas y enfermedades si hacemos presente a Nuestro Señor. El sabe muy bien qué es todo aquello que nos duele qué tememos y qué anhelamos y qué hay en el último resquicio de nuestro corazón. Por Su infinita bondad y Misericordia su Sagrado Corazón nos conforta nos alienta y sana nuestras heridas por terribles que sean., de esta forma, cuando le ofrecemos nuestra vida y nuestro sufrimiento en la Cruz, El los toma con amor especialísimo y sufrimos entonces de una manera distnta, así nos alcanza la paz SU PAZ.
Pero eso no es todo aún, la rica doctrina católica reconoce, muy por el contrario compo postula la Nueva Era con su tesis del NIRVANA* (término más adelante) que en el dolor físico o anímico recibimos gracias especiales para sobrellevarlo, purificamos los vicios e inclinaciones al mal, encontramos un sentido trascendente al mismo, participamos de la Comunión de loa Santos, nos conduce al arrepentimiento de nuestros pecados, nos facilita nuestro coamino de conversión, y hasta podemos encontrar alegría en él. Así mismo, doblegamosnuestro orgullo, se ennoblece nuestra persona nos sensibilizamos, nos abre la oportunidad para unirnos en familia yprobablemente nos conduzca así a Dios. Sólo entonces podríamos exclamar, como lo han comprendido muchos santos: ¡Gracias Señor, por este bendito dolor! En ese sentido, le recomendamos ampliamente leer la Carta Salvifici Doloris del Papa Juan PAblo II sobre el sentido cristiano del sufrimiento humano. Algunas ideas antes expuestas son entresacadas de aquí. Dios no es indiferente ante nuestro dolor: (No. 16 y 19)
16. En su actividad mesiánica en medio de Israel, Cristo se acercó incesantemente al mundo del sufrimiento humano. «Pasó haciendo bien »,(32) y este obrar suyo se dirigía, ante todo, a los enfermos y a quienes esperaban ayuda. Curaba los enfermos, consolaba a los afligidos, alimentaba a los hambrientos, liberaba a los hombres de la sordera, de la ceguera, de la lepra, del demonio y de diversas disminuciones físicas; tres veces devolvió la vida a los muertos. Era sensible a todo sufrimiento humano, tanto al del cuerpo como al del alma. Al mismo tiempo instruía, poniendo en el centro de su enseñanza las ocho bienaventuranzas, que son dirigidas a los hombres probados por diversos sufrimientos en su vida temporal. Estos son los « pobres de espíritu », « los que lloran », « los que tienen hambre y sed de justicia », « los que padecen persecución por la justicia », cuando los insultan, los persiguen y, con mentira, dicen contra ellos todo género de mal por Cristo...(33) Así según Mateo. Lucas menciona explícitamente a los que ahora padecen hambre.(34)
De todos modos Cristo se acercó sobre todo al mundo del sufrimiento humano por el hecho de haber asumido este sufrimiento en sí mismo. Durante su actividad pública probó no sólo la fatiga, la falta de una casa, la incomprensión incluso por parte de los más cercanos; pero sobre todo fue rodeado cada vez más herméticamente por un círculo de hostilidad y se hicieron cada vez más palpables los preparativos para quitarlo de entre los vivos. Cristo era consciente de esto y muchas veces hablaba a sus discípulos de los sufrimientos y de la muerte que le esperaban: « Subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los príncipes de los sacerdotes y a los escribas, que lo condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles, y se burlarán de Él y le escupirán, y le azotarán y le darán muerte, pero a los tres dias resucitará ».(35) Cristo va hacia su pasión y muerte con toda la conciencia de la misión que ha de realizar de este modo. Precisamente por medio de este sufrimiento suyo hace posible « que eI hombre no muera, sino que tenga la vida eterna ». Precisamente por medio de su cruz debe tocar las raíces del mal, plantadas en la historia del hombre y en las almas humanas. Precisamente por medio de su cruz debe cumplir la obra de la salvación. Esta obra, en el designio del amor eterno, tiene un carácter redentor.
Por eso Cristo reprende severamente a Pedro, cuando quiere hacerle abandonar los pensamientos sobre el sufrimiento y sobre la muerte de cruz.(36) y cuando el mismo Pedro, durante la captura en Getsemaní, intenta defenderlo con la espada, Cristo le dice: « Vuelve tu espada a su lugar ... ¿Cómo van a cumplirse las Escrituras, de que así conviene que sea? ».(37) Y además añade: «El cáliz que me dio mi Padre, ¿no he de beberlo? ».(38) Esta respuesta —como otras que encontramos en diversos puntos del Evangelio— muestra cuán profundamente Cristo estaba convencido de lo que había expresado en la conversación con Nicodemo: « Porque tanto amó Dios al mundo, que le dio su unigénito Hijo, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga la vida eterna ».(39) Cristo se encamina hacia su propio sufrimiento, consciente de su fuerza salvífica; va obediente hacia el Padre, pero ante todo está unido al Padre en el amor con el cual Él ha amado el mundo y al hombre en el mundo. Por esto San Pablo escribirá de Cristo: « Me amó y se entregó por mí ».(40)
Puede afirmarse que junto con la pasión de Cristo todo sufrimiento humano se ha encontrado en una nueva situación.
Parece como si Job la hubiera presentido cuando dice: « Yo sé en efecto que mi Redentor vive ... »; (54) y como si hubiese encaminado hacia ella su propio sufrimiento, el cual, sin la redención, no hubiera podido revelarle la plenitud de su significado. En la cruz de Cristo no sólo se ha cumplido la redención mediante el sufrimiento, sino que el mismo sufrimiento humano ha quedado redimido. Cristo —sin culpa alguna propia— cargó sobre sí « el mal total del pecado ». La experiencia de este mal determinó la medida incomparable de sufrimiento de Cristo que se convirtió en el precio de la redención. De esto habla el Poema del Siervo doliente en Isaías. De esto hablarán a su tiempo los testigos de la Nueva Alianza, estipulada en la Sangre de Cristo. He aquí las palabras del apóstol Pedro, en su primera carta: « Habéis sido rescatados no con plata y oro, corruptibles, sino con la sangre preciosa de Cristo, como cordero sin defecto ni mancha ».(55) Y el apóstol Pablo dirá en la carta a los Gálatas: « Se entregó por nuestros pecados para liberarnos de este siglo malo »; (56) y en la carta a los Corintios: « Habéis sido comprados a precio. Glorificad pues a Dios en vuestro cuerpo ».(57)
Con éstas y con palabras semejantes los testigos de la Nueva Alianza hablan de la grandeza de la redención, que se lleva a cabo mediante el sufrimiento de Cristo. El Redentor ha sufrido en vez del hombre y por el hombre. Todo hombre tiene su participación en la redención. Cada uno está llamado también a participar en ese sufrimiento mediante el cual se ha llevado a cabo la redención. Está llamado a participar en ese sufrimiento por medio del cual todo sufrimiento humano ha sido también redimido. Llevando a efecto la redención mediante el sufrimiento, Cristo ha elevado juntamente el sufrimiento humano a nivel de redención. Consiguientemente, todo hombre, en su sufrimiento, puede hacerse también partícipe del sufrimiento redentor de Cristo
« Suplo en mi carne —dice el apóstol Pablo, indicando el valor salvífico del sufrimiento— lo que falta a las tribulaciones de Cristo por su cuerpo, que es la Iglesia ».(1)
Oración de Sanación y Liberación Padre Emiliano Tardi
PADRE de bondad, Padre de amor, te bendigo, te alabo y te doy gracias porque por
amor nos diste a Jesús. Gracias Padre porque a la luz de tu Espíritu comprendemos que
El es la luz, la verdad y el buen pastor, que ha venido para que tengamos vida y la
tengamos en abundancia. Hoy, Padre, me quiero presentar delante de Ti, como tu hijo.
Tú me conoces por mi nombre. Pon tus ojos de Padre amoroso en mi vida. Tú conoces
mi corazón y conoces las heridas de mi historia. Tú conoces todo lo que he querido
hacer y no he hecho. Conoces también lo que hice o me hicieron lastimándome. Tú
conoces mis limitaciones, errores y mi pecado. Conoces los traumas y complejos de mi
vida. Hoy, Padre, te pido que por el amor que le tienes a Tu Hijo Jesucristo, derrames Tu
Santo Espíritu sobre mí, para que el calor de tu amor sanador, penetre en lo más íntimo
de mi corazón. Tú que sanas los corazones destrozados y vendas las heridas sáname
aquí y ahora de mi alma, mi mente, mi memoria y todo mi interior. Entra en mí, Señor
Jesús, como entraste en aquella casa donde estaban tus discípulos llenos de miedo. Tú
te apareciste en medio de ellos y les dijiste: "Paz a vosotros". Entra en mi corazón y dame
Tu paz. Lléname de amor. Sabemos que el amor echa fuera el temor. Pasa por mi vida y
sana mi corazón. Sabemos, Señor Jesús, que Tú lo haces siempre que te lo pedimos, y te
lo estoy pidiendo con María mi Madre, la que estaba en las bodas de Caná cuando no
había vino y Tú respondiste a su deseo, transformando el agua en vino. Cambia mi
corazón y dame un corazón generoso, un corazón afable, un corazón bondadoso, dame
un corazón nuevo. Haz brotar en mí los frutos de tu presencia. Dame el fruto de tu
Espíritu que es amor, paz, alegría. Haz que venga sobre mí el Espíritu de las
bienaventuranzas, para que pueda saborear y buscar a Dios cada día, viviendo sin
complejos ni traumas junto a los demás, junto a mi familia, junto a mis hermanos. Te doy
gracias, Padre, por lo que estás haciendo hoy en mi vida. Te doy gracias de todo corazón
porque Tú me sanas, porque Tú me liberas, porque Tú rompes las cadenas y me das la
libertad. Gracias, Señor Jesús, porque soy templo de Tu Espíritu y este templo no se
puede destruir porque es la Casa de Dios. Te doy gracias, Espíritu Santo, por la Fe.
Gracias por el amor que has puesto en mi corazón. ¡Qué grande eres, Señor Dios Trino y
Uno! Bendito y alabado seas, Señor.
Amén.
Bibliografía
Fuente: Jaime Duarte; Martínez, Nueva Era Vs Buena Nueva
http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/apost_letters/documents/hf_jp-ii_apl_110219%2084_salvi%1Fci-doloris_sp.html. Encíclica Salvifici Doloris
http://www.vatican.va/roman_curia/ponti%1Fcal_councils/interelg/documents/rc_pc_interelg_doc_20030203_new-age_sp.html Jesucristo, Portador del agua de la vida.
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