|
¿Se puede leer a Anthony de Mello? |
Los escritos de Anthony de Mello se
alejan de la fe cristiana
Notificación sobre los escritos del padre
Anthony de Mello, S.J. Congregación para la Doctrina de la Fe,
6/98. 6/98. 6/98.
El padre jesuita de la India, Anthony de
Mello (1931-1987), es muy conocido debido a sus numerosas publicaciones,
las cuales, traducidas a diversas lenguas, han alcanzado una notable
difusión en muchos países, aunque no siempre se trate de
textos autorizados por él. Sus obras, que tienen casi siempre
la forma de historias breves, contienen algunos elementos válidos de
la sabiduría oriental, que pueden ayudar a alcanzar el dominio
de sí mismo, romper los lazos y afectos que nos
impiden ser libres, y afrontar serenamente los diversos acontecimientos favorables
y adversos de la vida. Particularmente en sus primeros escritos,
el P. de Mello, no obstante las influencias evidentes de
las corrientes espirituales budista y taoísta, se mantuvo dentro de
las líneas de la espiritualidad cristiana. En estos libros trata
los diversos tipos de oración: de petición, intercesión y alabanza,
así como de la contemplación de los misterios de la
vida de Cristo, etc.
Las religiones, incluido el Cristianismo, serían uno
de los principales obstáculos para el descubrimiento de la verdad.
Esta verdad, por otra parte, no es definida nunca por
el Autor en sus contenidos precisos. Pensar que el Dios
de la propia religión sea el único, sería simplemente fanatismo.
Dios es considerado como una realidad cósmica, vaga y omnipresente.
Su carácter personal es ignorado y en práctica negado.
Pero ya en ciertos pasajes de estas primeras obras, y
cada vez más en sus publicaciones sucesivas, se advierte un
alejamiento progresivo de los contenidos esenciales de la fe cristiana.
El Autor sustituye la revelación acontecida en Cristo con una
intuición de Dios sin forma ni imágenes, hasta llegar a
hablar de Dios como de un vacío puro. Para ver
a Dios haría solamente falta mirar directamente el mundo. Nada
podría decirse sobre Dios; lo único que podemos saber de
El es que es incognoscible. Ponerse el problema de su
existencia sería ya un sinsentido. Este apofatismo radical lleva también
a negar que la Biblia contenga afirmaciones válidas sobre Dios.
Las palabras de la Escritura serían indicaciones que deberían servir
solamente para alcanzar el silencio. En otros pasajes el juicio
sobre los libros sagrados de las religiones en general, sin
excluir la misma Biblia, es todavía más severo: éstos impedirían
que las personas sigan su sentido común, convirtiéndolas en obtusas
y crueles. Las religiones, incluido el Cristianismo, serían uno de
los principales obstáculos para el descubrimiento de la verdad. Esta
verdad, por otra parte, no es definida nunca por el
Autor en sus contenidos precisos. Pensar que el Dios de
la propia religión sea el único, sería simplemente fanatismo. Dios
es considerado como una realidad cósmica, vaga y omnipresente. Su
carácter personal es ignorado y en práctica negado.
El P. de
Mello muestra estima por Jesús, del cual se declara "discípulo".
Pero lo considera un maestro al lado de los demás.
La única diferencia con el resto de los hombres es
que Jesús era "despierto" y plenamente libre, mientras los otros
no. Jesús no es reconocido como el Hijo de Dios,
sino simplemente como aquel que nos enseña que todos los
hombres son hijos de Dios. También las afirmaciones sobre el
destino definitivo del hombre provocan perplejidad. En cierto momento se
habla de una "disolución" en el Dios impersonal, como la
sal en el agua. En diversas ocasiones se declara también
irrelevante la cuestión del destino después de la muerte. Debería
interesar solamente la vida presente. En cuanto a ésta, puesto
que el mal es solamente ignorancia, no existirían reglas objetivas
de moralidad. El bien y el mal serían solamente valoraciones
mentales impuestas a la realidad.
En coherencia con lo expuesto hasta
ahora, se puede comprender cómo, según el Autor, cualquier credo
o profesión de fe en Dios o en Cristo impedirían
el acceso personal a la verdad. La Iglesia, haciendo de
la palabra de Dios en la Escritura un ídolo, habría
terminado por expulsar a Dios del templo. En consecuencia, la
Iglesia habría perdido la autoridad para enseñar en nombre de
Cristo.
Con la presente Notificación, esta Congregación, a fin de tutelar
el bien de los fieles, considera obligado declarar que las
posiciones arriba expuestas son incompatibles con la fe católica y
pueden causar grave daño.
El Sumo Pontífice Juan Pablo II, en
el curso de la audiencia concedida al infrascrito Prefecto, ha
aprobado la presente Notificación, decidida en la Sesión ordinaria de
esta Congregación, y ha ordenado su publicación.
Dado en Roma, en
la sede de la Congregación para la Doctrina de la
Fe, el 24 de Junio de 1998, Solemnidad de la
Natividad de San Juan Bautista.
+ Joseph Card. Ratzinger, PREFECTO
+ Tarcisio
Bertone STB, Arzobispo Emérito de Vercelli, SECRETARIO
--------------------------------------------------------------------------------
NOTA ILUSTRATIVA Las publicaciones del
jesuita de la India P. Anthony de Mello (1931-1987) han
alcanzado una notable difusión en muchos países y entre personas
de diferentes condiciones. En tales escritos, con un estilo asequible
y de fácil lectura, en la mayoría de los casos
en forma de breves narraciones, ha recogido algunos elementos válidos
de la sabiduría oriental que pueden ayudar a alcanzar el
dominio de sí, romper los lazos y afectos que nos
impiden ser realmente libres, evitar el egocentrismo, afrontar con serenidad
las vicisitudes de la vida sin dejarse influenciar por el
mundo exterior, a la vez que percibir la riqueza del
mundo que nos rodea. Es de justicia señalar estos valores
positivos, que se pueden encontrar en muchos de los escritos
del P. de Mello. Sobre todo en las obras que
datan de sus primeros años de actividad como director de
retiros, aunque influenciado por las corrientes espirituales budistas y taoístas,
se mueve en muchos aspectos en las líneas de la
espiritualidad cristiana: se refiere a la espera, en el silencio
y en la oración, de la venida del Espíritu, puro
don del Padre (Incontro con Dio, 11-13). Habla muy bien
de la oración de Jesús y la que él nos
enseña, tomando como base el Padre nuestro (ibid. 40-43). Habla
también de la fe, del arrepentimiento, de la contemplación de
los misterios de la vida de Cristo según el método
de san Ignacio. En su obra Sàdhana. Un cammino verso
Dio, publicado por primera vez en 1978, sobre todo en
su parte final (La devozione, pp. 175-235), Jesús ocupa un
lugar central: se habla de la oración de petición, de
la oración de intercesión, tal como Jesús enseña en el
evangelio, de la oración de alabanza, de la invocación del
nombre de Jesús. El libro está dedicado a la Bienaventurada
Virgen María, modelo de la contemplación (p.11).
Pero ya en este
volumen desarrolla su teoría de la contemplación como autoconciencia (consapevolezza),
que no aparece exenta de ambigüedad. Ya al comienzo de
la obra se equipara la noción de la revelación cristiana
y la de Lao-Tse, con una cierta preferencia por la
de este último: "«El silencio es la gran revelación», dijo
Lao-Tse. Según nuestra forma común de pensar, la Revelación se
encuentra en la Sagrada Escritura. Y es así. Pero hoy
quisiera que descubrieras qué revelación puede encontrarse en el silencio"
(p. 15; cfr p. 18). En el ejercicio de la
conciencia (consapevolezza) de nuestras sensaciones corporales entramos ya en comunicación
con Dios (p.44). Una comunicación que se explica en estos
términos: "Muchos místicos nos dicen que, además de la mente
y el corazón, con los cuales ordinariamente nos comunicamos con
Dios, todos nosotros estamos dotados de una mente mística y
de un corazón místico, una facultad que nos hace capaz
de conocer a Dios directamente, de acogerlo e intuirlo en
su mismo ser, aunque de manera oscura" (ibid.). Pero esta
intuición, sin imágenes ni forma, es la de un vacío:
"¿Qué cosa miro cuando en silencio miro a Dios? Una
realidad sin imagen, sin forma. ¡Un vacío!" (p. 45). Para
comunicar con el infinito es necesario "mirar al vacío". Así
se llega a la conclusión, "aparentemente desconcertante, de que la
concentración en nuestra respiración o en nuestras sensaciones corporales es
una óptima contemplación, en el sentido estricto de la palabra"
(p. 51). En otras obras posteriores se habla del "despertarse",
de la iluminación interior o del conocimiento: "¿Cómo despertarse? ¿Cómo
saber si se duerme? Los místicos, cuando ven lo que
les rodea, descubren un gran gozo que brota del corazón
de las cosas. Unánimemente hablan de este gozo y del
amor que lo inunda todo... ¿Cómo llegar a ésto? Mediante
la comprensión, liberándonos de las ilusiones y de las ideas
deformadas" (Istruzioni di volo per aquile e polli, 77; cfr
Chiamati all´amore, 178). La iluminación interior es la verdadera revelación,
mucho más importante que la que nos llega por la
Escritura: "Un gurú prometió a cierto estudioso una revelación de
mayores consecuencias que cualquier otra contenida en las escrituras... Cuando
has adquirido conocimiento, usas una antorcha para mostrar el camino.
Cuando estás iluminado, te conviertes en antorcha" (La preghiera della
rana I, 126-127). "La santidad no es una conquista, es
una Gracia. Una gracia llamada conciencia, una gracia que se
llama mirar, observar, entender. Si encendieras la luz de la
conciencia y te observaras a ti y todo lo que
te rodea durante el día; si te vieras reflejado en
el espejo de la conciencia de la forma en que
ves tu rostro reflejado en un espejo... sin emitir ningún
juicio o condena, te darías cuenta de las transformaciones maravillosas
que ocurren en ti." (Chiamati all´amore, 176).
En estos escritos sucesivos
el P. De Mello ha llegado cada vez más a
concepciones sobre Dios, la revelación, Cristo, el destino final del
hombre, etc. que no resultan armonizables con la enseñanza de
la Iglesia. Dado que muchos de sus libros no se
presentan en forma doctrinal, sino como colecciones de pequeñas historias,
con frecuencia muy ingeniosas, las ideas subyacentes pueden pasar fácilmente
desapercibidas. Por ello se hace necesario llamar la atención sobre
algunos aspectos de su pensamiento que, en formas diversas, afloran
a lo largo de su obra. Nos serviremos de los
textos del Autor, que, aun con sus peculiares características, muestran
con claridad el pensamiento de fondo.
El P. De Mello en
repetidas ocasiones hace afirmaciones sobre Dios que ignoran, si no
niegan explícitamente, su carácter personal y lo reducen a una
vaga realidad cósmica omnipresente. Nadie puede ayudarnos a encontrar a
Dios como nadie puede ayudar al pez a encontrar el
océano (cf. Un minuto di saggezza, 77; Messaggio per un´aquila
che si crede un pollo, 115). Igualmente Dios y nos
no somos ni una sola cosa ni tampoco dos como
el sol y su luz, el océano y las olas
no son ni una sola cosa ni tampoco dos (Un
minuto di saggezza, 44). Todavía con más claridad el problema
de la divinidad personal se plantea en estos términos: "Dag
Hammarskjöld, ex secretario general de las Naciones Unidas, ha dicho
una frase muy bella: "Dios no muere el día en
que dejamos de creer en una divinidad personal..." (Messaggio per
un´aquila..., 140; lo mismo en La iluminación es la espiritualidad,
60). "Si Dios es amor, entonces la distancia entre Dios
y tú es idéntica a la distancia entre ti y
la conciencia de ti mismo" (Shock di un minuto, 287).
Se
critica e ironiza con frecuencia sobre todo todo intento de
lenguaje sobre Dios, con el fundamento de un apofatismo unilateral
y exagerado, consecuente con la concepción de la divinidad a
que nos acabamos de referir. La relación de Dios y
la creación se expresa con frecuencia según la imagen hindú
del bailarín y la danza: "Veo a Jesucristo y a
Judas, veo víctimas y perseguidores, verdugos y crucificados: una melodía
única con notas contrastantes... una danza única tejida con pasos
diferentes... en fin, me pongo delante de Dios. Lo veo
como el danzante y a toda esta locura, insensatez, hilaridad,
agonía espléndida que llamamos vida, como su danza..." (Alle sorgenti,
178-179; cfr Il canto degli uccelli, 30) ¿Qué o quién
es Dios y qué son los hombres en esta "danza"?
Y también: "Si quieres ver a Dios, observa directamente la
creación. No la rechaces, no reflexiones sobre ella. Limítate a
mirar" (p. 41). No se ve cómo entra aquí la
mediación de Cristo para el conocimiento del Padre. "Dios no
tiene nada que ver con la idea que tenéis de
él... Lo único que podemos saber de Él es que
es incognoscible (Istruzioni di volo per aquile e polli, 11;
cf. ibid. 12-13; Messaggio..., 136; Preghiera della rana, vol 1,
351). Nada por tanto se puede decir sobre Dios: "El
ateo comete el error de negar aquello sobre lo que
no se puede decir nada... y el teísta comete el
error de afirmarlo" (Shock di un minuto, 30; cf. ibid.
360).
Las escrituras, incluida claramente la Biblia, no nos dan a
conocer tampoco a Dios, son sólo como la señal indicadora
que no me dice nada sobre la ciudad a la
que me dirijo: "Llego a una señal donde está escrito
Bombay... Esa señal no es Bombay y ni siquiera se
le asemeja. No es un retrato de Bombay. Es un
indicación. Esto son las escrituras: una indicación" (Istruzioni di volo...
12). Siguiendo la metáfora, diríamos que la indicación resulta inútil
cuando se ha llegado al punto de destino. Y esto
es lo que parece afirmar A. De Mello: "La escritura
es una parte excelente, el dedo apuntado que indica la
luz. Usamos sus palabras para ir más allá y alcanzar
el silencio" (ibid. 15). Paradójicamente, la revelación de Dios no
se expresa en su palabra, sino en su silencio (cf.
también Un minuto di saggezza, 129; 167; 201, etc.; Messaggio
per un´aquila che si crede un pollo, 112-113). "En la
Biblia se nos señala solamente el camino, como ocurre con
las escrituras musulmanas, budistas, etc." (La iluminación es la espiritualidad,
64).
Se proclama por tanto un Dios impersonal que está por
encima de todas las religiones, a la vez que se
ataca el anuncio cristiano acerca del Dios amor, que seía
incompatible con la necesidad de la Iglesia para la salvación:
"Mi amigo y yo vamos a la feria. La feria
internacional de las religiones... En el pabellón judío nos dieron
unos volantes que decían que Dios era compasivo y que
los judíos eran su pueblo elegido. Los judíos. Ningún otro
pueblo era tan elegido como el pueblo judío. En el
pabellón musulmán aprendimos que Dios era misericordioso y que Mahoma
era su único profeta. La salvación viene escuchando al único
profeta de Dios. En el pabellón cristiano descubrimos que Dios
es amor y que no hay salvación fuera de la
Iglesia. Entra en la Iglesia o te arriesgas a condenarte
eternamente. Mientras nos alejábamos pregunté a mi amigo: ¿qué piensas
de Dios? Él respondió: es un santurrón, fanático y cruel.
Una vez llegado a casa le dije a Dios: ¿Cómo
soportas este género de cosas, Señor? ¿No ves que desde
hace siglos te están dando mala fama? Dios respondió: yo
no he organizado esta feria. Me avergonzaría incluso de visitarla"
(Il canto degli uccelli, p. 186s., historia La fiera internazionale
delle religioni; cf. también pp. 190-191; p. 194). La enseñanza
de la Iglesia sobre la voluntad salvífica universal de Dios
y la salvación de los no cristianos no está expuesta
en modo correcto. Y también sobre el mensaje cristiano del
Dios amor: "Dios es amor. Y nos ama, y nos
recompensa siempre si observamos sus mandamientos. ¿Sí?, dijo el maestro.
Entonces la noticia no es tan buena, ¿no?" (Shock di
un minuto, 218; cf. ibid. 227). Toda religión concreta es
un impedimento para llegar a la verdad. De la religión
en general se dice lo que veíamos afirmado de las
Escrituras: "Todos los fanáticos querían agarrarse a su Dios y
hacerlo el único" (La iluminación es la espiritualidad, 65; cfr
ibid. 28; 30). La verdad es lo que importa, venga
de Buda o de Mahoma, ya que "lo importante es
descubrir la verdad en donde todas las verdades coinciden, porque
la verdad es una" (ibid. 65). "La mayor parte de
las personas, desgraciadamente, tiene suficiente religión para odiar pero no
para amar" (La preghiera della rana, vol 1, 146; cf.
ibid. 56-57; 133). Cuando se enumeran los obstáculos que impiden
ver la realidad, la religión ocupa el primer lugar: "Primero,
tu fe religiosa. Si tú tomas la vida como comunista
o como capitalista, como musulmán o como judío, estás experimentando
la vida con prejuicios y de modo tendencioso: he aquí
una barrera, un estrato de grasa entre la Realidad y
tu espíritu, que no llega a ver ni a tocar
directamente la Realidad" (Chiamati all´amore, 62). "Si todos los seres
humanos estuvieran dotados de un corazón así, ninguno se etiquetaría
como comu- nista o capitalista, cristiano, musulmán o budista. La
luz y la claridad de su visión les revelarían que
todos los pensamientos, todos los prejuicios, todas las creencias, son
candiles cargados de tinieblas, nada más que signos de su
propia ignorancia" (ibid. 172; cfr también Un minuto di saggezza,
169; 227, sobre los peligros de la religión). Lo que
se afirma de la religión, se dice también en concreto
de las Escrituras (cfr Il canto degli uccelli, 186s; Shock
di un minuto, 28).
La filiación divina de Jesús se diluye
en la filiación divina de los hombres: "A lo que
Dios replicó: Un día de fiesta es sagrado porque demuestra
que todos los días del año son sagrados. Y un
santuario es santo porque demuestra que todos los lugares están
santificados. Así, Cristo ha nacido para demostrar que todos los
hombres son hijos de Dios" (Il canto degli uccelli, 188).
De Mello muestra ciertamente una adhesión personal a Cristo, del
cual se declara discípulo (Alle sorgenti, 13.99), en el cual
cree (p. 108) y con el que se encuentra personalmente
(p. 109ss; 117ss). Su presencia transfigura (cf. p. 90s). Pero
otras afirmaciones resultan desconcertantes: Jesús es mencionado como un maestro
entre tantos: "Lao Tze y Sócrates, Buda y Jesús, Zaratustra
y Mahoma" (Un minuto di saggezza, 13). Jesús en la
cruz aparece como el que se ha liberado perfectamente de
todo: "Veo al crucificado despojado de todo: privado de su
dignidad... privado de su reputación... privado de todo apoyo... privado
de su Dios... mientras miro a ese cuerpo sin vida,
entiendo poco a poco que estoy mirando el símbolo de
la liberación suprema y total. Precisamente porque está clavado en
la cruz, Jesús llega a estar vivo y libre... Así,
ahora contemplo la majestad del hombre que se ha liberado
de todo lo que nos hace esclavos y destruye nuestra
felicidad..." (Alle sorgenti, 92-93). Jesús en la cruz es el
hombre libre de todos los lazos, se convierte por tanto
en el símbolo de la liberación interior de todo aquello
a lo que estamos apegados ¿Es algo más que el
hombre libre? ¿Es Jesús mi salvador o me remite a
una reali- dad misteriosa que le ha salvado a él?:
"¿Podré alguna vez entrar en contacto, Señor, con la fuente
de la cual brotan tus palabras, tu sabiduría?... ¿Podré encontrar
las fuentes de tu valentía?" (ibid. 116). "Lo más bonito
de Jesús es que se encontraba a gusto con los
pecadores, porque entendía que no era en nada mejor que
ellos... la única diferencia entre Jesús y los pecadores era
que él estaba despierto y ellos no" (Messaggio per un´aquila
che si crede un pollo, 37; también La iluminación es
la espiritualidad, 30; 62). La presencia de Cristo en la
eucaristía no es más que un símbolo que apunta a
una realidad más profunda, la presencia de Cristo en la
creación: "Toda la creación es Cuerpo de Cristo, y tú
crees que sólo está en la Eucaristía. La Eucaristía señala
esa creación. El Cuerpo de Cristo está por todas partes,
y tú sólo reparas en su símbolo que te está
apuntando lo esencial que es la vida" (La iluminación es
la espiritualidad, 61).
El ser del hombre parece llamado a una
disolución, como la de la sal en el agua: "Antes
de que aquel último pedazo se disolviera, la muñeca de
sal exclamó sorprendida: ¡ahora se quién soy!" (Il canto degli
uccelli, 134). En otros momentos se declara irrelevante la cuestión
de la vida más allá de la muerte: "¿Hay vida
después de la muerte?... ¡esa es la cuestión!, respondió el
maestro enigmáticamente" (Un minuto di saggezza, 93; cf. ibid. 37).
"Un buen síntoma del hecho de que estáis despiertos es
que no os importa nada de lo que sucederá en
la próxima vida. El pensamiento no os molesta; no os
importa. No os interesa, punto y basta" (Messaggio per un´aquila
che si crede un pollo, 50-51; también Messaggio..., 166). Tal
vez todavía con más claridad: "¿Porqué preocuparse del mañana? ¿Hay
una vida después de la muerte? ¿Sobreviviré después de la
muerte? ¿Por qué preocuparse del mañana? Entrad en el presente"
(Messaggio..., 126). "La idea que la gente tiene de la
eternidad es estúpida. Piensa que dura para siempre porque está
fuera del tiempo. La vida eterna es ahora, está aquí"
(La iluminación es la espiritualidad, 42).
En diferentes lugares de la
vasta obra se critica de manera indiferenciada a las instituciones
eclesiásticas: "Los profesionales han asumido completamente el control de la
vida religiosa..." (Il canto degli uccelli, 74s). La función del
credo o la profesión de fe es juzgada negativamente, como
lo que impide el acceso personal a la verdad y
a la iluminación. Así con matices diversos en ibid. p.
50; 59; 62s; 212. "Cuando ya no te haga falta
el agarrarte a las palabras de la Biblia, entonces es
cuando ésta se convertirá para ti en algo muy bello
y revelador de la vida y su mensaje. Lo triste
es que la Iglesia oficial se ha dedicado a enmarcar
el ídolo, encerrarlo, defenderlo, cosificándolo sin saber mirar lo que
realmente significa" (La iluminación es la espiritualidad, 66). Ideas semejantes
se exponen en La preghiera della rana, vol 1, 21;
133, 135; 139: "Un pecador público fue excomulgado y se
le prohibió entrar en la Iglesia. Fue a lamentarse con
Dios: No me dejan entrar, Señor, porque soy un pecador.
¿De qué te lamentas? - dijo Dios-, tampoco me dejan
entrar a mí" (ibid. 148).
El mal no es más que
ignorancia, falta de la iluminación: "Cuando Jesús ve el mal
lo llama con su nombre y lo condena sin titubear.
Sólo que donde yo veo la maldad él ve la
ignorancia... Padre, perdónalos... (Lc 23,34)" (Alle sorgenti, 191). Ciertamente este
texto no refleja toda la enseñanza de Jesús sobre el
mal del mundo y el pecado; Jesús ha acogido a
los pecadores con profunda misericordia, pero no ha negado su
pecado, más bien ha llamado a la conversión. En otros
lugares hallamos todavía afirmaciones más radicales: "No hay nada bueno
ni malo, sino que el pensamiento lo hace tal" (Un
minuto di saggezza, 115). "En realidad no existe ni el
bien ni el mal en los hombres o en la
naturaleza. Existe solamente una valoración mental impuesta a ésta o
a aquella realidad" (Istruzioni di volo per aquile e polli,
100; ibid. 104-105). No hay razón para el arrepentimiento de
los pecados, ya que de lo único de que se
trata es de despertarse al conocimiento de la realidad: "No
lloréis por vuestros pecados. ¿Por qué llorar por los pecados
que habéis cometido durante el sueño?" (Messaggio per un´aquila che
si crede un pollo, 33; ibid. 51; 166). La causa
del mal es la ignorancia (Shock di un minuto, 260).
El pecado existe, pero es un acto de locura (La
iluminación es la espiritualidad, 63). El arrepentimiento es así volver
a la realidad (cf. ibid. 48). "El arrepentimiento es un
cambio de la mente, una visión radicalmente diversa de la
realidad" (Shock di un minuto, 262).
Entre estas diversas afirmaciones se
da ciertamente una conexión interna: si se cuestiona la existencia
de un Dios personal, no tiene sentido que se haya
dirigido a nosotros en su palabra. La Escritura no posee
por tanto un valor definitivo. Jesús es un maestro como
los demás; sólo en las primeras obras aparece como el
Hijo de Dios. Tendría poco sentido esta afirmación a partir
de la concepción de Dios a que acabamos de referirnos.
Consiguientemente no se puede atribuir valor a la enseñanza de
la Iglesia. Nuestra supervivencia personal más allá de la muerte
es problemática si Dios no es persona. Es claro que
tales concepciones acerca de Dios, de Cristo y del hombre
no son compatibles con la fe cristiana.
No podía por tanto
faltar una intervención clarificadora de parte de quien tiene la
responsabilidad de tutelar la doctrina de la fe, para poner
en guardia a los fieles acerca de los peligros presentes
en los escritos del Padre de Mello o de cualquier
modo a él atribuidos.
|
|
No hay comentarios.:
Publicar un comentario