DIÁLOGO DE DIOS MISERICORDIOSO CON EL ALMA DESESPERADA
PALABRAS DE JESÚS A STA MARÍA FAUSTINA KOWALSKA EXTRAÍDAS DE SU DIARIO pp.521-532
-Jesús: Oh, alma sumergida en las tinieblas, no te desesperes, todavía no todo está perdido, habla con Tu Dios que es el Amor y la Misericordia Misma. Pero el alma desgraciadamente, permanece sorda ante la llamada de Dios y se sumerge en las tinieblas aún mayores.
-Jesús vuelve a llamar: Alma, escucha la voz de tu Padre Misericordioso.
En el alma se despierta la respuesta: Para mí ya no hay misericordia. Y cae en las tinieblas aún más densas, en una especie de desesperación que le da anticipada sensación del infierno y la hace totalmente incapaz de acercarse a Dios. Jesús habla al alma por tercera vez, pero el alma está sorda y ciega, empieza a afirmarse en la dureza y en la desesperación. Entonces empiezan en cierto modo a esforzarse las entrañas de la Misericordia de Dios y sin ninguna cooperación de parte del alma, Dios le da su gracia definitiva. Si la desprecia, Dios la deja ya en el estado en que ella quiere permanecer, por la eternidad. Esta gracia sale del Corazón Misericordioso de Jesús y alcanza al alma con Su Luz y el alma empieza a comprender el esfuerzo de Dios. Pero la conversión depende de ella. Ella sabe que esta gracia es la última para ella y si muestra un solo destello de buena voluntad aunque sea el más pequeño, la Misericordia de Dios realizará el resto.
-Jesús: Aquí actúa la omnipotencia de Mi Misericordia, felíz el alma que aproveche esta gracia.
-Jesús: Con cuánta alegría se llena Mi Corazón cuando vuelves a Mí. Te veo muy débil, por lo tanto te tomo en Mis propios brazos y te llevo a casa de Mi Padre.
El alma como si se despertara: ¿Es posible que todavía haya misericordia para mí? pregunta llena de temor.
-Jesús: Precisamente tú, niña Mía, tienes el derecho exclusivo a Mi Misericordia. Permite a Mi misericordia actuar en tí, en tu pobre alma; deja entrar en tu alma los rayos de la gracia, ellos introducirán luz, calor y vida.
-El alma: Sin embargo me invade el miedo tan solo al recordar mis pecados y este terrible temor me empuja a dudar de Tu bondad.
-Jesús: Has de saber, oh alma, que todos tus pecados no han herido tan dolorosamente Mi Corazón como tu actual desconfianza. Después de tantos esfuerzos de Mi Amor y Mi Misericordia no te fías de Mi Bondad
-El alma: Oh Señor, sálvame Tú mismo, porque estoy pereciendo, sé mi Salvador. Oh señor, no soy capaz de decir otra cosa, mi pobre corazón está desgarrado, pero Tú Señor....
Jesús no permite al alma terminar estas palabras, la levanta del suelo, del abismo de la miseria y en un solo instante la introduce a la morada de su propio Corazón y todos los pecados desaparecen en un abrir y cerrar de ojos, destruídos por el ardor del amor.
-Jesús: He aquí oh alma, todos los tesoros de Mi Corazón, toma de Él todo lo que necesites.
-El Alma: Oh Señor, me siento inundada por Tu gracia, siento que una vida nueva ha entrado en mí y ante todo siento Tu amor en mi corazón, eso me basta. Oh Señor, por toda la eternidad glorificaré la omnipotencia de Tu Misericordia; animada por Tu bondad, te expresaré todo el dolor de mi corazón.
-Jesús: Dí todo, niña, sin ningún reparo, porque te escucha el Corazón que te ama, el Corazón de tu mejor amigo.
-Oh Señor, ahora veo toda la ingratitud y Tu bondad. Tú me perseguías con Tu gracia y yo frustraba todos Tus esfuerzos; veo que he merecido el fondo mismo del infierno por haber malgastado Tus gracias.
Jesús interrumpe las palabras del alma y dice: No te abismes en tu miseria, eres demasiado débil para hablar, mira más bien Mi Corazón lleno de bondad, absorbe Mis sentimientos y procura la dulzura y la humildad. Sé misericordiosa con los demás como Yo lo soy contigo y cuando adviertas que tus fuerzas se debilitan, ven a la Fuente de la Misericordia y fortalece tu alma, y no pararás en el camino.
-El alma: Ya ahora comprendo Tu misericordia que me protege como una nube luminosa y me conduce a casa de mi Padre, salvándome del terrible infierno que he merecido no una sino mil veces. Oh Señor la eternidad no me bastará para glorificar dignamente Tu misericordia insondable, Ten compasión de mí.
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