domingo, 2 de septiembre de 2012

EL OBISPO SCHNEIDER NOS HABLA DE LA IRREVERENTE Y DESACRALIZADORA COMUNIÓN EN LA MANO





Me gustaría hablar sobre el tema de la Sagrada Comunión, concretamente sobre el momento de la recepción de la Sagrada Comunión. Yo me sentía obligado a escribir un libro (pequeño) sobre este tema, porque yo crecí en la clandestinidad soviética, y fui educado por sacerdotes mártires y confesores. Y cuando mi familia dejó la URSS yo tenía 12 años. Cuando nos despedimos de nuestro párroco, que era un mártir confesor, él nos dijo: "Cuando ustedes lleguen a Alemania estén atentos, no vayan a las iglesias donde se da la Sagrada Comunión en la mano". Cuando yo escuché estas palabras no podía entenderlas.


Cuando llegamos a Alemania fuimos a una Misa, y observé como se daba la Comunión, de una manera tan simple y superficial, y cuando volvimos a casa le dije a mi mamá: "Pero mamá, esto era como la distribución de bizcochos en la escuela!", yo dije esto con toda la inocencia infantil. Después anduvimos por otras iglesias, y la misma situación. Cuando volvimos a casa mi madre comenzó a llorar, y dijo: "Yo no puedo entender cómo se puede recibir a Nuestro Señor Jesucristo, presente con toda su Divina Majestad en esta Sagrada Hostia en una manera, así, superficial", y comenzó a llorar. Estas escenas me tocaron tan profundamente a la edad de 12 años, que nunca me dejaron en la vida. Tampoco nunca pude entender -hasta hoy-, siendo sacerdote y obispo, cómo se puede recibir a Nuestro Señor Jesucristo ¡a nuestro divino Señor Jesucristo! de una manera, así, tan pobre de gestos, de adoración, de reverencia.

Así es que me sentía obligado en conciencia de hablar sobre esto. Tenía la impresión de que se calla, que no se habla de esto, es casi como un tema tabú en la Iglesia. Y observé después de 30 años en occidente, como se divulga esta manera de distribución de la comunión con todas las reglas de la moda, con todas las reglas de una estrategia global. Y así es que contemplo la posibilidad de hablar sobre esto. Y escribí este libro que fue publicado en Brasil y en Portugal.

Y he recibido muchos testimonios de personas simples que agradecieron que se hable sobre esto, hasta un católico japonés que se convirtió del budismo me escribió agradecido; decía que no pensaba que todavía un obispo podía defender la Comunión en la boca y de rodillas, ya que fue acostumbrado por sus obispos, que divulgaban la comunión en la mano, y me citó hasta el Concilio de Trento y el Vaticano II en latín, y me dijo "Señor obispo: hable sobre este tema, no se deje intimidar". Un bello ejemplo de un laico.

Cita también el ejemplo de otro laico, norteamericano, convertido del protestantismo, en cuyo culto se le permitía arrodillarse para recibir la "cena del señor" en la boca, que es un mero símbolo, pero al convertirse al catolicismo, le prohibieron recibir de rodillas a Nuestro Señor en la Eucaristía. Era absurdo que como protestante podía arrodillarse ante un símbolo y se le prohibía, como católico, arrodillarse ante la presencia real de Nuestro Señor.

Otro aspecto que contribuye es que nuestro Santo Padre Benedicto XVI comenzó a distribuir la Sagrada Comunión a personas arrodilladas y en la boca, a partir de la fiesta de Corpus Christi del año pasado. Y ha hecho esto no solamente en Roma, sino en todos los paises que ha visitado, incluso en los paises en los que las Conferencias Episcopales permiten INFELIZMENTE la Comunión en la mano.

Ahora, para nosotros, obispos y sacerdotes, que queremos sentir como Iglesia, sentir como el Papa, verdaderamente, y no solamente con palabras, no podemos comportarnos indiferentes, y cerrar los ojos delante de este ejemplo claro, humilde y modesto del Santo Padre. Es un magisterio práctico en este punto concreto. Entonces pienso que nosotros los obispos y sacerdotes debemos sentirnos obligados a imitar al Papa.

Hoy el mundo occidental, y especialmente Europa, está perdiendo el sentido de la sacralidad. Los pueblos orientales nos pueden enseñar a recuperar el sentido de lo sagrado, que es uno de los fundamentos de toda religión.

Entonces la Iglesia de hoy tiene la misión profética de testimoniar al mundo con gestos concretos, señales de reverencia de su Fe. Debemos profundizar sobre el Misterio de la Encarnación, de Dios Encarnado, con todas sus consecuencias, y profundizar nuestra Fe en el dogma de la Transubstanciación, el dogma de la Presencia Real, con todas sus consecuencias prácticas. Esto exige gestos concretos de adoración: la genuflexión, estar arrodillados, que es un gesto típicamente Bíblico, Neotestamentario, Apocalíptico.

Pienso que debemos profundizar en nuestra Fe, el misterio de Dios encarnado eucarístico, no solamente con palabras, tal vez bonitas, sino con gestos y obras concretas. Y así yo pienso y espero, que a ejemplo del Santo Padre, la Iglesia podrá hacer una contribución concreta también por este gesto de veneración en el momento más sacro, más venerable de nuestra fe que es la sagrada comunión. Es el tributo válido y concreto de una auténtica renovación de la fe, especialmente de la fe en un misterio central, un misterio amado, querido y divino que es la Santísima Eucaristía.





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