Las fuentes de nuestro conocimiento de Dios.
Esta es la razón por la que nunca conoceremos a Dios en su infinidad.
Conoceremos a Dios, quien es infinito, pero no la infinidad de Dios
porque nosotros somos limitados y Dios no tiene límites. Él es
inconmensurable, y nosotros, por supuesto, somos muy limitados, incluso
teniendo la visión beatifica. Y así, obviamente es un consuelo para la
fe, es una ocasión de humildad. Obviamente, ante Dios somos casi nada,
pero al mismo tiempo es un consuelo para nosotros porque nos es
necesario siempre saber algo más de Dios, pero nunca lo conoceremos tal
como es…
Verán así que su Fuente, la cual es
Nuestro Señor Jesucristo mismo, es la Fuente de nuestro conocimiento de
Dios y es la causa de este contacto con la Humanidad de Dios, verán cómo
Nuestro Señor Jesucristo se ha revelado a Sí mismo. Conoceremos un poco
más de los detalles de cómo Él ha revelado el conocimiento de Dios.
Pero en este punto me gustaría hacer un pequeño “paréntesis” respecto a
los diversos libros que nos hablan de Dios. Me gustaría decirles unas
palabras sobre la Biblia y los Evangelios. Con éstos estamos seguros de
lo que leemos, lo que aprendemos, lo que descubrimos acerca de Dios, en
el Antiguo y el Nuevo Testamento. No hay dudas allí porque la Biblia es
la Palabra de Dios. Es de fe. No tenemos derecho de dudar ni un instante
porque la Sagrada Escritura es la Palabra de Dios. No es la palabra de
los apóstoles, es Dios quien habla a través de los apóstoles. Por
supuesto, Él utiliza sus inteligencias, su memoria, su amor y todas sus
facultades, pero Él es el Principal Autor. Los apóstoles sólo son
instrumentos, como lo es la pluma, así como la pluma es el instrumento
de nuestros escritos, así los apóstoles han sido intrumentos
inteligentes, el Buen Dios ha utilizado sus inteligencias, su memoria,
su conocimiento, pero ellos son instrumentos de Dios. Las palabras
resultantes son la Escritura y Dios es el autor. Él es el responsable de
todo lo que se ha escrito allí. En consecuencia, no debemos tener dudas
cuando leemos la Sagrada Escritura, pues sabemos que es Dios quien
habla, por lo tanto, no debemos dudar de lo que está allí.
Pero en las bibliotecas de nuestros
conventos y seminarios existen incontables escritores que han tratado
sobre Nuestro Señor, podríamos llenar una entera biblioteca sólo con
estos textos. Ciertamente, existen cosas muy buenas, muy santas y que
han sido aprobadas por la Iglesia, La Imitación de Cristo,
todos esos libros que tratan sobre la Sagrada Escritura, ciertos
comentarios y explicaciones a ésta, de cualquiera manera, no tenemos
escasez de estos libros. Pero tenemos otros libros que no sólo son
explicaciones o comentarios de la Sagrada Escritura, sino que se
presentan también como cierta revelación sobre Nuestro Señor Jesucristo.
Tenemos, por ejemplo, un libro de reciente aparición, el cual se ha
esparcido muy rápidamente y es fácil encontrarlo en las manos de muchas
personas, es el libro de María Valtorta. Seguramente han escuchado
hablar de este libro, y quizás alguno de Uds. lo ha leído, el cual es
enorme, creo que son 13 volúmenes sobre la vida de Nuestro Señor.
¿Qué debemos pensar sobre esto?
Verdaderamente es necesario ser muy cuidadoso, muy cuidadoso, y no
relacionarlo inmediatamente con la fe, ya que esta persona, quien se
autonombra inspirada, y quien ha dicho que ha visto todos sus escritos
en visiones, y en particular, en todos sus detalles, en detalles muy
pequeños, incluso en las cosas más insignificantes. Los apóstoles son
presentados de forma muy detallada, así como las conversaciones entre
los apóstoles y la Santísima Virgen, entre Felipe y Santiago, en el
carácter de unos y otros, todo es escrito con el mínimo detalle. Admito
que he leído una parte ya que el Padre Barrielle promovió mucho este
libro de María Valtorta. Él estaba convencido que era absolutamente
cierto, que no podía ser falso, que haría mucho bien. Yo no diría que no
haría un bien el entrar así en la compañía de los apóstoles y la
Santísima Virgen, el contemplar la vida de la Santísima Virgen,
contemplar la vida del Niño Jesús, verlo crecer. Es verdad que quizás
nos coloca en una atmósfera que nos hace vivir más con Nuestro Señor.
Pero también hay un peligro. Y es que nos puede hacer descender un poco,
rebajar la idea que nos hemos hecho de Nuestro Señor plasmada en los
Evangelios. Cuando sólo leemos las Escrituras y los comentarios sobre
ésta, permanecemos en un nivel muy espiritual precisamente porque los
Evangelios no entran en estos detalles físicos y materiales, en la casa
de Nazaret y todos sus detalles, en la preparación de la cocina, la
preparación de los alimentos, todos estos pequeños detalles, los
pequeños pájaros en sus jaulas y todo lo demás, son encantadores y
cautivadores. Pero quizás haya en todo esto algo que haga que Nuestro
Señor descienda casi a nuestro nivel. Sin duda, es claro que el Buen
Dios quiso vivir entre nosotros.
Él no quiso vivir como un ángel, no fue
como Rafael, quien acompañó a Tobías y le dijo «en verdad creíste que yo
comía y bebía, pero no comía ni bebía porque me sostenía con otro
alimento. ¡Soy uno de los siete quienes tienen entrada ante la divina
majestad!» Tobías estaba en el suelo, ¡temeroso! Y parecía que comía,
pero no lo hacía, ¿podríamos decir lo mismo de Nuestro Señor? ¡No lo
creo! Nuestro Señor verdaderamente quiso vivir como uno de nosotros,
cuando Nuestro Señor comía, Él verdaderamente lo hacía. No tuvo un
cuerpo aparente, tuvo un Cuerpo Verdadero como el nuestro. Él sufrió en
Su Cuerpo, Su Sangre fue derramada.
Así, existe un pequeño peligro en dejar
que se materialice demasiado la vida de Nuestro Señor. Incluso he leído
algo de la obra de María Valtorta, y me he encontrado con un pasaje que
no me ha gustado mucho, se los aseguro: la conversación de María
Magdalena con la Santísima Virgen al pie de la cruz. Verdadramente no
creo que Santa María Magdalena haya dicho cosas como esas a la Sma.
Virgen María. Casi fue grosera. María Magdalena diciéndole a la
Santísima Virgen María: «Tu, tu eres pura; y yo, todo lo que he conocido
en mi vida lo he convertido en algo impuro. Yo soy esto y lo otro,
mientras que tu eres esto y esto otro.» Esto me impactó, hablarle a la
Santísima Virgen así. ¿Por qué recordar sus adulterios, su vida
disoluta, y de una manera casi grosera? No creo que sea posible que
Santa María Magdalena pudiera dirigirse de esa manera a la Santísima
Virgen al pie de la Cruz. No es posible.
Nota de B&T: En
este mismo compendio se hace notar que Monseñor parece confundir
los personajes, pues no se encuentra este diálogo entre María Magdalena y
la Virgen María en el Poema, y más bien se refiere a otro personaje, Aglae.
Así que no lo sé, pero admito que pondría
un signo de interrogación en sus revelaciones. Les digo esto porque
creo que no son importantes. Es necesario mantenerse al nivel del
conocimiento de Nuestro Señor, en el conocimiento del Evangelio, al
nivel del Evangelio, no descender a las cosas…
Existen otros libros: sobre Catalina
Emmerich, María de Agreda. Pienso que tienen cosas muy bellas, quizás
sean mucho más aprobados que los de María Valtorta. Pueden hacer mucho
bien sin duda. Sin embargo, pienso que no debemos darle a estas cosas
una equivalencia al Evangelio. Pienso que tenemos muchísimos libros de
santos quienes han escrito sobre sus vidas con Nuestro Señor y todo lo
que Él los ha inspirado. Creo que me estoy extendiendo un poco, pero
leámos esos libros que son muy edificantes… Nunca reemplazaremos a la
Sagrada Escritura, consecuentemente, debemos tener en gran estima las
palabras del Evangelio, y tratar de descubrir allí, en profundidad, al
Buen Dios.
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