martes, 27 de noviembre de 2012

27 DE NOVIEMBRE – LA MEDALLA MILAGROSA

LA MEDALLA MILAGROSA

Como es sabido, en la noche del 18 al 19 de julio de 1830, María Santísima se apareció a Santa Catalina Labouré: durante dos horas la Virgen Gloriosa habló con la Santa sobre una misión que Dios quería encargarle y sobre las dificultades con que iba a tropezar al realizarla.
Una segunda aparición tuvo lugar el 27 de noviembre del mismo año: por la tarde, Santa Catalina se encontraba en la capilla cuando se apareció la Santísima Virgen, que lucía un vestido blanco; en sus manos llevaba un globo de oro provisto de una cruz. Clavando los ojos en el cielo, la Virgen parecía ofrecer el globo a Dios implorando mercedes sobre él. En sus dedos portaba anillos en los cuales figuraban incrustadas piedras preciosas; de ellas se desprendían haces de luz que se ensanchaban a medida que bajaban.
Mientras que María Santísima se veía rodeada por una luz brillante, el globo desapareció de sus manos; bajando los ojos miró a Catalina, abrió los brazos y, estando de pie encima de un globo terrestre grande, lo cubrió da haces de luz, símbolos de las mercedes.
Luego se formó un marco ovalado en cuyo contorno figuraban letras de oro que rezaban “Oh María sin pecado concebida rogad por nosotros que acudimos a Vos”.
Luego, la Madre de Dios le dio el siguiente encargo: “He aquí el símbolo de las mercedes que concedo a cuantos me las piden. Haz acuñar una medalla conforme a este modelo; cuantos la lleven puesta gozarán de muchas mercedes, sobre todo si la llevan puesta al cuello. Para cuantos la lleven con confianza, las mercedes serán abundantes”.
Luego el conjunto giró y Santa Catalina vio el reverso de la medalla: la letra M, encima de ella una Cruz y debajo los Sagrados Corazones de Jesús y de María. En el contorno del conjunto figuran 12 estrellas.
¿Cuál es la voluntad de María Santísima al mandar acuñar la Medalla, invitándonos a llevarla con fe, confianza y devoción? El mensaje de la Medalla Milagrosa es la voluntad salvífica de la Madre de Dios. Ella nos entrega su Medalla para que pensemos en nuestro destino eterno.
Como un día entregó el Santo Rosario a Santo Domingo y el Escapulario a San Simón, de la misma manera quiso entregar a Santa Catalina el escudo de la fe en la Medalla de la Inmaculada, que el pueblo fiel bautizó con el nombre de Milagrosa por los muchos milagros y conversiones que realizó.
La Santísima Virgen María viene para recordar el plan de Dios y su propia misión en relación con él: conducir el mundo a su Hijo. Nos da a conocer el medio para realizar este plan: el recurso confiado a su Corazón Inmaculado y la recitación del Santísimo Rosario, tal como especificará más tarde en otras apariciones.
El mensaje de la Rue du Bac es de una riqueza insondable. Cuando se analiza el contenido doctrinal de esta manifestación, no hay que buscarlo solamente en las palabras de la Virgen Bendita, puesto que estas están enmarcadas en un conjunto de hechos, gestos y signos simbólicos que contienen enseñanzas preciosas.
La Santísima Virgen explicó ciertos detalles; otros los dejó al cuidado de nuestra meditación: “La M y los dos Corazones dicen suficiente…”
Entre los objetivos generales queridos por Nuestra Señora, podemos señalar:
* Las numerosas relaciones con las manifestaciones ulteriores. Las apariciones de 1830 contienen en germen todas las otras; son como el resumen de todo lo que María dirá con mayor claridad e insistencia en sus sucesivas apariciones.
* Preparar los espíritus a la definición del dogma de la Inmaculada Concepción, confirmada, a su vez, por las apariciones en Lourdes.
* Presentar un antídoto contra el racionalismo reinante en el siglo XIX y contra el materialismo que nacería en el siglo XX. Las apariciones marianas están adaptadas a las necesidades de la Iglesia y de las almas, así como a la naturaleza de los errores que es urgente combatir. Lourdes y Fátima vendrán a completar el remedio.
En particular, las apariciones de Rue du Bac contienen un verdadero tratado completo de teología mariana. Nuestra Señora recuerda las grandes bases doctrinales de la mariología y resume por anticipación el programa dogmático que desarrollará en sus posteriores manifestaciones.
Ante todo, la Medalla presenta el Misterio de María en su contexto escriturario, bíblico: el anverso de la Medalla resume la gran promesa de Dios en las primera páginas del Génesis, es decir, el Redentor y la Mujer asociada a Él, que aplastará la cabeza de la serpiente infernal. El poder de María Virgen sobre el demonio está manifestado por sus pies benditos aplastando la serpiente infernal, como impidiéndole moverse y dañar a toda alma que recurra a su intercesión.
El reverso nos presenta la última revelación mariana de la Escritura: la Mujer del Apocalipsis. La realeza de María sobre el mundo está sugerida por las doce estrellas; mientras que la realeza de su Hijo se indica por la Cruz que corona la esfera que Nuestra Señora tiene entre sus manos durante la visión.
Entre ambos signos aparece la página central de la Revelación y del plan de amor de Dios en favor de la humanidad: la Encarnación Redentora, la Cruz del Redentor y su Madre unida a la Pasión.
La mediación Universal de María también está manifestada. Mediadora entre Jesús y los hombres, la Virgen ofrece, pide y distribuye.
El primer acto de la Mediación es la ofrenda: María ofrece a su Hijo el mundo entero, del cual Ella es Reina y Soberana, arrebatándoselo al demonio.
Ella pide y distribuye, la Mediación adquisitiva y distributiva: “habiendo mirado al cielo con una mirada suplicante, extendió sus manos”. En cada dedo tenía tres anillos recubiertos de piedras preciosas, de las cuales salían rayos que se iban alargando y ensanchando. “La belleza y el resplandor de los rayos es el símbolo de las gracias que distribuyo sobre aquellos que me las piden… Estas piedras preciosas de las cuales no sale ningún rayo, son las gracias que olvidan pedirme”.
Omnipotencia Suplicante, obtiene todo cuanto pide a su Hijo. Tesorera de todas las gracias, las cuida y embellece. Distribuidora de todos los dones de Dios, canal o acueducto por el cual nos llegan los ríos de la gracia…
¿Cuáles son las gracias que los hombres olvidan solicitar a Nuestra Señora? Bien parece ser que son las gracias íntimas del alma: humildad, mansedumbre, misericordia. Gracias que Jesús quiere ver en cada alma y de las cuales se muestra ejemplar.
 

Otra de las gracias que los hombres no piden a María Santísima es la de introducirlos en la intimidad del Sagrado Corazón de Jesús para participar allí de sus sentimientos profundos.
Una gracia no solicitada es la de participar los sufrimientos de Nuestro Señor y los dolores de Nuestra Señora; participar del estado de víctima por la gloria de Dios y la salvación de las almas.
Otra gracia perdida por no ser pedida es la instauración del Reino de María para que sea establecido el Reino de Cristo.
¡Pidamos a la Santísima Virgen Inmaculada nos conceda, además, todas las gracias que los hombres olvidan pedirle o tienen miedo de solicitarle!
Dame, Virgen Inmaculada, lo que te queda…, lo que jamás se te pide… lo que otros te rechazan…
Verdaderamente todo el Misterio de María está condensado en esta bendita Medalla, desde la Inmaculada Concepción esta la gloriosa Asunción a los cielos; desde el Génesis al Apocalipsis; desde la primera y misteriosa alusión a la Madre del Redentor, aplastando la cabeza de la serpiente, hasta la victoria definitiva sobre el orgulloso dragón.
Muchas otras cosas podríamos añadir sobre las maravillas de la Medalla Milagrosa; pero hoy no tenemos ni espacio ni tiempo.
Sea como conclusión de lo dicho, el propósito de llevar la Medalla de la Inmaculada, compendio de la vida de Nuestra Madre, catecismo mariano, tratado de mariología.
Contemplemos sus misterios y prerrogativas. Entremos en la lucha secular contra el demonio.
Confiemos en el poder y la protección de la Siempre Virgen, María Inmaculada.

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