Sor María de Jesús de Ágreda, fue una de las grandes figuras del siglo XVII, el llamado “Siglo de Oro del Barroco"; un siglo también marcado por la decadencia y la crisis generalizada, de la cual España no escapó. Sin embargo, esto no fue obstáculo para que el Señor Dios hiciera su obra en la Madre Ágreda.
Esta mujer humilde, sencilla, tímida, de escasos estudios; llegaría a ser con el tiempo: consejera de grandes figuras, entre ellas el rey Felipe IV; evangelizadora sin salir de su convento; mística, abadesa, gran escritora, su obra más conocida es la Mística Ciudad de Dios, en la que narra la historia de la vida de la Virgen María; también escribió otras obras, como su Autobiografía, El Jardín Espiritual, Las Sabatinas, una especie de diario espiritual, y otras tantas obras más.
Pero, Sor María de Jesús de Ágreda fue, sobre todo, una mujer enamorada de Dios; en toda su vida lo único que deseaba era hacer lo agradable a los ojos del Señor Altísimo, y para esto la Virgen María, en su misterio de la Inmaculada Concepción sería su modelo a seguir. Diría Sor María a la Virgen: “Madre, Señora y dueña mía, mándame como reina, enséñame como maestra, corrígeme como Madre.” Hacer la voluntad de Dios era su delicia y para esto se serviría de las doctrinas que le daba la Virgen María al escribir la Mística Ciudad de Dios. Otra manifestación de su gran amor a Dios era su amor al prójimo y de ahí su gran preocupación de que “todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad ” (1 Tm 2,4 )
Su infancia
Como Ávila, Loyola o Liseux, Ágreda, una pequeña villa de la provincia de Soria, es un punto geográfico célebre en todo el mundo por una persona de extraordinarios destinos que lo ha inmortalizado. Esa figura excepcional es la Venerable Sor María de Jesús conocida, precisamente por el lugar de su nacimiento como María de Ágreda o, también, como Madre Ágreda.
Nace en Ágreda el 2 de abril de 1602, en la calle de las Agustinas. Sus padres se llamaban Francisco Coronel y Catalina de Arana. Concibieron 11 hijos, pero sólo cuatro sobrevivieron: Francisco, José, María y Jerónima.
En su árbol genealógico se cruzaban diversas procedencias. Su madre, Doña Catalina de Arana era de ascendencia vasca, con documentos de hidalguía que hasta el día de hoy se conservan en el archivo de las MM. Concepcionistas de Ágreda, procedente de la villa vizcaína de Izurza. El padre, Don Francisco Coronel era natural de Ágreda.
María de Jesús tuvo dos hermanos, Francisco y José. Ambos religiosos franciscanos. Como hermana, tuvo a Jerónima, que como ella, ingresó en la Concepción de Ágreda.
Dotada de excepcionales cualidades, en su niñez se mostró como mujer apocada y llena de complejos que nadie sabía explicarse. El misterio de todo estaba en que muy precozmente empezó a actuar Dios en ella con fenómenos de iluminación interior que le revelaba su nada, la vanidad de todas las cosas creadas y el pecado que reinaba en el mundo. Aprendió pronto a leer, lo que le granjeó el respeto de sus padres y hermanos.
A los 4 años de edad fue confirmada por el famoso obispo Mons. Yepes, biógrafo de santa Teresa de Ávila. A los 6 años recibió la primera comunión y a los 8 había hecho secretamente su voto de castidad.
Ya a los 12 años se inclinaba por la vida religiosa; intentó ingresar en las carmelitas descalzas de Tarazona. Lo suyo eran, sin embargo, las concepcionistas franciscanas descalzas, influida, quizá, por los franciscanos del convento de san Julián, sitio a las afueras de Ágreda. Cuando tenía 13 años sus dos hermanos entraron franciscanos.
La gran decisión familiar
Lienzo familia Coronel-Arana, por Valentín Zubiaurre, 1892
Hacia el año 1615 los padres de sor María de Jesús, tomaron una decisión desconcertante para la población agredeña: Convertir el hogar doméstico en convento concepcionista. Todo sucedió de forma muy original: Catalina Arana había tenido una visión en que se le decía debía hacerse religiosa y convertir su casa en convento. Fue a consultar su revelación con su confesor que vivía en el convento franciscano de San Julián a extramuros de la Villa. Con increíble sorpresa, se le hizo encontradizo su propio confesor, en un lugar que todavía se señala en el término de los muros del Convento, que venía a hablarle de la visión que había tenido también él sobre la fundación querida por Dios. La cosa tenía todas las pruebas de origen divino.
Ella y sus dos hijas, permanecerían en la casa familiar convertida en convento; el cabeza de familia ingresaría franciscano; los otros dos hijos ya habían optado por la vida religioso- franciscana. Hubo sus más y sus menos en el seno de la familia, y también en el vecindario, que consideraba tal sueño como un agravio al matrimonio. Al final, triunfó el proyecto; y el 1 de marzo de 1618 se firma la escritura por la que los Coronel-Arana donan su hacienda para la nueva fundación.
Catalina Arana y sus hijas decidieron que la familia religiosa a la que se había de confiar la nueva fundación había de ser la orden contemplativa de la Inmaculada Concepción, y de la rama estricta de las recoletas o descalzas. El 8 de diciembre se celebra la primera misa en el improvisado convento y el 13 de enero de 1619 toman el hábito concepcionista María Coronel (cambiando su nombre de pila en Sor María de Jesús), su hermana Jerónima y Catalina, su madre. Francisco Coronel ingresa en el convento franciscano de San Antonio de Nalda.
Para abrir el proyectado monasterio y proceder a la erección canónica, vinieron del convento de San Luis de Burgos, tres religiosas concepcionistas que iniciaran a las aspirantes en el espíritu de santa Beatriz de Silva. La presencia de las monjas burgalesas en Ágreda duró cuatro años. Terminado el período de la formación de las primeras religiosas, regresaron a su monasterio de origen.
Para dar nuevos vuelos al monasterio agredeño, llaman las nuevas profesas a otro grupo de tres monjas del monasterio del Caballero de Gracia en Madrid. Al cabo de otros cuatro años regresan también éstas a Madrid.
El monasterio de Ágreda cuenta con suficientes elementos propios como para llevar adelante la plena observancia de la vida concepcionista recoleta.
La religiosa
En 1620 hace la profesión y comienza toda la trayectoria de su vida mística, marcada también por la enfermedad, la tentación y otros "trabajos".
La vida de la M. Ágreda es impensable sin el marco de la clausura concepcionista. La orden de santa Beatriz la orientó hacia el misterio central de la Inmaculada Concepción, que había de ejercer en toda su vida una fascinación humanamente inexplicable.
La inexorable reclusión de la vida enclaustrada encauzó la fuerza poderosa de su inteligencia y de su voluntad hacia un crecimiento en dirección vertical. La estrechez del monasterio primero, reducido a los muros de la casa paterna, lanzó a la adolescente María de Jesús a una vida de superior expansión hacia la mística. Sus primeros años de religiosa se ven marcados por fenómenos religioso-místicos paranormales: éxtasis, raptos, arrobos, ingravidez....
Comenzó esta etapa a los 18 años aproximadamente. La forma que los trances místicos revistieron era la del éxtasis. La joven concepcionista permanecía inmóvil e insensible por espacio de dos o tres horas. El éxtasis venía acompañado de la levitación. Se elevaba sobre el pavimento y adquiría una levedad tan pasmosa, que un pequeño soplo podía mover en uno y otro sentido la masa ingrávida de su cuerpo. Se enardecía su rostro hasta tomar la forma de un verdadero serafín. Y estos arrobos llegaron a más del millar. Su confesor -Juan de Torrecilla- los divulgó indiscretamenete y las mojas fomentaban la publicidad. Mucha gente acudía verla en tal estado, el fenómeno duró hasta 1623: "fui al Señor- nos dice- y postrada ante su Ser inmutable, le dije que no me había de levantar hasta que me concediese quitarme todas las exteiroridades." A petición de la propia Venerable, Antonio de Villalacre, ministro provincial de Castilla (1620-1623), terció en el problema para poner fin a semejante exhibición.
Mas la cesación de las exterioridades trae una concentración de lo sobrenatural en el interior de la monja, la cual empieza a vivir unos fenómenos únicos de bilocación que le hacen actuar a distancia de miles de kilómetros.
El año 1627, a sus 25 años, es elegida abadesa, cargo en el que perduraría hasta su muerte, exceptuando el trienio 1652-1655. ¡35 años en total!. Su talante fué -al parecer- la prudencia, la eficacia, la suavidad, sin caer en la blandura. Facetas altamente simpáticas de su personalidad son la naturalidad, la sencillez, el carácter humano y afectuoso...
Su vida espiritual se desarrolló en tres etapas, a las que ella llamaba noviciados: la imitación de la Virgen María, la imitación de Cristo y la entrega de sí misma a Dios; cada uno de los procesos los ratificaba mediante una especia de profesión. Desarrolló principalmente las virtudes de ciencia, prudencia, mansedumbre, fe y penitencia.
La Dama de Azul
Sor María de Jesús, tenía un gran celo por “salvar almas para el Señor”; desde su más tierna edad, Dios le concedió tener una visión del alma en gracia santificante y del alma en pecado mortal que marcó totalmente su vida, desde ese momento María Coronel Arana ya no sería la misma. A partir de allí, su espíritu se encumbraría a buscar sólo a satisfacer a su Amado, a entregarse por entera a Él.
El Señor le favoreció con fenómenos exteriores, pero todos estos fenómenos místicos extraordinarios cesaron, para dar paso a una concentración de lo sobrenatural en su interior, el cual se manifestó con el fenómeno único de la bilocación que le hacía actuar a distancia de miles de kilómetros en las tierras americanas de Nuevo México. Era el año 1622. Sor María tenía sólo 20 años.
La bilocación que trasladó a Sor María desde su retiro de Ágreda sobre el Atlántico hasta América fue en su tiempo algo que causó el más grande estupor, no sólo en España sino en las mismas Indias, donde ha perdurado hasta nuestros días la fama de la dama azul del Oeste que evangelizara vasta zonas de Nuevo México.
Los obstáculos a la acción de los misioneros eran duros. Ante todo la hostilidad de las tribus indígenas, luego la dificultad de las lenguas autóctonas- diferentes y extrañas en su estructura-, las grandes distancias, etc. Es cuando se inician las inexplicables actuaciones de la legendaria “dama de azul” que prepara a los indios a la recepción del bautismo.
De estos sucesos dejó ella misma una narración: "Paréceme que un día, después de haber recibido a nuestro Señor, me mostró Su Majestad todo el mundo, y conocí la variedad de cosas criadas; cuán admirable es el Señor en la universidad de la tierra; mostrábame con mucha claridad la multitud de criaturas y almas que había, y entre ellas cúan pocas que profesasen lo puro de la fe, y que entrasen por la puerta del bautismo a ser hijos de la santa Iglesia. Dividíase el corazón de ver que la copiosa redención no cayese sino sobre tan pocos. Conocía cumplido lo del Evangelio, que son muchos los llamados y pocos los escogidos...
Entre tanta variedad de los que no profesaban y confesaban la fe, me declaró que la parte de criaturas que tenían mejor disposición para convertirse, y a que más su misericordia se inclinaba, eran los del Nuevo México y otros reinos remotos de hacia aquella parte. Él manifestarme el Altísimo su voluntad en esto, fue mover mi ánimo con nuevos afectos de amor de Dios y del prójimo, y a clamar de lo íntimo de mi alma por aquellas almas.” Era el ardor misionero de Sor María de Jesús.
Desde el año 1622 al 1625 se hizo presente, como evangelizadora, lo menos 500 veces -dice en las primeras declaraciones- en las provincias de Quiviras, Jumanas y otras zonas de Nuevo México (actualmente estas zonas se encuentran ubicadas en los estados de Nuevo México, Texas y Arizona de los Estados Unidos de Norteamérica) hasta que la fama que iban adquiriendo tales hechos le aconsejó pedir a Dios que cesaran estos dones, cosa que consiguió. Los indígenas le llamaban "la dama de azul", por el manto celeste de concepcionista que llevaba. Predicó a muchos el Evangelio y hasta sufrió una especie de martirio. Por entonces ya había misioneros franciscanos en aquellas regiones. Y sugirió a los indios que se presentaran a los misioneros para que, una vez evangelizados, toda la región pudiera recibir el bautismo. Se asombraron los misioneros de ver tanta gente dispuesta y comenzaron a indagar dónde podría vivir aquella "dama de azul" que decían los nativos.
El año 1630 Alonso Benavides vino a España, se dirigió al ministro general de los Frailes menores, Bernardino de Sena, y le refirió aquella historia de la evangelización de Nuevo México. Y como ya la conocía por otras referencias, le envió al convento de la Purísima Concepción de Ágreda para que comprobase la veracidad de tales revelaciones. Benavides atestiguó que la "dama de azul" no era otra que María de Ágreda y así lo consignó en sus memorias.
De estas bilocaciones se hizo un doble proceso de la Inquisición en los años 1635 y 1650.
Sor María de Jesús de Ágreda no sólo fue misionera ella, sino que fue sembradora de inquietudes misionales e inspiradora de vocaciones de grandes y santos misioneros. Conocemos del Beato Junípero Serra (1713-1784), el gran evangelizador y colonizador de California (EE.UU.), que llevaba siempre consigo la Mística Ciudad de Dios y que él continuaría en California, la obra comenzada por Madre Ágreda en Nuevo México. El Venerable José de Carabantes, (Fr. José Velázquez Fresnada, 1628-1694, cuya causa de beatificación se introdujo en 1910), debe su vocación misionera a María de Ágreda, quien le orientó e inculcó este gran servicio a Dios, al ir éste a consultarle sobre la voluntad del Señor en su vida; su misión se desarrollo en Cumaná (Venezuela). Fr. Antonio Margil de Jesús (1657-1726), evangelizador de México, Nicaragua, Guatemala, Costa Rica y Texas, solía leer cada noche un capítulo de la Mística Ciudad de Dios.
En nuestros días María de Ágreda continúa inspirando la labor misionera en la Iglesia Católica. Hace más de 50 años el Padre James Flanagan, un sacerdote de la Arquidiócesis de Boston, leyó la versión en Inglés de la Mística Ciudad de Dios. Influenciado por el Evangelio y el libro de la MCD, fundó junto con el Padre John McHugh, la Sociedad de Nuestra Señora de la Santísima Trinidad, SOLT (por sus siglas en Inglés) oficialmente el 16 de Julio de 1958 en la Arquidiócesis de Santa Fe en Nuevo México. Desde su inicio ha tenido muchos seguidores, y actualmente esta Sociedad Apostólica expande su labor misionera en parte de América, Europa, Asia y Oceanía.
El Prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, Monseñor Ángelo Amato, en una visita no oficial al Monasterio de Sor María de Jesús, recalcó ésta faceta misionera de la Madre Ágreda y exhortó a los feligreses a ser misioneros en el estado o vocación en la cual cada uno ha sido llamado por Dios.
La Dama de Azul sigue viva en el corazón de sus fieles devotos, quienes le profesan una gran devoción, no por lo “extraordinario o sobrenatural” de sus bilocaciones, sino por el amor con que anunció y sigue anunciando el Evangelio: “las maravillas que Dios hace con los hombres”(Sal 106).
La Gran Mística mariana
La figura de Sor María de Jesús de Ágreda, (1602-1665), la gran mística mariana del siglo XVII, ocupa un primer puesto entre las grandes contemplativas de la Iglesia. Su profundo conocimiento de la vida interior, espiritual, de la Virgen, como la primera cristiana, su particularísima y prolongada experiencia de la presencia de María en el decurso de su vida, la hace testigo privilegiado de la verdadera devoción mariana en la Santa Iglesia. No se manifiesta en ocasionales o aisladas experiencias suyas que la denoten, como en tantas almas contemplativas se conocen, sino en la intervención habitual de la Virgen a lo largo de su vida, como verdadera Madre y Maestra que acompaña e instruye a su hija y discípula en el fiel seguimiento de Cristo.
Esta presentación ahora hecha de Sor María de Jesús, guarda una relación directa y dependiente con su obra tan conocida la Mística Ciudad de Dios, que lleva como ampliación o subtítulo: Historia divina y Vida de la Virgen Madre de Dios.
Si el Señor en sus designios amorosos quiso que fuera la concepcionista franciscana de Ágreda la cronista de la historia o vida de la Virgen, le dio para ello un cúmulo de gracias sobrenaturales, luces y conocimientos de las Sagradas Escrituras, que la capacitaban para cumplir el encargo que se le confía. La santidad de vida que en Sor María de Jesús resplandece, la hizo merecedora de que su causa de canonización se instruyese a los pocos años de su fallecimiento, dándole entonces el título de Venerable.
La Mística Ciudad de Dios, historia o vida de la Virgen, comienza a tratar de la presencia de María en el plan divino de la creación, predestinada juntamente con Cristo Jesús, su Hijo, Primogénito de toda criatura, para ser su Madre. Por lo que desde el primer instante de su Concepción en la mente divina, fue creada Purísima, Inmaculada, libre de todo pecado. Lo requería su dignidad única de ser la digna Madre de Dios. Y la primera redimida por los méritos previstos de su Hijo, el único Redentor. Era, por eso, merecedora del culto de imitación, ejemplo de su vida de primera cristiana, que a la Iglesia ofrece y que nuestra concepcionista promueve.
Aquel siglo XVII, conocido como el “siglo de la Inmaculada”, por la defensa que el pueblo cristiano hacía de la entonces todavía opinión piadosa, que los teólogos tomistas no admitían, sería proclamada dogma de fe por el papa B. Pío IX en 1854. La obra de la M. Ágreda que la defiende, pasó a ser santo y seña de todos los partidarios y devotos de la Inmaculada. Y por eso mismo combatida por los seguidores de la opinión contraria, a los que se unían los jansenistas, galicanos y los enemigos del culto a la Virgen, que consideraban excesivo. La polémica desencadenada por ello contra la Mística Ciudad de Dios y contra la M. Ágreda, su autora, no terminaría hasta que el dogma de la Inmaculada Concepción fue definido. Sin embargo, no fue igualmente revalorizada por sus adversarios la persona de su defensora, Sor María de Jesús.
Las enseñanzas marianas de la M. Ágreda adquirieron gran difusión entre el pueblo creyente. Las ediciones de su obra MCD son ya centenarias, con cerca de una cuarentena de traducciones a otras tantas lenguas. Las tres últimas ediciones en castellano de la obra completa, en un tomo, 1970,1982, 1992, han agotado y los 20.000 ejemplares. Y ha hecho necesaria la nueva edición que se prepara. La solidez teológica de su doctrina nunca ha sido condenada por la Iglesia, ya que la condenación que sufrió de la inquisición romana en 1681 fue muy pronto sobreseída. Ninguna de las enseñanzas de nuestra concepcionista han merecido rechazo o condena. Sin embargo, toda aquella oposición doctrinal precedente, se fue concentrando contra Sor María y su causa de beatificación, que fue interrumpida, a la espera de que sea de nuevo reabierta.
La MCD ha tenido gran influencia en la espiritualidad de los siglos precedentes y sigue teniéndola en nuestros días. La espiritualidad mariana que promueve, el culto a la Virgen, particularmente de imitación, su devoción filial; las invocaciones como Reina y Señora, Madre y Maestra de la Iglesia, primera cristiana y redimida; discípula de Cristo, Mujer evangélica, Maestra de los Apóstoles, modelo de la Iglesia… constituyen otros tantos puntos básicos de su mariología, que la Iglesia del Vaticano II promueve. La bibliografía Agredana del último cuarto de siglo y de esta primera década del presente así lo prueba con abundantes estudios.
Por cuanto a la mística mariana se refiere, que la contemplativa del Moncayo propone en su obra, “abriendo horizontes insospechados en el alma mística de María” hay que tener presente lo que la Venerable nos dice. Al empezar a escribir la segunda parte de la MCD, con la aprobación divina de cuanto había ya escrito, el Señor le pide como respuesta en su condición de discípula de la Virgen, un nuevo modo de obrar las virtudes y tan alta perfección de vida y costumbres, que…quedé turbada y temerosa de emprender negocio tan arduo y difícil para una criatura terrena, escribe (MCD: 2, n.2, p.337). Es decir: que para poder vivir la vida mariana, imitando a la Virgen como modelo de vida cristiana, tiene que vivirse en una forma nueva, de mayor generosidad y entrega, a semejanza de la bendita Madre, la perfección evangélica y seguir su doctrina.
En el camino espiritual que Sor María de Jesús señala a las almas que quieren seguirlo, siendo en verdad espirituales, la base de su perfección cristiana está en vivirla a semejanza de María: Es la forma de poder seguir los pasos de Cristo, el Señor, hasta llegar a la glorificación de la Trinidad Santa. Son éstas las tres cimas sucesivas en las que culmina la perfección de la vida evangélica. Por María y por Cristo a la glorificación de la Santísima Trinidad.
GASPAR CALVO MORALEJO, OFM
VICE POSTULADOR DE LA CAUSA
DE SOR MARÍA DE JESÚS DE ÁGREDA
Mística Ciudad de Dios
Título original: “Mística Ciudad de Dios vida de María milagro de su omnipotencia y abismo de la gracia historia divina y vida de la Virgen Madre de Dios, Reina y Señora nuestra, María santísima, restauradora de la culpa de Eva y medianera de la gracia, dictada y manifestada en estos últimos siglos por la misma Señora a su esclava sor María de Jesús abadesa indigna de este convento de la Inmaculada Concepción de la villa de Ágreda para nueva luz del mundo, alegría de la Iglesia Católica y confianza de los mortales”
Editorial: Fareso. Introducción, notas y edición por CELESTINO SOLAGUREN, OFM con colaboración de Ángel Martínez Moñux, OFM y Luís Villasante, OFM, Madrid 1970, reimpresa en 1982, en 1992.
Se está preparando nueva edición.
Tema: La Madre María de Jesús, por obediencia al mandato del Señor, se decide a escribir esta “Historia divina y Vida de la Virgen”, subtítulo explicativo de la Mística Ciudad de Dios con el que la define su autora. Tiene como referencia directa la historia de la salvación de los hombres, que culmina en la persona de Cristo y su misterio pascual (SC, 5), a través de la Vida de la bendita Madre. Las páginas del Evangelio y toda la Sagrada Escritura, con la enseñanza de la liturgia y del Magisterio de la Iglesia, serán su base expositiva. La riqueza de su lenguaje barroco y el recurso ocasional a las obras en uso entre los escritores eclesiásticos contemporáneos, particularmente en las llamadas “Vidas” de la Virgen, le proporcionan los recursos ornamentales para su narrativa simbólica. No es tanto una biografía mariana, con precisión de datos y hechos históricos, cuanto una descripción de la vida interior, espiritual, del alma de la Madre del Señor, la llena de gracia (Lc 1,28) desde el primer instante de su ser en el designio divino.
La Mística Ciudad de Dios, o “Historia divina y Vida de la Virgen Madre de Dios” da a conocer la existencia de María desde los designios eternos de Dios Padre hasta su presencia escatológica en la vida de la Iglesia, de la que es su Madre y Maestra. Para los hechos concretos que señalan su vida: Concepción Inmaculada, Virginidad, Maternidad Divina, su asociación a la persona y a la obra redentora de Cristo Jesús, su Hijo; su Asunción a los cielos y Mediación maternal sobre la Iglesia, encuentra su reflexión en las enseñanzas de las Sagradas Escrituras una doctrina cristológico-mariológica, considerada como de una “iluminada precursora” de la mariología del Concilio Vaticano II promotora, a la vez, del culto de imitación y servicio a la Virgen, Madre y Maestra de la Iglesia, como Pablo VI y Juan Pablo II, siguiendo la mariología del Concilio, proponen en su magisterio.
La Mística Ciudad de Dios es una de las tres obras de su siglo más veces impresas, junto con las de S. Luís María Grignion de Montfort y S. Alfonso M. de Ligorio.
NOTA: Puede adquirirse en el Convento de las Concepcionistas de Ágreda o pedir Aquí
Para conocer otras de Sor María de Jesús, ver la sección: ¿Qué escribió?/Obras Publicadas
Inicio de la causa de beatificación
La muerte de Sor María de Jesús, señaló el momento histórico de una singular celebridad que se granjeó en el mundo cristiano de fines del siglo XVII. La poderosa orden franciscana que había seguido muy de cerca la evolución mística de la concepcionista de Ágreda se hizo cargo de todos sus papeles, especialmente del texto manuscrito de la Mística Ciudad de Dios, con el fin de proceder a los preparativos para la introducción de su Causa de Beatificación.
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Su muerte
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