domingo, 2 de septiembre de 2012

Cómo tratar a Jesús en la Eucristía


Cómo tratar a Jesús en la Eucaristía

La obra maestra de Dios
Escritos sobre la Eucaristía
P. Andrés Ayala, IVE

El Juicio eucarístico

Al final de los tiempos, en el día que no sabemos, en el momento menos pensado, Jesucristo vendrá y dirá “Basta, se acabó”, y empezará la cuenta final. ¿Escucharon lo que les va a decir a los condenados, a los de la izquierda?

“Tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; era forastero, y no me acogisteis; estaba desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis” (Mt 25,42).

Jesús nos juzgará un día, y no sólo respecto a cómo lo hemos tratado en nuestros hermanos, sino también acerca de cómo lo hemos tratado en la Eucaristía.

Jesús se levantará de la Eucaristía y se quejará así de sus fieles:

1. “Tuve hambre de vuestro amor, y no me disteis de comer. En la Eucaristía manifesté toda la dulzura de mi amor misericordioso, y en la Eucaristía esperé una respuesta a este mi amor. Esperé cada día vuestro afecto, vuestra visita, vuestro recuerdo, vuestro honor, y he quedado defraudado”. Jesús tuvo hambre de nuestro amor, y para conquistarlo se hizo nuestra comida. Para nutrirse no quiso comer, sino ser comido.

2. “Tuve sed de vuestra justicia y no me habéis dado de beber. Tenía derecho a tu Misa dominical, también tenía derecho a que te acordaras de mí y vinieras a verme. ¿No soy Dios? ¿No es justo acaso orar a tu Dios? Y entonces, «¿dónde está mi honor?» (Mal 1,6). ¿No te parece que soy demasiado grande para ser dejado abandonado en el sagrario? Tuve sed…”. También en la cruz dijo “Tengo sed”, y no le dieron sino vinagre. Él habría querido saciarse con las lágrimas de penitencia que salen de los ojos de sus amigos, pero nadie se las daba.

3. “Estuve de paso, busqué un sitio, un corazón que me hospedara, que me acogiera en su boca y conservara mi recuerdo durante el día, y en cambio encontré vuestros corazones llenos de otras ocupaciones o preocupaciones, atendiendo mil problemas inútiles, temporales. No me habéis hospedado en vuestro corazón, en vuestro pensamiento, a veces ni siquiera durante la Misa. ¿Por qué no pensáis sólo en mí durante la Misa? ¿Por qué os dejáis atrapar por los problemas de todos los días?”. El p. Buela nos decía una vez[4]: “Si no pensamos en Dios durante la Misa, ¿en qué momento vamos a pensar en él?”.

4. “Estuve desnudo, dejé mi vestido de gloria divina y me hice hombre, dejé incluso mi vestido humano, desnudo de toda gloria y belleza de este mundo, y me hice Eucaristía… y no me habéis vestido de gloria, no me habéis dado la gloria que merezco como vuestro Dios y Señor”. Jesús en la Eucaristía no se muestra vestido de gloria como un rey; se muestra como desnudo, en la humildad y pobreza de las especies eucarísticas. Pero sigue siendo rey, el Creador y Dios de todo el universo. Nosotros tenemos que vestirlo de gloria, nosotros tenemos que honrarlo y tratarlo como un rey. Jesús se levantará en aquel día y nos dirá: “No te has preocupado de alabarme, de cantar bien delante de mí, no has elegido por mí la mejor custodia, no has tenido cuidado de las cosas de la sacristía y de la liturgia”.

5. “Estuve enfermo, «enfermo de amor» (cf. Cant 2,5), herido de amor por ti, escondiendo mi belleza para atraparte, para conquistar tu amor con mi humildad, y ni te preocupaste de venir a mí, no me visitaste”.

6. “Estuve en la cárcel, prisionero en el sagrario, encerrado día y noche en la esperanza de que alguna vez te acordaras de mí, y no tuviste tiempo para mí, no viniste a visitarme”.

Queridos hermanos, ¡guardémonos muy bien de olvidar a Dios el domingo! Es un pecado mortal faltar a Misa el domingo, excepto que sea imposible venir. Pero no sólo eso. Procuremos tratar mejor a Jesucristo en la Eucaristía. Recibámoslo con reverencia, pensemos sólo en él durante la Misa, acordémonos de él durante la semana, vayamos a encontrarlo a la iglesia cuando tengamos un momento… ¡Qué distinta sería nuestra semana, si cada día, o de vez en cuando, nos hiciéramos un tiempo para ir a la iglesia a rezarle a Nuestro Señor, prisionero de amor en el sagrario!

En la Eucaristía Jesús tiene hambre de tu amor, tiene sed de tu Misa, está de paso y quiere ser hospedado en tu corazón, está desnudo y quiere ser vestido de tu honor, está enfermo de amor y en la cárcel, y espera ansiosamente tu visita. No perdamos las oportunidades que tenemos de asistirlo. Porque un día también seremos juzgados por esto.

Pidámosle a Dios que encienda en nosotros una renovada devoción eucarística.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario